Se reunieron al amanecer con McKinley en la pequeña casita que había hecho su centro de operaciones. Les indicó que pasaran, junto con rostros desconocidos para Siena. Supuso que serían sus nuevos acompañantes en este viaje en el que estaban a punto de embarcarse.
—Creo que estamos en un punto muerto y que no vamos a averiguar mucho más si nos quedamos aquí parados —comenzó a explicar McKinley observando a todos y cada uno de los allí reunidos—. Todos sabemos a quién debemos encontrar.
A su alrededor los asistentes asentían con el ceño fruncido. Sin duda sabían a qué se refería McKinley. No sucedía lo mismo con Siena, con Maximus o Phoebe, que eran totalmente ajenos a esa historia. Quizás algún día la descubrieran.
—¿Adónde vamos? —se aventuró a preguntar la princesa.
Todos los presentes en la sala se giraron hacia ella. No se sintió cohibida. Estaba acostumbrada a que todas las miradas se posaran en ella. No vio los rostros un tanto sorprendidos de aquellos que la rodeaban. Empezaban a comprender que la princesa no sabía nada, y quizás había alguna razón para que no lo supiera. McKinley carraspeó para captar la atención de sus compañeros.
—Vamos a viajar entre épocas. Vamos a ir en busca de un Efímero que puede sernos de muchísima ayuda. Sin embargo, lleva años desaparecido y ese es nuestro reto.
Siena hizo un asentimiento de cabeza en señal de que había entendido cuál era la magnitud de su nueva aventura. Tal vez estuvieran meses fuera. O quizás años.
—¿Por dónde empezaremos? —preguntó alguien entre la multitud.
McKinley se encogió de hombros y respondió:
—Por el principio de los tiempos, naturalmente.
Phoebe en ese momento en el que todos comenzaban a dar voz a sus dudas y McKinley las contestaba pacientemente, aprovechó para deslizarse por la pared y escabullirse de la estancia. Pero antes de que pudiera salir, McKinley se giró hacia ella con un rápido movimiento que hizo que todas las miradas se posaran por primera vez en ella.
—¿Adónde vas, Phoebe? —le demandó McKinley con un tono que la hizo detenerse de inmediato.
La joven del pelo de fuego se quedó boquiabierta sin entender cómo la había pillado. Devolvió la mirada a todos los que la observaban antes de intentar tartamudear algo sin sentido.
—Y-yo... I-iba... Q-quería...
McKinley hizo un gesto tajante con la mano antes de cruzarse los brazos en el pecho y adoptar una expresión seria enrojecida por el enfado.
—Si estás aquí es por alguna razón. No voy a permitir la desobediencia en este grupo. ¿Queda claro?
Cuando habló se giró hacia todos y cada uno de los asistentes a la reunión para asegurarse de que lo habían escuchado, después se volvió hacia Phoebe para observarla con gravedad.
—Muy bien. Vamos a viajar en diferentes grupos. No intentéis inmiscuiros en los asuntos de los humanos. No debemos cambiar nada, ya que no sabemos en qué repercutirá y no tenemos tiempo de averiguarlo.
McKinley iba a realizar los grupos, pero en ese momento alguien dio voz a lo que muchos de ellos estaban pensando.
—¿Cómo sabemos que ese viajero del tiempo sigue vivo?
Era una chica de cabellos rubios trenzados a la que pertenecía aquella voz que había formulado la cuestión que hacía rato flotaba en el ambiente, pero de la que nadie quería ser dueño. Pronunció aquellas palabras con cierto tono que a la princesa no se le pasó inadvertido. Allí todos los Efímeros sabían algo que a ella se le estaba escapando.
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Sombras del tiempo
Fantasy«Tres historias. Dos mundos. Una guerra. Un solo vencedor.» En Carena, un mundo gemelo a la Tierra creado por diosas para corregir los errores de la humanidad, la paz se ve amenazada por una guerra sin precedentes. Siena, una joven princesa atrapada...