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El sobre pensar todo era algo que jamás le había ocurrido hasta este momento, en donde todo a su alrededor le generaba desconfianza. No tenía miedo, estaba irritado, pensando uno y mil escenarios en donde siempre terminaba siendo engañado y traicionado por culpa de su debilidad emocional, que le hicieron manejable, manipulable. Era inevitable pensar que tomaron su confianza para utilizarlo a su antojo, aunque había la mitad de probabilidades de que fuera así, pero ese porcentaje le era suficiente para tener sus escrúpulos, los cuales le mantendrían a salvo de ser dañado.
Tan absorto estaba en sus paranoias, que no fue consciente de la presión constantemente ejercida alrededor de sus palillos, yendo cada vez en aumento, haciendo crujir las delgadas piezas de madera entre sus falanges que en las yemas iban tomando un color blanquecino por la contracción excesiva.
— Menma, ¿te sucede algo?
Entonces fue cuando los utensilios se quebraron en dos mitades cada uno, astillándose en el proceso y haciéndole soltar un bajo quejido que no pudo ser oído por nadie más que él mismo, y el rubio a su vanguardia. Agitó su cabeza hacia ambos lados, negando sin necesidad de utilizar sus cuerdas vocales. Dejó los cubiertos sobre la mesa y llevó su mano cerca de su rostro, observando donde todavía tenía la sensación de algo clavado en su piel. Diminutos fragmentos estaban al ras de sus dedos, y con el oscilar de su extremidad un par de veces, desaparecieron por completo.
Su negación no les complació en absoluto, sobre todo por la forma en la que partió los palillos estando ensimismado en quien sabe qué.
— Genma, ¿qué te sucede?
Cuestionó en un tono calmado algo impropio en él, pero que fue contrarrestado por su acto de hablar con la boca llena. Equilibraba su balanza de actitud de una forma o de otra.
