XXV

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Dos semanas sin tu alma gemela son equivalentes a una eternidad en el infierno.

Pasar cada amanecer, cada mañana, cada sol de medio día, cada tarde, cada atardecer y cada noche completamente solo deseando con cada poro tener a Jaemin a su lado lo llevaron a buscar la mejor forma de terminar con todo el sufrimiento.

Jeno sabía que ya nada ni nadie podría hacer nada por él.

Por eso, durante días la única cosa tarea que ocupó su mente fue encontrar una manera de marcharse sin dañar nada dentro suyo, pues él siempre había querido salvar vidas, sin importar si su corazón ya había dejado de latir dentro suyo.

La realidad era que había dejado de luchar desde que vio el rostro apenado del doctor en aquel hospital, se rindió desde el mismo instante en que el pequeño gorro de Jaemin se burló de él, haciéndole saber que era lo último que le quedaría de su alma gemela, de su todo.

La culpa, la soledad, el arrepentimiento, las fotos en el departamento, el aroma de Jaemin impregnado en todos lados, los vídeos en la cámara, los programas de televisión que veían juntos, las malteadas que tomaban sin falta cada fin de semana, los gatos que solían alimentar juntos, la ropa de Jaemin, los regalos que su Nana le había hecho, la ventana por la que tantas veces observaron a las personas ir y venir, los paquetes de café que Jaemin ya no podría tomar, los abrazos y besos que Jeno jamás podría darle, absolutamente todo lo estaba torturando.

Podía sentir cada dolor acuchillando desde adentro, como queriendo sacarle los órganos por la boca de tanto haber llorado mientras maldecía a Dios por haberlo condenado a terminar de ese modo.

Algún tiempo atrás, Jeno jamás habría considerado ni por un segundo terminar con su propia vida, pues su fe era demasiado grande, tanto que el sólo hecho de pensarlo habría constituido el peor pecado de todos. Su madre le había inculcado la religión y el amor a Dios, le enseñó a reconocer a Dios como su creador y salvador, por lo que Jeno creció llevando a Dios en su corazón y confiando en él para absolutamente todo.

Pero su fe terminó cuando el fin comenzó.

Cuando Jaemin enfermó, la primera acción de Jeno fue correr hasta la capilla más cercana y rezar hasta que sus rodillas parecían haberse fusionado con el suelo. Durante meses los pies de Jeno fueron de iglesia en iglesia, su boca estuvo llena de oraciones y de sus labios no salieron más que súplicas a Dios por que Jaemin mejorara.

Después de meses en los que la salud de Jaemin no hizo más que ir en caída, Jeno comenzó a cuestionar su fe, y para cuando los chequeos médicos de su amado se habían convertido en una bitácora del crecimiento del astrocitoma, la guerra de Jeno con Dios había empezado.

Pero ya nada de eso tenía importancia alguna.

A Jeno ya no le importaba esperar por la primavera, no estaba dispuesto a ver los árboles cobrando vida si Jaemin no estaría a su lado sonriendo cada vez que veía una flor recién nacida de su capullo.

Ya no le interesaba esperar por el verano, si no podría pasar esos calurosos días junto a su amado, caminando a la orilla de la playa, sintiendo como el mar acariciaba sus dedos.

Tampoco quería ver llegar el otoño, porque Jaemin ya no se giraría a verlo con una sonrisa cansada al barrer las hojas que abandonaban los árboles para posarse sobre la calle, hablándole sobre lo emocionante que era el reencuentro de Hades y Perséfone.

Y mucho menos se quedaría a ver la nieve caer cuando el invierno se anunciara, no quería volver a ver los árboles desnudos ni las calles mojadas, no quería sentir el frío viento ni los copos helados sobre su rostro. Todas esas cosas que le recordaban a Jaemin, no quería quedarse a verlas.

Por eso, se atrevió a decir una última mentira hacia Renjun, quien en su inocencia explotó de alegría al saber que Jeno estaba dispuesto a comenzar una vida solo. Se atrevió también a realizar una última llamada al escritor, después de todo, lo había prometido.

¿Hola? ¿Jeno? —La voz de Jisung se escuchó a través de la línea.

— ¿Estás solo ahora mismo? —Cuestionó observando la tina de baño a punto de llenarse.

Acabo de dejar a Chenle en la habitación. —silencio— ¿Es ahora mismo? —La voz tembló ligeramente.

— Lo siento mucho, no puedo tolerar más esto. —Admitió colocando la clavija en el contacto en la pared.

No queda más que decir adiós. —dijo con voz quebrada— Espero que puedas ver a Jaemin otra vez, dile que lo extraño demasiado.

— Lo haré. —observó la hora en la pantalla— Adiós.

Adiós.

Y la llamada terminó.

Retiró cada prenda de su cuerpo y echó un último vistazo a su rostro, encontrando en él rastros de toda la pena que lo atormentó durante catorce lunas. Hundió su cuerpo por completo bajo el agua ligeramente fría, contempló el techo repleto de dibujos hechos por Jaemin el día en que ambos decidieron mudarse juntos.

Tomó el teléfono entre sus manos una última vez y tecleó el tan conocido número en la pantalla.

119, ¿cuál es su emergencia? —Cuestionó la interlocutora.

— Un suicidio. —Respondió sosteniendo el cable con una mano.

¿De quién y en qué dirección? —Preguntó la preocupada voz.

— Mío.

Y colgó.

Colocó la pequeña nota sobre el mueble de madera, releyendo otra vez lo que había escrito para quien la encontrara.

"Baja el interruptor número dos que está detrás de la puerta del baño para quitar la electricidad, y por favor, que todo lo que sirva sea donado, es mi único y último deseo."

Pensó por última vez en Jaemin, en su sonrisa, en su rostro delicado, en sus suaves manos, en la forma tan infantil que tenía de llamarlo, en sus besos, en la forma en que bailaba siempre con una sonrisa en el rostro, en sus abrazos, en sus desayunos, en su voz, en su amor.

Cuando la primera lágrima se unió al resto del agua en la blanca tina, dejó caer el electrificado cable dentro.

Ya no había nada por hacer.

La corriente lo sacudió por completo y un extremo ardor recorrió su cuerpo entero, estaba sufriendo, sí, pero no tanto como lo haría si decidiera quedarse ahí. Se colocó en posición fetal abrazándose a sí mismo, intentando ignorar todo el dolor.

Cuando el dolor es por dentro, la cura suele estar demasiado lejos.

Quince minutos después, el cuerpo inerte de Lee Jeno fue encontrado por el equipo de paramédicos, la piel pálida repleta de quemaduras lograba desviar la atención del triste rostro. Jeno yacía en el interior de una tina de baño llena por completo de agua, con un cable de alta tensión en su interior.

Nada podría haberlo hecho sentir mejor, nadie podría haberlo ayudado, nadie hubiera podido escucharlo, nadie jamás lo entendería y nadie ya jamás lo vería sonreír.

El adiós estaba más que dicho.

ʕ•̫͡•ʔ

tengo un mensaje para ustedes, queridos lectores:

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KSKSKS, PERDÓN, Y GRACIAS. 💗

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora