Capítulo 22

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El murmullo del río fluyendo a su alrededor llenaba sus oídos, mientras trataba de concentrarse en su respiración agitada. Intentaba calmarse, pero era imposible tras todo lo que había visto en ese lugar. Inspira. Espira. Inspira. Espira. Se repetía. Mantenía los ojos cerrados deseando no estar allí. Por fin abrió los ojos. Estaba dentro de un río en medio de un frondoso bosque. En el agua había algunas bolsas manchadas de sangre, a las que prefirió no asomarse. Sabía qué había perfectamente. Estaba horrorizada ante tal atrocidad. Pero no pudo detenerse más tiempo.

Siguió avanzando por el agua, hasta llegar hacia el otro lado del río. Se agarró a la raíz de un árbol que sobresalía para lograr salir del agua. Estaba empapada lo que provocaba que sus movimientos fueran más torpes. Entre los matorrales que había junto al río, había más bolsas. Sin querer su vista se clavó allí dentro. Dio un brinco y salió corriendo al descubrir qué era lo que allí había. Una cabeza humana desfigurada por cientos de laceraciones, acompañada de algunos de sus órganos enredados entre otras partes de su cuerpo ya irreconocibles. Una arcada le subió por la garganta y vomitó allí mismo.

No podía detenerse. Giró la vista hacia los lados, pero no encontró a nadie. Así que echó a correr entre los árboles, tropezó con una de aquellas bolsas, cayendo al suelo. La cabeza que había dentro rodó por la tierra quedando frente a ella. Siena cerró los ojos y apretó los dientes. Expulsó el aire que le quedaba en los pulmones con fuerza y volvió a correr intentando borrar de su mente aquella imagen terrorífica. Entonces un aullido que no parecía de ese mundo rasgó el aire.

La princesa se dio cuenta de que estaba temblando. Ya apenas escuchaba el sonido del agua. Solo su respiración cada vez más y más fuerte. Siguió corriendo hasta llegar a la valla por la que habían entrado a aquel lugar, que era el mismísimo infierno. Consiguió llegar y una vez allí se apoyó en ella y miró hacia atrás. Tenía que encontrar a sus compañeros. Miró hacia un lado, y ahí encontró la puerta de salida. Así que sin pensarlo acudió hacia ella. Pero estaba de nuevo en medio del patio.

Aquel era otro de los campos de exterminio que había en la ciudad de Magna. Era parecido a una granja. Había un gran edificio hecho con madera vieja, donde guardaban a las personas como si fueran cerdos. El otro edificio era más pequeño y estaba justo enfrente. Ese era una especie de matadero. Las paredes, también de madera, estaban recubiertas de sangre. Dentro había restos humanos y más charcos de sangre. Allí solo había una persona, si se podía llamar así, que los controlaba a todos. Era una criatura que tenía que haber salido de algún lugar diabólico. Ni siquiera tenía claro que fuera humano. Tenía la cara y el cuerpo desfigurado, y en lugar de manos tenía unos enormes y afilados cuchillos que usaba para torturar y asesinar a todos los que allí había. Portaba un delantal, que en algún momento debía haber sido blanco, sin embargo, ahora estaba lleno de sangre y restos de vísceras. Era un lugar maldito.

Siena corrió hacia el edificio donde vivían entre barro y mugre aquellos humanos. Abrió el portón y salieron corriendo varias personas, el resto estaban asustadas en el centro del patio. Sus compañeros debían estar persiguiendo a aquella criatura.

—¡Seguidme! —exclamó.

Corrió hacia la puerta, que ya estaba abierta gracias a sus compañeros que se encontraban en el exterior, esperando para llevarse a toda esa gente y ponerla a salvo. Los acompañó más allá donde aguardaban los enormes vehículos que los llevarían al campamento. Allí estaba Phoebe, acompañada de la Custodia Ruperte, que protegía el transporte y ayudaba a la gente que llegaba a subir y ponerse a salvo.

—¡Siena sube!

La princesa se giró un momento. Tenía que encontrar a Maximus y a Tavey. Quizás les hubiera pasado algo. Había sido todo muy confuso. Habían intentado distraer a la criatura, pero se había llevado por delante a algunos de sus compañeros. Ella había tenido suerte, había estado cerca de sus garras, pero consiguió huir hacia el río. Aquel ser parecía ser inmortal, le habían disparado pero ninguna bala había podido con él. Los ánimos de todos estaban como el ambiente: gris, triste, desamparado.

Sombras del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora