III

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El mes de diciembre llegó y trajo consigo fuertes nevadas que sólo le hacían recordar los días en los que él observaba a Jaemin bailar su obra favorita. El lago de los cisnes. 

Se movía ligero como una pluma sobre las puntas de sus dedos, la delgada figura saltaba alto y caía suave, con la elegancia de las hojas de un cerezo. 

Jeno recordaba en imágenes vividas la simple pero enorme felicidad de visitar al amor de su vida en los camerinos del teatro. Recordaba perfectamente el rostro iluminado de su amado cuando le llevaba flores, siempre añadiendo una más en el ramo siguiente, simulando la forma en que su amor por él aumentaba a cada segundo, a cada latido. 

Cuando Jaemin fue diagnosticado con un tumor cancerígeno en el cerebro, todo cambió.

Todo excepto la adoración que Lee Jeno sentía por él. 

— ¿Hoy sí quieres tocino y huevos, amor? —Cuestionó desde la cocina, descolgando el delantal del clavo en la pared.

— Todo lo que mi Jeno cocina es delicioso. —se acercó, atando el delantal del más alto, sonriendo cuando éste lo tomó por la cintura— Jeno, estamos en la cocina. 

— Te besaría todos los días de mi vida en la cocina, como si estuviéramos en una pista de baile. —rozó ambas narices— El momento lo creas tú, Na Jaemin, tú eres la magia. 

Jaemin sonrió como el bobo más grande. 

Jeno jamás tuvo fama de romántico, hasta que conoció al chico de sus sueños, que pintó su mundo entero de rosa pastel. 

— No tienes remedio, Nono. —Dejó un beso en la nariz ajena para después tomar asiento en una de las sillas de la isla. 

— No cuando de ti se trata. –aseguró colocando el tocino sobre la sartén con aceite caliente— ¿Vas a verme cocinar? 

— Podría hacerlo todos los días, y me gustaría hacerlo cada día un poco más. —Sonrió tomando una de las rebanadas de pan que salían del tostador. 

— Y yo soy el que no tiene remedio. —Rodó los ojos, deleitando sus oídos con las carcajadas de su novio. Daría mi vida para verte reír así todo el tiempo.

Con la ayuda de Jaemin, Jeno puso la mesa, asegurándose de colocar un florero al centro, con una rosa más, como siempre. 

— Jeno, ¿alguna vez dejarás de hacer esto? —Cuestionó masticando un bocado. 

— ¿Hacer qué, amor? —Fingió demencia mientras bebía de su jugo. 

— Colocar una flor más cada vez. —sonrió embobado— Lo noto todo el tiempo, desde siempre.

— Si un día mi amor por ti deja de crecer, dejaré de hacerlo. —admitió— Pero como eso jamás podría pasar, tendrás que acostumbrarte. 

Esa tarde, Jeno decidió que la nieve les permitiría tomar un pequeño paseo en el parque más cercano. Así que mandó a Jaemin a bañarse temprano mientras él buscaba la ropa más abrigada del chico que ponía su mundo de cabeza. 

— ¿Qué planeas, Jeno Lee? —Cuestionó mientras acomodaba su gorro, verificando que se viera bien en el espejo. 

— Quiero tomar un paseo con mi novio. —se acercó por detrás besando la fría mejilla— ¿Me permitirías tal honor? 

— Te dejaría hacer lo que quieras conmigo, Jeno. —Aseguró dejándose llevar por el más alto. 

Y así fue. 

Caminaron demasiado, atravesando puentes y nevadas calles. Caminaron más allá del lago, más allá de los viejos árboles.

Ambos podrían decir, incluso, que más allá del tiempo. 

— Sabes que te amo demasiado, ¿cierto Jaemin? 

— Siento lo mucho que me amas. —sonrió— Y siento lo mucho que te amo, también. 

Compartieron un cálido beso, calentando sus corazones que estaban, tan sólo un poco, afectados por el frío del invierno. 

— Moriría por ti, Jaemin. —Tomó la delgada mano entre las suyas, más grandes y toscas. 

— Yo también lo haría, Nono. —acarició los dedos ajenos— Pero elijo vivir por ti. —Al menos mientras puedo. 

Y sonrió al besar los finos labios de su amado. Cada beso sabía a tantas cosas, que no podía decir cuáles, pero ese era definitivamente su sabor favorito.

El sabor de Lee Jeno mezclado con el sabor de Na Jaemin. 

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora