XXXVI: Epílogo

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Cuatro años después.

Habían pasado solamente cuatro años, pero él sentía que llevaba mil eternidades sin ellos.

Las despedidas habían pasado de tal modo que él no pudo darse cuenta hasta que se encontró en completa soledad, acompañado únicamente por la pequeña cachorra que seguía aullando a la luna para tener de vuelta a su dueño.

Cuatro años después de la tragedia de su vida, a fortuna de los dioses, ya no se encontraba sólo en compañía de sus demonios.

—¿Puedes sostenerla, amor? —pidió la mujer con una sonrisa mientras apartaba un par de cabellos de su rostro- Voy a ver esas flores.

— Claro. —Tomó a la pequeña dormida entre sus brazos y depositó un suave beso en su frente.

Mientras observaba la delgada figura vestida de amarillo perderse entre los coloridos y frondosos arbustos junto a la pequeña bola de pelos blanca, recordó con claridad todos esos días hermosos y brillantes en los que había sufrido tanto que olvidó lo que significaba ser feliz.

Haber regresado al lugar que vio nacer y morir la época más fugaz de su vida había logrado revivir las llamas ocultas en las cenizas aparentemente apagadas.

Porque los primeros días todavía se detuvo a contar los días que llevaba extrañando a sus amigos, pero en algún punto se detuvo al darse cuenta de que pasaría el resto de su vida luchando contra esas seis ausencias que le pesaban en lo más profundo de su alma.

Pensar en lo cruel de su pasado lo hacía sufrir y derramar amargas lágrimas que le quemaban la piel, porque por más que lo intentara o lo deseara con todas sus fuerzas, no podía cambiarlo.

Las primeras semanas fueron las peores, no podía dar un sólo paso sin pensar en esos seis chicos por los que seguía de pie luchando por sus sueños, las lágrimas que bajaban por sus mejillas eran la evidencia de que todavía esperaba por que alguno de ellos volviera para llevarlo de vuelta a casa.

Con cada paso que daba, estaba un paso más lejos de dónde debía estar. Pero él no sabía a dónde tenía que ir, y no había una brújula que le indicara un camino a seguir. Su brújula había tenido la forma de seis chicos que lo dejaron cuando su centro magnético dejó de coincidir con el de la tierra.

Creyó que no existía una manera de seguir adelante sin sus amigos.

Sin embargo, la mañana menos esperada de todas, tras haber pasado de cientos de noches llenas de llanto, penas y gritos ahogados, Renjun comprendió que sus sueños no estaban tan muertos como parecían, entendió que los sueños que había dibujado con sus amigos bajo la luz de las estrellas todavía podían hacerse realidad.

Y justo cuando Dios parecía haberlo abandonado en el infierno, la oportunidad más grande de todas apareció enfrente suyo.

Porque formar parte de la academia de ballet más grande de Tokio es una oportunidad que muy pocos tienen.

Fue prácticamente arrastrado por sus compañeros y profesor, y cuando menos lo pensó, sus pies paseaban por las transitadas calles de la capital japonesa.

Un país nuevo, un idioma diferente y una cultura completamente desconocida, era demasiado para alguien como él, que apenas conservaba los ánimos suficientes para mantenerse erguido y respirando.

Hubo muchísimos días en que la felicidad se divertía y maravillaba al alejarse de él mientras Renjun corría deprisa tras ella; pero era completamente inútil, pues la luna y el sol jamás serán capaces de ser uno solo en el mismo cielo.

Pero un día el eclipse llegó en forma de la bailarina de ballet más hermosa de todas.

Decidió aferrarse a ella aún si esa pequeña esperanza no significaba ninguna certeza; después de todo, no le quedaba nada más que perder.

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora