Capítulo 25

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No sabía cuánto tiempo había pasado cuando les dio un respiro a sus pulmones. Se detuvo en una calle muy frecuentada donde la gente iba y venía de todas partes como la marea. Se agachó, apoyó sus manos en las rodillas y trató de recuperar el aliento. Nunca había sido una buena deportista, así que esa huida supuso para ella una doble tortura. Afortunadamente, no la habían seguido, pero ¿cuánto tardarían en volver a por ella de nuevo? ¿Y qué ocurriría con Lena y con su madre? No sabía qué hacer, ni tampoco tenía adónde ir. Se encontraba perdida, abandonada, desamparada en un lugar en el que a nadie le importaba ya.

La gente de su alrededor la arrollaba con sus prisas, no la dejaba recuperarse. Escuchó un trueno. Los murmullos de las conversaciones se hicieron más fuertes con él, y el ritmo de los pasos más frenético. De repente comenzó a llover como si el fin del mundo hubiera llegado. Se estaba empapando. No sabía dónde guarecerse. Siguió caminando por la acera, chocando con todos los viandantes apresurados que pasaban muy cerca de ella.

Giró a la derecha para adentrarse en otro callejón sin salida. Su día se había convertido en eso: un callejón sin salida eterno. Se sentó en una caja en la puerta trasera de un restaurante, ya que había un pequeño toldo. Y ahí se derrumbó.

Estaba en descomposición. No tenía ni idea de lo que había hecho, pero una vez más sus acciones habían tenido consecuencias, y aquel día su existencia, seguramente, le costó la vida a su padre. Era culpable. Culpable de todo. La imagen de aquel cuerpo totalmente destrozado la atormentaba. Estaba ahogándose en lágrimas, en recuerdos. El aire que respiraba no la ayudaba a sobrevivir a las emociones que le rasgaban el pecho. Al contrario, se asfixiaba.

Evocó entonces la carta que le ardía en el bolsillo del pantalón. La sacó y la sostuvo mirándola desafiante con su papel amarillento por los estragos del tiempo. Cogió aire y lo expulsó. Fue como si le clavaran una daga en los pulmones. Ahí había algo importante. Tal vez eso le diera alguna pista de cómo seguir en aquel día. Las palabras de su padre al dárselas habían sido muy extrañas, pero después de todo lo que había vivido, nada le parecía demasiado normal. Aún tenía la esperanza de estar en el sueño más profundo y real que había habitado su mente.

Buscó el remitente, pero lo único que encontró fue una frase con una descuidada caligrafía en la esquina superior derecha:

Abrir en caso de situación extrema de peligro.

Esa oración no la tranquilizó en absoluto. Dudó si abrirla o no, aunque al final sus dedos rasgaron tímidamente el sobre y extrajeron el papel raído que contenía. El mundo se detuvo. Olvidó la ciudad, la lluvia, la gente. Solo escuchaba su respiración y el latido acelerado de su corazón atacado. Tragó saliva y leyó mentalmente:

Querida Skayler,

Si estás leyendo esta carta es que acabas de pasar por una situación peligrosa que ha alterado tu percepción de la realidad. Ahora mismo puedes sentirte confusa, pero en este momento lo único que importa es que te pongas a salvo. Tienes que buscar a gente especial, como tú, porque eres especial, y ellos te ayudarán. Ellos no tardarán mucho en acudir a tu encuentro si estás en apuros, solo tienes que buscar los símbolos que te lleven hasta ahí.

Sentimos haberte abandonado, pero era la única forma de que sobrevivieras a esto. No sabemos si cuando leas esto nosotros estaremos vivos o no. De igual forma nosotros te queremos y hemos hecho esto para ayudarte, no lo olvides. Ojalá las cosas hubieran sido de otra manera. No entenderás nada hoy, pero con el tiempo lo harás. Cuando estés a salvo, procura buscarnos.

Ahora corre, Skai, que la suerte te guíe en el camino.

Con cariño, tus padres biológicos.

Sombras del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora