PARTE II. ASHA

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A pesar de todos los esfuerzos, a veces es imposible que un mundo entero no sucumba a la oscuridad

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A pesar de todos los esfuerzos, a veces es imposible que un mundo entero no sucumba a la oscuridad. La Tierra estaba condenada desde que se crearon los humanos. Parecía que los demonios habitaran en ellos, que domaban sus instintos. El mal estaba presente y eso fue lo que acabó consumiendo todo.

Fueron muchos los que encomendaron su vida a intentar enmendar los errores que se habían sucedido durante la historia de la humanidad. Pero todos fracasaron. Cada vez que alguien conseguía arreglar algún suceso, ocurría una catástrofe aún mayor. La Tierra no podía escapar al efecto mariposa.

Las diosas observaban resignadas como no había futuro para el mundo que habían concebido con tanto amor, pero en el que todo rastro de bondad había desaparecido. Pues todo parecía estar siendo consumido por las llamas del odio y el egoísmo. Contra ello es muy difícil luchar y, sobre todo, vencer. Debían elaborar otro plan más eficaz.

Por un tiempo, permitieron a Jelka volver a Carena, pero era otro su nombre, pues nadie debía conocerla como la primera humana. En realidad, poco quedaba de lo que fue. Aunque habían pasado siglos, apenas había envejecido unos años, ese no era el cambio que había sufrido. Todo cuanto había vivido fuera de Carena la había marcado para siempre, curtiéndola en enseñanzas que jamás hubiera podido alcanzar entre la gente honrada y bondadosa de su idílico mundo.

Unos años después, cuando había establecido su vida lejos del ajetreo de los designios de sus diosas, volvieron a llamarla. Una vez más debía volver a la Tierra, pues un ser muy oscuro y poderoso amenazaba con acabar definitivamente con todo lo que habían construido. A Jelka en realidad, había dejado de importarle aquel mundo, pues sabía que no tenía salvación. Era una empresa inútil e infinita. Pero era consciente de que era su deber. Tal vez, para cuando acabara podría por fin descansar hasta que se le permitiera morir de una vez por todas.

Sin embargo, las diosas no eran conscientes de hasta qué punto llegaba el grado de destrucción del planeta al que tanto cariño le guardaban. Todo cuanto hicieron sus enviados, fue inútil.

Del fuego nació una nueva ciudad, erigida por el mal. Del ardor del odio surgieron criaturas tenebrosas que la poblaron, atormentando a los humanos, que resignados acataron las órdenes de un monstruo que osó creerse un dios. Y entre aquellas llamas quedaron atrapados miles de los seres mágicos que las diosas habían creado. La Tierra se apagaba lentamente, pues sin magia no había vida.

El mal se alimentaba de la energía mágica para ser cada vez más poderoso, dejando un planeta sin recursos, moribundo. Hasta que la magia desapareció por completo, quedando en su lugar un paraje inhóspito, gris, vacío. Hogar de calamidades y desgracias, envuelto en el caos.

En ese mundo vencido por la oscuridad, desapareció Jelka, aprisionada entre las fauces del miedo, de la soledad y el fuego eterno que abrasaba sus esperanzas.

Sombras del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora