Aterrizaron en la árida Tierra con unas cuantas respuestas, pero con otras tantas preguntas. En eso consiste en realidad el aprendizaje. Por cada incógnita resuelta, todo un mar de dudas se abrirá ante los pies de quién esté dispuesto a indagar.
Se encontraban una vez más donde habían empezado, lejos de donde se hallaban sus compañeros en aquella aventura. Adonde le habían llevado los pasos de la princesa en busca de aquella mujer que se le había aparecido cuando la había necesitado, pero a la que no tenía esperanzas de volver a ver.
Aparecer de nuevo ahí fue quizás una ironía del destino que les daba a entender que nunca avanzarían en esa empresa. Que jamás podrían vencer. Quizás estaban perdidos y no quedaba nada por lo que seguir adelante, pues por cada paso que daban, parecía que retrocedían un mundo.
La sensación de desasosiego embargaba el corazón de la princesa, que ni siquiera lejos de sus enemigos se sintió a salvo. No había paz cuando la enemiga era la oscuridad.
En ese momento en que sentía que cualquier posibilidad que tenía se había quebrado, solo encontró algo de calma al cruzar su mirada con la de Maximus. Se fundieron irremediablemente en un cálido abrazo que trataba refrenar los corruptos sentimientos que albergaba la princesa.
Por fin pudo poner voz a su dolor y expresarlo con palabras que parecían que se habían quedado atascadas en su garganta, reticentes a avanzar por su boca y formarse entre sus labios. Era reconocer su derrota.
—Oh, Maximus. Todo ha sido por mi culpa —sollozó—. Mi padre va a morir. Onelee ha muerto. Y Carena está ya en manos de Yemons. ¿Cómo he podido provocar todo esto?
Siena se separó de su amigo mientras las lágrimas comenzaban a derramarse por sus mejillas tímidamente. Bajó la cabeza para que Maximus no la viera, pero ya era tarde. Le pasó el brazo sobre los hombros, atrayéndola de nuevo hacia sí. La abrazó durante un momento. Quizás durante horas. Maximus dejó que la princesa sollozara contra su hombro para desahogarse. Y cuando ya no le quedaron lágrimas entonces decidieron que era hora de volver con los demás.
—Vamos a resolver esto —sentenció el chico con un tono que no dejaba lugar a dudas.
No era una frase de esperanza. No era una manera de decirle que algún día encontrarían la solución. No. Le dejó claro que se dirigían ya hacia la solución. Así que cuando se encontraron con McKinley, no le permitió que se derrumbara como estaba imaginando que pasaría. Tampoco la sujetó como si fuera un ser indefenso que no podía valerse por sí misma.
Cruzaron una vez las miradas, y en sus ojos pudieron ver todo lo que necesitaba el otro. Y fue suficiente para tener valor para lo que estaba por venir.
—McKinley, lo siento. He caído en la trampa. Todo este tiempo el hombre que creíamos más leal a mi padre ha estado conspirando a nuestras espaldas junto a Yemons. Tristemente he acudido a Carena para encontrarme con la ejecución de mi nodriza, Onelee. Y también con la captura de mi padre...
McKinley la fulminó con la mirada, interrumpiéndola entre maldiciones. Lo mismo ocurrió con Nequiel que se encontraba junto a él.
—¡Por la energía de la magia! —exclamó exasperado el mentor de Maximus.
—¿Cómo se te ocurre? ¿Es que no has aprendido nada?
Siena hizo caso omiso a los reproches que le hacían aquellos hombres. No había tiempo para lamentarse. Lo hecho, hecho estaba. Ahora sólo podían intentar enmendar los errores.
—He sido una ingenua, lo sé. No hay nadie a quien más le duela que a mí porque ahora mismo sé que lo he perdido todo. No obstante, también traigo la solución. Debemos ir a Bailey Faith. En 2002. No sé en qué fecha exacta. Solo sé que debemos ir a ese lugar en ese año. Las diosas nos dieron la fecha. Ahora os traigo el lugar.
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Sombras del tiempo
Fantasy«Tres historias. Dos mundos. Una guerra. Un solo vencedor.» En Carena, un mundo gemelo a la Tierra creado por diosas para corregir los errores de la humanidad, la paz se ve amenazada por una guerra sin precedentes. Siena, una joven princesa atrapada...