Capítulo 4: Mi esposa.

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Mark

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Mark. 

Quise quedarme a su lado.

Me sentía culpable por dejarla. Me hubiera gustado estar más tiempo.

Me hubiera gustado seguir sintiendo su calor y sus latidos acelerados.

Pero él nos vio. Y eso no le agradó.

Ver a otro hombre durmiendo con Evelyn no debe ser muy agradable. A pesar de que no existiera una gota de amor entre ellos.

—No puedes cruzar los límites. — Advierte. —Ella es mi esposa, recuerdalo.

—Lo sé señor, lo lamento.

No lo lamentaba. Pero él podría ir contra ella, y eso no podía ser.

—Ella te aprecia. No hagas que te despida por no controlar tus impulsos sentimentales.

Asentí agachando la mirada. Matthew toma sus cosas y camina al ascensor.

—Iré a trabajar, volveré a las cuatro. Avisa a Evelyn, necesito hablar con ella de algo importante.

—Sí señor. —Me mira una última vez antes de irse.

Suspiró colocando mis palmas abiertas sobre la mesa inclinándome hacia adelante.

Debía preparar el desayuno para ella. Y para Isabel.

Moví mi cuerpo para despertarlo, junto a unas palmaditas a mi rostro, caminé a la cocina para poder abrir los muebles y sacar los ingredientes que usaría.

Evelyn era especial con el desayuno, necesitaba algo energético y proteínico. Por lo que unas frutas, cereal con yogurt, té de naranja y pan sin orillas, son la mejor opción, suele ser bastante hambrienta, a pesar de sus dietas estrictas.

Mientras que para Isabela unas tostadas y café estarían bien. No debía preocuparme por ella, mi trabajo no era protegerla.

(💍)

—Me dejaste sola. —Su voz resonó en mi cabeza cuando dejé las cosas sobre la isla de la cocina.

Estaba despierta.

—Lo siento. — Me disculpé sin mirarla.

—Él nos vio ¿verdad? — preguntó sentándose en un banco, frente a su comida.

—Lo hizo. Y me dejó claro que eres su esposa y que debo respetar los límites.

—Jamás te he puesto límites.

Nuestras miradas se cruzaron. Ella me sonrió tomando una uva de su tazón llevándola a su boca.

Oh, Dios. Esos labios. Ese cabello, esos ojos.

Podía quedarme toda la vida mirándola, pero sus palabras vuelven a mi cabeza como un relámpago.

«Ella es mi esposa.»

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