Capítulo 1: Egoísta.

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Evelyn

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Evelyn.

—Entonces tenemos un trato. Si en un año la amante que elija no logra quedar embarazada de mi primogénito buscaré a otra hasta lograrlo.

Las palabras de Matthew eran claras, seguras y punzantes, crueles para la situación.

Me mantuve en silencio, no quería y no debía decir nada, lo único que debo hacer aquí es firmar el acuerdo y ya. No quiero saber más detalles.

Ya tengo suficiente con que siempre me recalque que no he podido darle un hijo. Ya he tenido suficiente de esto, solo quiero terminar. Agarro el bolígrafo que estaba aún lado del documento sobre la mesa y solo firmo.

Si él quiere tener un hijo que lo tenga.

Sigo mirando el documento, a pesar de que era un acuerdo simple, Matthew quería hacer un tipo de contrato para que todo fuera transparente según él. Se parece demasiado a su madre, y no solo en lo físico, también en su personalidad.

Aunque si pensáramos un contrato más en nuestras vidas, no sería nada. Toda mi vida ha girado en torno a uno, qué más da uno más.

Me mantengo con la espalda recta, mirada en alto y me levanto de mi asiento con elegancia para dirigirme a la puerta de la oficina.

Ya había firmado, así que no tenía nada más que hacer.

—Al menos di algo, no seas así. No te quedes callada como siempre. De todos modos, al final de todo el futuro bebe será tu hijo también.

Mis pasos se detienen frente a la puerta. Mi cuerpo queda inmóvil por sus palabras.

¿Ese bebe será mi hijo?

El hijo de otra mujer...

Llegaría a ser mío...

Cierro mis ojos unos segundos soltando una bocanada de aire. Doy media vuelta para encararlo.

—No tenía nada que decir, pero ahora sí. Que tengas una amante para cumplir tu deseo está bien, que quieras que crie y ame a ese bebe como si fuera mi hijo eso ya es avaricia. —Hablo fuerte y claro.

Puedo sentir como su mandíbula se tensa ante mis palabras. Vuelvo a mi posición mirando la puerta, no le volví a dar la mirada, y eso era algo que odiaba.

Puedo soportar muchas cosas más de lo que ya he soportado en estos cincos años. Pero que quiera pasar un hijo de otra mujer que probablemente me odie por un hijo propio, es llegar a los límites.

Él sabe que todo este tema me afecta aunque lo ignore y oculte.

No es mi culpa, no es mi culpa haber nacido de esta manera.

Extiendo mi mano para tomar y girar la manilla helada de metal. La abro y abandonó la habitación.

Podré ser su esposa, pero también soy una mujer... y duele.

Esposa PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora