XXXV: El fin de las despedidas

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Sus ojos aún podían ver, sus oídos seguían escuchando el zumbido del viento, palabras llenas de dolor salían de su boca; y su alma había perdido toda conexión con la vida.

Los días vacíos que estaba viviendo solamente le hacían desear haberse ido también; la vida no lo había preparado para soportar tal sufrimiento.

Finalmente se había quedado completamente solo, había perdido a todos y cada uno de sus amigos del mismo modo en que se pierde una cartera en el asiento del copiloto, al igual que cuando un billete de pronto cae del bolsillo trasero; con la misma facilidad y rapidez que hielo derritiéndose bajo el sol ardiente.

Cuando encontró el cuerpo de Chenle en el interior de la tina, Renjun no supo si llorar por haberse quedado completamente solo o si agradecer a quien fuera que estuviera a cargo de todo por haber terminado por fin con el dolor de cada uno de sus amigos.

Tras asistir al último de los funerales, lloró largas horas, durante las cuales deseó poder ver el mundo con la inocencia de un niño, rogó a los cielos para ver la muerte con ojos llenos de ignorancia y así poder ahorrarse todo el dolor que en ese momento lo estaba matando. Pero él ya era un adulto, y sus amigos se habían ido para siempre.

Y cada uno de ellos se había llevado consigo una parte de él también.

Los seis chicos habían sabido cómo arreglar sus tristezas y soledades, le habían entregado mucho más de lo que podían dar; lo justo era que se llevaran una parte de su corazón, e incluso de su alma.

Cada que el sol se ocultaba, la misma pregunta arruinaba sus noches: ¿Qué clase de ideas habrán atormentado a sus amigos hasta el último de sus alientos, como para empujarlos a terminar con sus propios latidos?

Por milésima vez, se sintió demasiado cansado como para intentar cualquier cosa, el viento frío y terso hizo el intento de abrazarlo y hacerle compañía. Porque todas las veces anteriores había tenido alguien a su lado para poder olvidar un poco sus desgracias; pero para el peor de los duelos, le había tocado llorar en silencio y abrazándose a sí mismo.

Con cada partida, no había hecho más que llorar y lamentarse por perder a uno más de sus amigos; sin poder darse cuenta de que cada uno de ellos estaba destinado a caer del mismo modo en que una fila de dominó tiende a desplomarse.

Y nadie a su alrededor era capaz de entender el horror en su llanto, nadie sabía del dolor que albergaba su alma, nadie comprendía que se sentía como una sombra en busca de algo de calor y luz.

Su madre no dejaba de abrazarlo, su padre no lo descuidaba ni por un segundo.

Sus compañeros, familiares, nuevos amigos y todos los extraños en las calles solamente lo miraban y le sonreían de vez en cuando.

No era lo que necesitaba.

Estaba llorando por sus amigos mientras deseaba que ellos estuvieran allí para consolarlo. ¿Qué demonios se suponía que hiciera?

Las calles, a pesar de estar repletas de personas, estaban vacías en su totalidad.

El más dulce de los caramelos se tornó en el más amargo de los granos de café.

El susurro más suave se volvió ensordecedor.

El canto de las aves y el viento que movía los árboles de pronto comenzaron a estorbarle.

Necesitaba beber, bailar, volar, cantar, caer, gritar; alguna maldita prueba de que la vida aún podía valer la pena.

Pero cada vez que amanecía él y su teléfono seguían extrañando las llamadas mañaneras de Chenle contándole lo que había desayunado. Extrañaba los audios de Jaemin llorando a media noche por culpa de alguna película de perritos. Echaba de menos los mini festejos de Jeno cada vez que ganaba un examen. Deseaba volver a leer alguno que otro poema de Jisung para aprobarlo como suficiente para Chenle. Anhelaba volver a ver el nombre de Mark en su bandeja de mensajes pidiendo por algún consejo para su ansiedad; y sin duda alguna, lo daría todo por volver a soportar los berrinches de Haechan.

Sabía que la única forma en que sus amigos dejarían de doler tanto era dejándolos ir. Pero él no estaba listo para olvidar todos los momentos que pasaron juntos, todas las risas y también las lágrimas permanecían tatuadas en su corazón con la tinta más indisoluble de todas.

Tal vez y sólo tal vez, si se esforzaba lo suficiente, si trabajaba hasta llorar de frustración y caer desmayado por el cansancio, lograría brillar en el enorme cielo que es el mundo.

Quizás el conocido refrán "El tiempo lo cura todo" cobraría sentido para él en la mañana menos planeada de todas, y sólo si Dios se acordaba de él todo el dolor en su pecho habría desaparecido, y ya sólo quedaría el vacío de haber perdido a sus amigos.

Pero no sabía si estaba dispuesto a quedarse a esperar por ese día.

De vez en cuando un agudo ladrido lo sacaba de sus pensamientos.

— Oh, eres tú, Daegal. —el animalito saltó a sus piernas, Renjun llevó una mano a la cabeza de su ahora mascota— ¿Tú también los extrañas, también quieres que vuelvan?

Daegal giró su cabeza antes de dar un par de vueltas para después recostarse sobre las piernas de Renjun, los últimos días, la perrita no había hecho más que dormir y aullar en busca de su dueño.

En este mundo, somos sólo nosotros.

Estaba totalmente desolado, y ni siquiera Dios parecía estarlo acompañando, el tiempo sólo miraba por la ventana la forma en que ambos corazones se rompían con el pasar de los segundos.

Pasaba más horas pensando en lo lamentable de su existir que planeando alguna cosa para su futuro. Se cuestionó miles de veces si terminar con su vida sería la única salida, ya no podía recordar la última vez abrió sus ojos para ver el mundo siendo hermoso.

Porque le quedaban cientos de noches repletas de llanto hasta consolar el sueño, así como miles de días donde necesitaría esas seis sonrisas que tanta falta le estaban haciendo.

Sabía bien que acabar con su sufrimiento era sencillo, había cientos de formas de terminar con su existencia, sólo debía tomar la decisión.

La verdadera pregunta era, ¿tenía el valor para terminar con su propia vida?

Se estaba quedando sin tiempo para tomar una decisión acertada, todas las voces en su cabeza pedían a gritos ser calladas de una vez por todas, y él estaba a punto de ceder ante sus peticiones.

No sabía dónde estaba, ni tampoco a dónde ir. Después de descubrir el verdadero significado detrás de la soledad, en su mente y corazón no tenía sentido seguir empujando a su cuerpo a avanzar, cuando era hora de dejar ir todo.

Cada noche era peor a la anterior, quería esconderse, necesitaba huir, anhelaba desaparecer; todo con tal de dejar de luchar contra cada una de las lunas, que sólo le traían la misma pesadilla.

Ni el barco más resistente de todos sería capaz de sobrevivir a la tormenta que habitaba su mente y nublaba su corazón.

Estaba perdiendo la batalla sin siquiera saberlo, parado sobre vidrios rotos y esperanzas perdidas.

¿Podía seguir adelante aún sabiendo que lo había perdido todo? ¿Podía mantener a sus amigos consigo, a pesar de haberlos perdido?

Sus amigos jamás podrían ser reemplazados, ¿debía ser el último en irse, o el único en quedarse?

En el fondo de su corazón esa pregunta ya tenía respuesta; sería el tiempo el encargado de terminar de destruirlo, o si tuviera la suerte, de sanar cada una de sus heridas.

ʕ•̫͡•ʔ

hola! a pesar del título del capítulo de hoy, quiero decirles que todavía falta una especie de epílogo que estaré subiendo en estos próximos días, sería el final definitivo de esta historia.

estoy muy contenta de ver que cada vez más personas leen mi historia 😭😭😭 y además no ha bajado del top5 en chenji, así que no podría ser más feliz.

gracias por todo, esperen por el epílogo estos días. 💗

-yuu

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora