XIII

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El ring ring de la alarma lo despertó de sus sueños, llevando sus pies hasta el baño para tomar una ducha. Sacó del armario el conjunto negro que usaría para esa misión, colocándolo sobre su cuerpo. 

Antes de salir, se aseguró de dejar su habitación completamente limpia y ordenada. 

Esa habitación que dentro de poco tiempo dejaría vacía, con nada más que malas memorias dentro. 

Tomó su mochila y la colocó sobre sus hombros, caminando hacia la oficina del hombre al que consideraba su padre. 

— Es hora, Jeffrey. —Anunció. 

— Quisiera poder ir contigo, Mark. —Se lamentó. 

— No sabemos si Rose planea algo en contra tuya, déjame hacer esto. —Pidió. 

— Las instrucciones ya te las di, el armamento también, entonces Mark, ¿estás listo? —Miró atentamente al menor. 

— Me siento como niño con juguete nuevo. —sonrió— Ese rifle es increíble. 

— Solamente haz lo que te pedí, evita cualquier contacto directo. —se acercó para abrazarlo— No seas terco, hazme caso. 

— Seguiré el plan al pie de la letra. —aseguró— Volveré por la tarde. 

— Cuídate, Mark. 

— Adiós, Jeffrey. —Se despidió. 

Salió de la casa, despidiéndose de todos con un simple movimiento de cabeza. 

Y se subió al Jeep, sintiéndose invencible y extrañamente poderoso mientras las llantas pisaban el pavimento. 

Respiró el aire con fuerza, tratando de sentirse vivo, y cuando divisó la enorme mansión a la distancia, puso su plan en marcha. Se sentó sobre el pasto y tomó su computadora, donde se encontraba todo el trabajo que se había encargado de hacer durante tres semanas. 

Hackear el sistema de seguridad de un narcotraficante puede resultar realmente complicado, pero lo logró. 

En tan sólo cuarenta y cinco minutos, intervino las señales de las cámaras de seguridad, así como las cerraduras de todas las puertas de la casa. También se encargó de manipular el sistema de parlantes. 

El paso uno había comenzado. Así que con una enorme sonrisa tomó su micrófono y sus audífonos. 

— Sal de tu escondite, maldita sabandija. —empezó, jugueteando con el cable en sus manos— Cuando dije que mi territorio era sólo mío, debiste haber prestado atención. —sonrió tomando su rifle en manos, colocándose boca abajo—  Saca tu culo de ahí, Rose Lee. 

Paso dos, listo. 

La delgada figura hizo presencia en el balcón principal de la mansión, la furia adornando su rostro. 

Mark pudo leer los labios del pelirrojo. 

Jeffrey

— Así que conoces al dueño de tus pesadillas. —se burló— Es bueno que sepas quién manda, si tan sólo hubieras demostrado lo mismo. 

Afinó su visión a través de la mira del arma, y una vez estuvo seguro, jaló del gatillo. 

Un disparo limpio en el hombro. 

Tres hombres armados y vestidos de negro acudieron al auxilio del herido. 

Paso tres, completado. 

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora