Capítulo 16: Las miradas no mienten.

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Evelyn

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Evelyn.

—Mañana es tu cumpleaños.

—Lo sé. —Llevé la taza de té a mi boca brindando un sorbo.

—A la misma hora.

—Misma hora. — confirmé alzando mi vista al reloj de la pared.

—Compraré las flores así que no te preocupes por eso. —Asentí antes las palabras de Maximilian.

—Gracias.

Después de todo era algo que solíamos hacer. Una vez compraba las flores yo, luego él, e íbamos todos los años a la misma hora al cementerio para ver a mis padres y poder recordarlos en su aniversario de muerte.

Bebí un poco más de mi taza de té antes de que la puerta de la oficina se abriera. Mark entra a paso lento y silencioso, se acerca a mí, sus labios se curvan ligeramente, hago lo mismo. El hecho de que aceptara que sentía algo por Mark se sentía liberador y prohibido. Comenzaba a desear algo que no debía, algo nuevo y clandestino.

Y tenía por qué sentirse así. Ante la ley soy una mujer casada, mi esposo es Matthew Kingston y le debo fidelidad. Pero a pesar de nuestra situación actual, hay y existe una pequeña culpa en mí.

—Te estaba buscando.

—¿Si? Qué necesitas.

—Solo quería saber dónde estabas. Es por tu seguridad, ya sabes los protocolos.

—Lo sé. ¿Necesitas algo más?

—No. Solo verte. —Sincero sin cuidado.

—Es bueno que siempre mantengas tus ojos en Evelyn, debes cuidarla lo mejor que puedas.

—Lo hago señor.

—No espero más de ti, Mark.

Miré a Mark, nuestras miradas se entrelazaron, se sintió como si solo nosotros dos estuviéramos en la oficina. Pasaron unos minutos y Maximilian no dijo nada, siguió tomando su café con tranquilidad, pero después de todo ese tiempo Mark debía irse con los otros guardias a hacer cosas de guardias, podía dejarme sin supervisión si estaba con Maximilian. Y nuevamente quedé a solas con Maximilian, pero sabía que quería decir algo, el cómo me miraba lo delataba, pero se lo guardaría, siempre lo hacía, o al menos diría una pequeña parte.

—Las miradas no mienten. —Dio un sorbo absteniéndose a decir algo más.

(💍)

Matthew.

Abrí la puerta de mi oficina y la vi. Completamente esbelta en mi escritorio, su mirada caía en los documentos sobre la mesa. Alzó su mirada afilada hacia mí, caminé hacia ella, reposó su cuerpo sobre la silla, dejó sus codos en los reposabrazos enlazando sus dedos.

—No sabía que estarías aquí.

—Debía saber como le estaba yendo a la empresa. —Pronunció con aquellos labios carmesí.

—Todo marcha bien. He hecho un buen trabajo, espero que estés orgulloso de mi. —Me coloque a su lado, ella soltó una carcajada seca.

—¿Orgullosa? ¿De esto? —Señaló los documentos — Es patético.

—Mamá...

—Que te he dicho.

—Lo lamento madre.

—Muy bien ahora, pide perdón. —Ordenó, bajé la cabeza, flexioné mis rodillas, colocando mis palmas en el suelo.

—Soy patético e inútil, lamento que tengas que soportar un hijo así.

Pedí perdón.

Otra vez me arrodille ante ella por algo que no había hecho.

—Ya sabes las reglas. —Sus palabras eran como hielo clavándose en mi pecho.

Mantuve mi espalda recta, mi trasero sobre mis tobillos, mis manos sobre mis piernas. Una posición impecable y dolorosa. Así debía estar hasta que ella se aburriera, podían pasar horas, pero si no me lo permitía no podía dejar esta posición hasta que estuviera satisfecha.

Primero eran los hormigueos en las piernas, en los pies. Luego los calambres por todas partes y finalmente el desvanecimiento, no podía dejar que mi cuerpo lo hiciera o debería comenzar nuevamente.

Cuando era niño esto era más difícil, con el tiempo me he acostumbrado, y aun así todavía duele.

—Dilo.

—Lamento que tengas que tener un hijo inútil que no pueda cumplir con tus deseos.

—Sigue. —Dejó de mirarme y volvió a los documentos.

—Lamento que tengas un hijo como yo, pero debo pedirte algo, madre. —Detuvo lo que hacía, no se movió por unos segundos hasta que volvió, pero no me miró.

—¿Qué quieres? ¿Qué podría ser más importante que pedir perdón.

—Mañana es el cumpleaños de Evelyn, y quería...

—No. Ya te lo he dicho Matthew. No vale la pena seguir conviviendo con una mujer que no te sirve.

—Pero...

—Nada de peros, debes darme un nieto con Isabel. Luego de cumplir con eso, deberás seguir con la inutil de Evelyn.

—No le digas asi.

—¿Decirle cómo? —Se levantó de la silla. — Esa mujer te ha vuelto un desastre, eres patético por ella. Yo no cree esta cosa inútil que eres. —Tomó la foto del día de nuestra boda del escritorio — Esto Matthew no existe para ti. Ya no, existía cuando no eras estúpido e inútil, existía cuando mantenías tu maldito matrimonio como yo decía. —Lanzó la foto con rabia, se acerca a mi tomando mi rostro — Ella rompe todo lo perfecto que eres, debes culparla por todo, ella siempre será la culpable. Eres mi pequeña creación, así que deja de ser inútil y dame un nieto.

Soltó mi rostro con agresividad, azotó sus tacones por la oficina abandonándola. Intenté pararme, pero fallé al primer intento, mis piernas necesitan dejar de hormiguear, necesitaba limpiar este desastre antes de que alguien viniera. Al levantarme me sostuve del escritorio, tome aire profundo y espere unos segundos.

La puerta volvió a abrirse. Papá se quedó en la puerta inmovil mirándome, tenía esa mirada en sus ojos, la misma mirada de cuando era pequeño y mamá lo hacía, una mirada llena de pena, culpa y arrepentimiento.

—Matthew...

—Hoy no Papá. Ya no.

—Lo siento.

Esposa PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora