Capítulo 8: Titiritero.

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Mark

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Mark.

Cuando ya estaba relajada y cambiada de ropa a algo más cómodo nos quedamos en silencio sobre la cama. Aún la rodeaba con mi brazo.

No quería preguntar más. Quería que me contará.

Así que esperar era la única opción que tenía por ahora.

—Necesito tus consejos. —Habló al fin.

—¿Sí?

—Si. Todo se está yendo al demonio. —Su voz sonaba cansada. —Otra vez.

Pero era cierto. Aún que las cosas ya estaban inestables, la llegada de Isabel empeoró un poco más.

—Entonces déjame decir algunas cosas. Pero no te ofendas, ni me golpees. Tú me dijiste que siempre te dijera las cosas sin pelos en la lengua.

—Dilas. Y no haré nada.

Respire profundo para luego soltar todo el aire.

—Deja de ser tan tu. —Solté sin anestesia.

—¿Qué? —Giró su cabeza para verme a los ojos confundida.

—Haber me explico. Me refiero a que no ignores a Isabel, sé que es difícil y que es un poco insoportable, pero la has estado ignorando y ella ha estado tomando ventaja. —expliqué lo mejor que pude.

—¿Ventaja?

—Ella ha estado comprando la misma ropa que tú. Matthew le dio una tarjeta de crédito para comprar lo que quisiera para que se sintiera más cómoda. ¿Recuerdas el mueble que tuve que armar? Pues es el mismo que tienes tú.

No dijo una palabra, pero la expresión en su rostro lo dijo todo. Sus labios se abrieron en una "o"

—Está tratando de ser tú. Y eso significa que quiere tomar tu lugar, sabía que no era una chica tonta pero no pensaba que podría llegar a intentar ser tu clon. Y entre más ignoras a Matthew y a ella, ella toma ventaja y eso es malo. —Seguí —Tu eres la mujer de esta casa. Tu eres la señora de esta casa, ella es solo una amante, Matthew es tu esposo no el de ella. —Terminé y ella tapó su rostro con sus manos.

—Dios... He estado haciendo todo mal. Tía Charlotte me va a sentenciar.

Llevé mi mano a su espalda, y di unas pequeñas palmadas.

—Tranquila. Todo se puede solucionar, solo debes prestar más atención.

—Lo sé. Me concentré tanto en el trabajo y en ignorar el hecho de que tendría una amante que casi hecho todo esto a la basura.

—Estás estresada es normal. Todo esto ha sido muy estresante. Puedes decir groserías, es una manera de soltarse. —Quito sus manos de su rostro y volvió a mirarme.

—No puedo decir groserías y lo sabes.

—También debes de dejar de seguir las reglas de Tía Charlotte. Ella ya no puede seguir controlando tu vida Evelyn, ya no eres la niña a la cual puede manejar como un títere. —Asintió sin decir nada.

Durante todos sus años de matrimonio siguió las reglas que esa mujer le dio. Siguió al pie de la letra las enseñanzas que le dio en su infancia y adolescencia.

Bajó el cuidado de su tía Evelyn jamás fue una niña, si no un títere fácil de manejar. Ella tomó su tutela cuando tenía seis años, cuando sus padres murieron.

Ha vivido un infierno toda su vida. Y lo sigue viviendo, por esas estúpidas enseñanzas para ser perfecta.

No me tomó mucho tiempo saber todo, con solo ver como su cuerpo reacciona ante su presencia, lo descifre.

—Ahora descansa. No es tan tarde pero tu cuerpo lo necesita, y también debes pensar en lo que te dije. Ya no seas una marioneta, un títere sin opinión o emociones. —Terminé. Me levanté de la cama.

Evelyn quedó inmóvil en su cama, hasta que se acomodó en ella para dormir.

A veces se esforzaba demasiado.

Me incliné ligeramente para dejar un beso de buenas noches en su frente. Ella mantenía sus ojos abiertos, pero no me importo.

«Buenas noches, corazón»

Abandoné la habitación, pero al salir me encontré algo que no esperaba.

Matthew.

No dijo una palabra. Y yo tampoco. Espero que no haya escuchado nada de lo que le dije a Evelyn.

Dio media vuelta y caminó a su habitación, en la puerta lo esperaba Isabel con una bata y con su cabello suelto. Pero él solo entró y cerró la puerta.

Isabel me miró y se dio la vuelta ofendida.

Moví la cabeza de un lado a otro, fui al ascensor para irme al estacionamiento y poder subirme a mi auto. Debía ir a mi casa a descansar aún que me quería quedar a su lado.

Ella no lo pidió así que no podía quedarme.

Al día siguiente llegué temprano al Penthouse como era de costumbre. En mis manos llevaba unas bolsas, una traía cafés para Matthew e Isabel y la otra traía té de naranja para Evelyn junto a una ensalada de frutas y un sandwich.

Lo lleve a la cocina para sacarlo de las bolsas.

El primero en aparecer fue Matthew. Parecía que no había dormido muy bien.

Después de un rato Evelyn apareció. Estaba radiante, hoy no llevaba puesto un vestido, si no uno de sus trajes de oficina color vino.

Ambos se acercaron a la cocina por su comida.

—Buenos días. —Saludo Matthew, creí que Evelyn no respondería.

—Buenos días, Matthew. —Respondió tomando su té. —Buenos Días Mark.

—Buenos días. —Respondí algo extrañado.

Al parecer si había tomado mis palabras en serio, solía tomarse las cosas demasiado literales.

—Vaya, pareces de buen humor. —Comentó Matthew, ante la repentina respuesta de Evelyn.

—¿Quieres que vuelva a mi antiguo humor?

—No. Solo que es raro pero agradable.

—Supongo, pero tu pareces un muerto. ¿Mala noche?

—Algo así.

Quedé estupefacto.

Matthew y Evelyn están teniendo una conversación normal. Este día será toda una sorpresa.

Ambos tomaron sus desayunos. Isabel no dio ninguna señal de vida, supongo que sigue molesta por el rechazo de Matthew.

Las puertas del ascensor se abrieron dejando ver a un chico alto, guapo, con lentes y Tez blanca.

El secretario de Matthew.

Giovanni.

Se acercó a la cocina caminando recto como siempre. Matthew no se sorprendió al verlo, pero Evelyn si, casi nunca venía a casa, usualmente siempre se encontraban en la empresa.

—¿Qué haces aquí Gio? —preguntó Evelyn.

—Ayer dijimos que nos veríamos en la oficina. —informó Matthew.

—Así es Matthew. Pero debo decirle algo a Evelyn antes.

Evelyn quedó confundida. Ya que si era de la empresa se lo diría en ella, pero parecía algo más importante y personal.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Se me ha informado que la señora Charlotte Edevane está en la ciudad y vendrá a visitarla.

Esa noticia no era nada buena.

Y para Evelyn fue como un puñetazo en el estómago.

Él titiritero vendría por su títere. Y no sería nada bueno.

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