XI

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Cuando Jaemin le prometió quedarse a su lado para siempre, le creyó. Y le prometió lo mismo. 

Existe una creencia popular que dice que, aunque el destino de todos está escrito, cada quien es libre de elegir el camino para llegar a él. 

Pero ninguno de los dos esperaba lo que el destino tenía escrito para ambos. 

— ¿Qué haremos hoy, amor? —Cuestionó mientras pasaba hilo dental por sus dientes. 

— Renjun vendrá a comer, te lo dije anoche. —Respondió apareciendo por detrás.

— Ha venido muy seguido. —admitió— ¿No lo aburrimos? 

— Renjun la pasa bien estando aquí, Jeno. —respondió— Además cuando no puedo seguir despierto él se queda contigo, me tranquiliza. 

Jeno suspiró cuando Jaemin se acercó para abrazarlo por detrás, y deseó con toda su alma poder recibir esos abrazos el resto de sus días. 

Pero no todos los deseos se cumplen. 

— Hay algo que no me estás contando, Jaemin. —se giró para tomar el rostro de su amado entre sus manos— Lo sé. 

Jaemin bajó la mirada, Jeno lo conocía muy bien. 

— No es nada, Nono. —fingió una sonrisa— Estoy un poco cansado, es todo. 

Jeno aceptó la respuesta de su novio, a pesar de saber que le mentía. Se había prometido a sí mismo jamás causarle dolor con sus tercos interrogatorios. 

Por la tarde, Jeno se encargó de arropar a Jaemin cuando lo notó demasiado somnoliento como para hacerlo por sí mismo. Lo cubrió con su colcha, y lo observó dormir, apreciando el sonido de su respiración. 

— No puedo decirte que quiero que me lo cuentes todo, porque temo que me apartes de tu lado. —habló, tomando la mano del amor de su vida— Porque quisiera que te quedes aquí conmigo, para toda la vida. 

Lloró sólo un poco, y se calmó a sí mismo después. 

— Sé que quisieras que nada de esto estuviera pasando. —acarició los frágiles dedos— Yo también lo deseo, solamente quiero tenerte para siempre conmigo, ¿estoy pidiendo demasiado? 

Suspiró, hablar solo le estaba causando migraña. 

Fue al baño, y tomó una ducha. Eligió usar el shampoo de Jaemin, ese día en particular, tenía la necesidad de sentir a su amado cerca suyo. 

Se vistió, usando las ropas que habían cubierto su cuerpo el día que le pidió a Jaemin ser su novio. Ese día, que se aseguraba de hacer especial mes tras mes. 

Tres toques en la puerta lo sacaron de sus pensamientos.

— Renjun, llegas temprano. —Abrió sorprendiéndose de encontrar la figura del chino. 

— En realidad llego diez minutos tarde. —aclaró dándole un vistazo al reloj en su muñeca— Traje vino, y las frituras favoritas de Jaemin. 

Jeno abrió la puerta para él, y lo dejó pasar. 

— Puedes dejarlo en la isla, el vino en la nevera. —Pidió tomando asiento en el sillón. 

— ¿Jaemin está dormido? —Cuestionó al no encontrar al chico por ningún lado. 

— Últimamente duerme mucho, más de lo normal. —soltó— Me preocupa, Renjun. 

— Sé que sí, Jeno. —tomó asiento al lado del más alto— Pero a Jaemin no le gusta hablar de ello. 

Ambos entendían de lo que hablaban, no hacía falta que se dijeran demasiado, pues daban todo por sobreentendido. Lo sabían bien. 

— Voy a preparar la cena. —Anunció. 

— Te ayudo. 

Y así lo hizo, a ratos ayudando en serio, y otros solamente observando lo habilidoso que Jeno podía ser en la cocina. Aunque Renjun se esperaba eso, puesto que Jaemin se cansaba bastante fácil al estar de pie. 

Media hora después, Jaemin despertó de su sueño, y observó con ojos llorosos la escena frente a sus ojos. 

Renjun ofrecía entre risas una prueba del platillo a Jeno, que recibía con una sonrisa aquella cuchara entre sus labios. 

— Veo que se divierten. —Habló llamando la atención de ambos. 

— Jaemin. —Soltó Renjun.

— La comida está lista, amor. —anunció Jeno— ¿Ya quieres comer? 

Jaemin sólo asintió. 

— ¿Te sientes mal? —Jeno se acercó a él— Puedo llevarte la comida a la cama, y darte de comer. 

Renjun observaba la escena congelado en su lugar, y se asustó al ver molestia en el rostro de Jaemin. 

— Puedo comer por mi cuenta, Jeno. —bufó— Sólo sirvan la comida, iré al baño. 

Y se fue. 

Jeno estuvo a punto de salir corriendo tras él, pero fue detenido por Renjun. 

— ¿Qué crees que haces? —se soltó del agarre— Tengo que hablar con él. 

— Lo peor que podrías hacer ahora es ir y hablarle, Jeno. —advirtió— Deja que se calme, y pueden hablar después, sólo pongamos la mesa. 

Jeno le obedeció, y con algunas lágrimas mojando su rostro, se encargó de servir cada plato. 

Cuando terminó, Jaemin solamente tomó asiento en el comedor. No permitió que Jeno echara su silla hacia adelante como siempre, alertando a su novio. 

— Jaemin, dulzura, háblame. —rogó— No puedo comer sabiendo que algo te pasa. 

Jaemin levantó el rostro, dejando ver que el llanto empapaba sus mejillas. 

Jeno corrió hacia él, y lo abrazó contra su pecho. Renjun luchaba por no caer en el llanto mientras comía de su plato. 

— Los dejaré solos, chicos. —Anunció poniéndose de pie. 

— Renjun, espera. —Pidió Jaemin. 

— Necesitan resolver esto, Jaemin. —aclaró— Y yo no formo parte de su relación, así que me voy. 

— Cuídate, Renjun. —Se despidió Jeno al ver al castaño en el marco de la puerta. 

— Cuídense, adiós. 

Y se marchó. 

— Tienes que decirme qué sucede, Jaemin. —pidió serio— Y no me digas que estás cansado, porque sé que no es eso. 

Jaemin bufó, aquí vamos de nuevo. 

— Estoy realmente adolorido, Jeno. —puchereó— ¿Podemos sólo ir a dormir? 

Jeno lo miró a los ojos, y comprobó que la mirada es incapaz de ocultar lo que adolece el alma. Así que arropó a Jaemin y fue el primero en caer en los brazos de Morfeo. 

— Te amo demasiado, Nono. —lloró acariciando el pecho ajeno con las puntas de sus dígitos— Y justo por eso haré esto, es el único modo en que puedo devolverte todo el amor que me has dado. 

Ahogó su llanto sobre su almohada, y habló otra vez. 

— Mereces ser feliz el resto de tu vida, amor. —se acomodó sobre el torso del mayor— Y yo he sido muy feliz contigo, me encargaré de que seas feliz, aunque no sea conmigo. 

Esa noche, Jaemin lloró hasta quedarse dormido, abrazándose al cuerpo del amor de su vida. 

Pero su vida ya tenía una cuenta regresiva en progreso. 

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora