Capítulo 34: Se ha ido.

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El dolor incesante no deja mi corazón, la presión sobre mi pecho me dificulta respirar

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El dolor incesante no deja mi corazón, la presión sobre mi pecho me dificulta respirar. Todo duele, mis ojos por las lágrimas, mi corazón es el más que duele.

No puedo creer que sea verdad.

No quiero creer que es así.

Él estaba bien, hace unos días estábamos celebrando su cumpleaños. Él no puede estar muerto. Era inexplicable, ayer me había dado las buenas noches, ¿cómo era posible que ahora estuviera muerto?

Ayer, 23:16 PM.

Estiré mi brazo hacía el mueble al lado de la cama para alcanzar mi teléfono que sonaba. Su nombre resaltaba en la pantalla, Maximilian.

—Hola...—Contesto algo soñolienta. Estaba a punto de dormirme cuando llamo.

—¿Estabas dormida?

—Casi, pero sigo despierta. ¿Pasó algo? Es tarde.

—Nada, solo quería darte las buenas noches.

—Creí que te habías olvidado.

—Más o menos, aún estoy en la empresa, tengo trabajo que hacer.

—Mmm...pues buenas noches a ti. Aunque para eso debes irte a casa a descansar.

—Lo haré, tranquila. Ahora que te he dado las buenas noches puedo terminar aquí e irme a casa a descansar. —Dice de tal manera que se siente tan bien. Tan cálido, tan agradable.

Como las palabras de un padre a su hija.

—Si me enteró que no te fuiste a descansar antes de las doce, tendremos que hablar seriamente. —Rio por mi comentario, pero cortó su risa repentinamente. La voz de una mujer se escuchó ligeramente en la llamada.

—Bueno Evelyn, debo cortar. Nos vemos mañana, descansa pequeña.

Fue algo raro, pero debe ser por trabajo.

—Nos vemos mañana.

Actualidad.

Regresé tan rápido como pude a casa, las puertas del ascensor se abrieron dejándome ver la sala. Laura llorando desconsolada en el sofá. Matthew junto a su madre aguantando las lágrimas, junto a él estaba Isabel.

Giovanni aparece en mi campo de visión caminando hacia mí.

—Dime que no es cierto. —Una parte de mi aún se negaba a todo esto.

—Evelyn...

—No es cierto... —Mi voz se quebró.

—Evelyn... —Abrió sus brazos y me estrechó en ellos, mis manos se aferraron a su cuerpo arrugado su ropa. Las lágrimas cayeron sin piedad bajando por mis mejillas, mojando su hombro.

—Él no puede estar muerto, ¿verdad? Él debe estar bien...

—Evelyn...no...él ya no está aquí.

Esposa PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora