XVII

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Risas, aplausos, gritos, pasos, murmullos, chasquidos provenientes de besos nada inocentes, cubiertos rayando con las charolas, cucharas y mochilas cayendo al suelo, charlas animadas e incluso un par de peleas invadían los pobres oídos de Jisung esa tarde.

Odiaba, detestaba y aborrecía la forma en que todos parecían tener algo por lo que reír despreocupadamente, o tal vez sólo se lamentaba por su mala suerte.

Cerró los ojos con fuerza intentando alejar cada sonido de su mente, sin éxito alguno. Caminó hacia cualquier lugar lejos de todos esos ruidos, encontrando un lugar adecuado debajo de un árbol solitario.

Dirigió su mirada hacia nada y todo a la vez.

El clima era cálido sin llegar a ser bochornoso, simplemente rayando en lo agradable. Los árboles parecían comenzar a cobrar algo de vida, tornándose ligeramente verdes. Todos los estudiantes parecían estar demasiado ocupados en sus dispositivos, sin poder despegar sus ojos de las brillantes pantallas, tal como lo hacían todos los días.

Tomó su teléfono en manos, echándole un vistazo a la hora, terminando por ver también la fecha.

Suspiró, el quinto día del segundo mes del año había llegado.

Abrazó sus piernas contra su pecho cuando las memorias comenzaron a caer como granadas en su mente.

— Jisungie~ —canturreó— Despierta, hoy es un día muy especial.

Un Jisung de cinco años se encontraba en su cama cubierto por sus frazadas de Winnie Pooh, sonriendo bajo la manta al escuchar la voz de su madre, pero sin moverse aún para evitar que alguien descubriera que ya estaba despierto.

— Jisungiee~ —subió al colchón, colocando ambas manos sobre el pequeño cuerpo para hacerle cosquillas a las que el niño respondió con dulces carcajadas— ¿Sabes qué día es hoy, bebé?

— Es mi cumpleaños. —Respondió con una sonrisa que achicaba sus ojitos.

La puerta fue abierta, dejando ver a su padre, que con una enorme sonrisa entraba a la habitación con un pastel en sus manos.

— Pide un deseo, amor.

"Quiero que todos mis cumpleaños sean así, aunque además de Jaemin también pueden venir mis amigos del futuro, también quiero un cachorro, y que mami cocine muchos hot cakes para mí."  Y sopló las velas.

Jisung sintió mucha pena por el niño de ese recuerdo, quería abrazarlo y decirle que jamás podría ver su deseo hacerse realidad. Tal vez así, jamás se haría demasiadas ilusiones acerca del futuro.

Porque la realidad en la que él vivía ya no tenía a su madre para hacerle hot cakes por las mañanas, su dulce madre ya no lo observaba comer con una enorme sonrisa, ni tampoco dejaba besos sobre su cabeza cuando terminaba su desayuno.

En su realidad, su padre ya no despertaba temprano cada cinco de febrero para preparar una sorpresa para él, tampoco batallaba para poder ocultar el pastel de él desde la noche anterior a su cumpleaños, mucho menos lo cargaba haciéndolo girar en el aire.

En la cruda y cruel realidad de Park Jisung, su madre había muerto debido al cáncer y la extrañaba cada día un poco más. Mientras su padre, en medio del dolor y la cobardía, había decidido dejarlo a su suerte con tan sólo doce años de edad, obligándolo durante años a rogar por su amor, pidiendo por una caricia, por un abrazo, para que lo sostuviera con fuerza en sus días más difíciles.

Pero Jisung fue abandonado con un gran agujero en su interior, por el cual se drenó todo lo que alguna vez había sido. Quedando a la esperanza de un día encontrar un alma nueva, que con suerte, lo haría sentirse completo.

De palabras y versos | nct dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora