1. Llegada

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"Es demasiado joven..."

¿Demasiado? Esta palabra no define nada, no cuantifica nada.

"Es exótico, extranjero... No habla la lengua del Santuario..."

Pero la comprendo.

"Parece desnutrido...débil..."

Mi espíritu es fuerte.

"Nunca pasará las pruebas para ser Caballero Dorado..."

Virgo ya me ha elegido.

"Miradlo, de la mano del señor de Jamir...¡es ridículo!"

No más que vuestros juicios.

"Y lo más irónico, ¡es ciego!"

La vista transforma la realidad. Los ojos del alma la muestran desnuda. Cruda. Desprovista de falsedades, de prejuicios... Y sí, también fría.

"Yo no me voy a fiar de semejante sujeto. Dicen que profesa creencias a dioses ajenos al Santuario..."

"No te preocupes, pronto abandonará."

- No prestes atención, Asmita. Tus futuros compañeros necesitarán tiempo para comprender...

Asiento en silencio. Dejo que Hakurei me guíe. Sólo una vez. Mañana mis sentidos ya se conocerán el camino.

- Recuerda que algunos de ellos aún no son Caballeros. En cambio, tú ya tienes la bendición de Virgo.

Lo sé, aunque no comprendo por qué. Pero lo acepto. El destino se acepta...

Subo los peldaños, uno tras otro. Parecen interminables. Tanto como las burlas que siguen llegando a mis oídos. Percibo una colección de miradas desdeñosas clavadas en mi espalda, pero no me importa.

Cerca, un ruido de hojas de matorral estremeciéndose capta mi atención. Será el viento...

Pero no hay viento.

Únicamente la sensación de sentirme observado otra vez, aunque ahora sin malícia. Sólo con curiosidad.

Será algún animalillo asustado buscando refugio...

Será...

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Llegas, y con tu aparición despiertas un revuelo inusual aquí.

Llegas y lo haces de la mano de un anciano que no conozco, pero el cual parece saberse las grietas del Santuario mejor que yo.

He escuchado decir a mi hermano que vienes para servir a una armadura dorada. También he percibido las dudas que lo consigas en su voz. Y un desagradable regocijo en la pronunciación de su sentencia, compartida con el grandullón Hasgard: "No te preocupes, pronto abandonará."

¿Cómo puedes estar tan seguro, Aspros? No es propio de ti hablar así...o no lo era antes que consiguieras el oro. Quizás algún día tu vida esté en las manos de este niño...

Oigo risas y burlas, todas dirigidas a ti. Al recién llegado. Al niño rubio... y ciego. Dicen que no ves, y así lo confirman tus pasos dudosos al pisar por primera vez unos peldaños que no conoces. Qué curioso, tenemos algo en común en este momento: yo tampoco los conozco...

El anciano te habla discretamente sin detener vuestro avance. Tú sólo asientes en silencio.

Las mofas continúan, pero no son todos los que se unen al nefasto espectáculo que atizan Hasgard y mi hermano. Sísifo intenta callarles. El chico que vive en el onceavo templo también te observa, pero en silencio. Arriba de todo, en la última casa, una joven silueta también es mudo testigo de tu llegada. Albafica es su nombre. Y está solo. Siempre solo. Quizás más solo que yo...

Tus pasos te acercan a mi escondite. Por instinto me oculto aún más entre las ramas del matorral que me cobija, y por un instante tú vuelves el rostro hacia mí.

Pero no me ves.

Eres ciego dicen...

Y yo...

Yo no existo.

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