I had a one-way ticket to a place where all the demons go.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝙽𝚊𝚛𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚎𝚗 3𝚊 𝚙𝚎𝚛𝚜𝚘𝚗𝚊:
Hace tan solo unos cuantos minutos que comenzaron a caminar directos a la estación de tren más cercana. Se despidieron de las pequeñas niñas que fueron las últimas en despertar, siendo estas las que no querían que los jóvenes cazadores se marchasen aún.
El silencio era el único testigo de los andares de los cazadores por el llano campo. Todos caminaban en silencio ya que no había ningún tema de conversación aparente. Y así continuaron durante todo el camino, disfrutando de la compañía de unos y otros.
Ya era de noche cuando por fin lograron divisar la gran estación de trenes frente a ellos. Se veían el humo que salía de las locomotoras en marcha, a punto de salir de la estación o llegando para hacer un descanso antes de partir de nuevo. Los andenes llenos de gente con equipaje o sin él, paseando de una lugar a otro yendo en sus correspondientes direcciones.
-— Bueno , ¿ y ahora qué ? —- preguntó el menor de todos los presentes allí. Voltearon a verle, pensando en lo que había dicho porque en cierto modo tenía razón. No sabían porqué estaban allí en ese preciso instante, bueno, algunos eran los que desconocían aquella información.
-— No lo sé la verdad, todavía no tenemos instrucciones -— contestó a la pregunta, el pelirrojo; observando el panorama que se presentaba ante él. En cierto modo el oji azul no se refería exactamente a eso. Tanjiro dijo aquello como si fuera lo más normal del mundo ir a un lugar al azar sin saber que hacer, aunque a veces ocurría así en la vida cotidiana.
—- ¿¡ Qué todavía no nos han mandado instrucciones ?! ¿¡ Y por qué no nos hemos quedado en la finca mariposa ?! -— Los chillidos de Zenitsu se hicieron presentes en todo el lugar, llamando la atención de los que los rodeaban. Debía bajar la voz o los guardias de seguridad les llamarían la atención al igual que los transeúntes que caminaban por toda la estación.
-— Baja la voz, Zenitsu... -— con un semblante nervioso a causa de la miradas molestas que recibían por parte de los pasajeros, la muchacha de hebras azabaches pedía que el chico disminuyera los decibelios en su voz.
