Capitulo 4: Formar un lazo. Editado

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Memorizo cada calle, pasaje y tiendas de camino a la casa de la ojiazul, sin duda era un lugar el cual iba a frecuentar.

Ángela no soltó su mano, abriendo la puerta para entrar al pequeño condominio de edificios donde vivía, subiendo hasta el último piso.

Cuando estuvo frente a su puerta, soltó al mayor, abriendo la puerta de su hogar, dejando entrar a Hanma primero.

Cerro la puerta detrás de sí y Hanma camino desinteresado por la casa hasta el sofá, recostándose sobre este.

Ángela dejo sus cosas y chequeo su móvil para ver que eran las 4 y le quedaban 50 minutos antes de entrar de nuevo a su trabajo.

Avanzo hasta el baño, abriendo la puerta de la repisa y tomo el botiquín entre sus manos, volviendo donde estaba el ojiambar.

Hanma la observo detenidamente, sentándose en el sofá, Ángela lo imito, teniendo el botiquín en sus piernas.

—Déjalo, está bien, no duele— Soltó en un suspiro.

—Pero sangra… debemos..

Hanma quito el botiquín de sus piernas y tiro de la chica, sentándola sobre su regazo y se incorporó con ella, chocando ambas frentes.

—¿Por qué no te fuiste? —Pregunto— No necesitaba tu ayuda.

Ángela cerro sus ojos, sin despegar su frente de la de él, y mordió sus labios en señal de nerviosismo.

No quería estar cerca de alguien que no conocia, pero a la vez, Hanma no le era desagradable, quería estar cerca de él.

—Me dio… miedo de que algo te ocurriera— Abrió los ojos, encontrándose contra la mirada ámbar de él.

—Entonces corre cuando lo diga.

Ángela subió su mano hasta el rostro de él y comienzo a limpiar la sangre con su mano mientras la otra la apoyo en su hombro.

—Mierda— Se recostó, dejando a la menor encima de él, sintiéndose nervioso por primera vez con una mujer.

—Lo curaré— Se dispuso a levantarse, pero Hanma puso una mano sobre su muslo.

—Bien, lo harás, pero no te levantarás de ahí —Dijo autoritario y aunque no la observo, supo lo nerviosa que estaba.

Ángela se confundió, no estaba dispuesta a hacer lo que el quería pero su cuerpo no respondió, quedándose en aquella posición.

Hanma se dejó hacer, jamás nadie había curado sus heridas más que él solo, dejándolas que sanaran o tratándolas cuando eran profundarla.

Ángela terminó, alejándose levemente de Hanma.

—Gracias... otra vez. —¿Tus brazos están bien? —Hablo, dejando una mano sobre la cintura de ella.

—Sí... y oye... no me toques— Le quito la mano.

Hanma se levantó, volteando la situación. Angela se sonrojó al tenerlo cerca nuevamente, sintiendo su pesada respiración y el olor a hombre que desprendía Hanma de su cuerpo, pronto el rubor comenzó a cubrir sus mejillas, desviando la mirada.

—¿No puedo tocarte?— Rio burlón, mostrando una sonrisa ladina.

—Ya... quítate de encima— Quiso empujarlo, pero él no cedió, colocando sus brazos fuertes a cada lado de su cuerpo.

—No quiero— Se acercó a ella— ya te he cogido en brazos y no me apartaste.

Ángela cedió, apoyándose en sus antebrazos— Debo ir al café, por favor.

Caminar al filo del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora