XVI

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Después del día de la fiesta en la gran casa de Jeffrey, Haechan sólo se hizo más cercano a aquel chico de grandes ojos. 

El mayor había conseguido mudarse a un pequeño departamento en el mismo edificio que Lucas, por lo que Haechan tenía la ventaja de poder visitar a Mark cada vez que fuera a ver a Lucas. 

Mark lograba librarse de la tristeza con la que siempre cargaba cada vez que el moreno lo visitaba, era como si sus penas y dolores se esfumaran en cuanto la brillante figura de Haechan aparecía, dándole vida tal como lo hace el sol con las flores. 

Mark podría jurar que Haechan destella brillantemente. 

— Haechan. —exclamó sorprendido al abrir la puerta— ¿A qué debo tu visita? 

— ¿Vas a dejarme pasar o hablaremos en el corredor?—Cuestionó serio. 

Mark decidió dejarlo entrar. 

— Veniste ayer, Haechan… —Habló mientras tomaba una caja de jugo de la nevera. 

— No importa. —elevó los hombros— Igual quiero estar aquí. 

Mark suspiró, estaba cansado por no poder dormir. La rehabilitación resultó ser agotadora. 

— Hace calor aquí, ¿por qué estás usando una sudadera? —Preguntó con una ceja alzada. 

Mark palideció. 

— Me gusta usar sudadera. —Aseguró nervioso. 

— Siempre te he visto con mangas cortas, Mark. —Lo retó.

— Bueno, la gente cambia, ¿no? —Bebió de su jugo. 

Haechan caminó hasta él, y Mark ya veía venir la bofetada, pero el moreno sólo lo abrazó. 

— Mark, puedes decirme lo que pasa. —aseguró— No me voy a ir. 

Mark tragó duro, no estaba listo para decírselo en voz alta. 

— Pero no pasa nada. 

El abrazo era incómodo, ya que Mark no estaba correspondiendo, era sólo Haechan abrazándolo con fuerza.

— Voy a ser honesto. —suspiró— Vine aquí porque Lucas me llamó y me dijo que te vio las muñecas. 

La mirada de Mark fue a parar a sus muñecas, encontrando un par de cortes frescos en cada una, inútilmente cubiertos con vendas.

— Eso… 

— ¿Por qué no me llamaste? —lo interrumpió— Te dije que podías hacerlo, sin importar la hora. 

— No me hagas esto, Haechan… —Imploró al borde de las lágrimas. 

— ¿Hacerte qué? —Cuestionó separándose del abrazo. 

— Darme razones para vivir. 

Después de eso, Donghyuck se dejó romper en llanto. 

— ¿Cuál es tu problema, Mark? —cuestionó molesto, las lágrimas aún bajando— ¿Crees ser el único que tiene problemas y dolencias? Déjame decirte que no. 

— Haechan… —Se acercó al otro para intentar calmarlo, pero Haechan dio dos pasos atrás. 

— No, Mark. —lo calló— No puedes llegar y decirme que no te dé razones para seguir aquí como si yo fuera un problema para ti. 

Mark se apresuró a negar. 

— No eres un problema para mí, Haechan. —negó— Eres demasiado brillante y vivaz, tienes tanto por lo cual vivir, tu futuro se ve brillante. —explicó— Pero yo miro hacia adelante y no logro ver nada. 

El llanto del otro paró en seco. 

— ¿No ves nada? —Cuestionó incrédulo. 

— Soy un estorbo, Haechan. —lloriqueó— Mi propia madre me echó de casa al hacerme saber que no le importaba, que no me quería. 

El moreno sintió tristeza por el otro, pero debía mantenerse firme si quería ayudar a Mark. 

— Escúchame bien, Mark. —habló firme— Todos los hijos merecen tener unos buenos padres, pero no todos los padres merecen a sus hijos. —se acercó al otro para abrazarlo con suavidad— Tú no tienes la culpa de haber tenido a esa mujer como madre, tampoco tienes la culpa de todo lo que has pasado hasta ahora. 

— Soy una escoria. —Soltó Mark. 

Haechan le pegó un zape en la nuca. 

— Cada vez que digas algo así te voy a golpear. —Amenazó. 

— No puedo dejar que estés conmigo. —Se alejó del otro. 

— Mírame bien, Mark. —pidió— ¿Me ves asustado de ti? ¿Ves que sienta pena por ti? —el otro negó— ¿Entonces? 

A pesar de haber cientos de cosas que ver, la mirada de Mark no podía abandonar esa vieja alfombra gris. 

— Es más fácil que yo te arrastre conmigo a este agujero a que tú me saques. —admitió con tristeza— No estoy dispuesto a arruinar tu vida. 

— No arruinas mi vida, Mark. —Bufó. 

— No puedes verlo, que es distinto. 

— Incluso si estuvieras arruinándome la vida, es mi decisión, Mark. —enfatizó— Nadie toma decisiones por mí. 

— La gente se arrepiente de sus decisiones. —Mark miró al otro a los ojos mientras jugaba con sus dedos. 

— Eso es porque no piensan bien antes de decidir. —explicó— Pero yo no necesité pensar demasiado, mi mente y mi corazón se pusieron de acuerdo al instante. 

La vista del más alto se volvió borrosa, pero aún así lograba ver el destellante brillo del moreno. 

¿Es Haechan demasiado brillante para mí?

Su corazón latió con fuerza, y su mente estaba clara por primera vez en mucho tiempo. Llenándose de valentía, tomó una decisión de la que esperaba no arrepentirse. 

Con pasos firmes y decididos, avanzó hasta el otro, abalanzandose hacia adelante atrajo el cuerpo ajeno con una mano y estampó sus labios con los del otro. 

Para sorpresa de Mark, los labios de Haechan se movieron, invitándole a seguir con el beso. Pasó ambas manos por los brazos del moreno, encontrando su lugar en la cintura del otro, dejándolas ahí mientras sentía las manos de Haechan subir por su cuello y acariciar su nuca. 

Mark se sintió a punto de llorar cuando Haechan lo abrazó con fuerza después de terminar el beso, como si no quisiera separarse de él. 

Así fue como el primer día de febrero, Mark lo besó por primera vez. 

No fue un beso violento, ni mucho menos entrelazaron sus lenguas. 

Fue mucho más intenso que eso. 

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora