Capítulo 29

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Abigail

—Déjame sacarte de aquí. — me dice, su aliento rozando mis labios. — Te llevaré a donde estés a salvo. — vuelvo a sorber mi nariz y él aleja la humedad de mis mejillas con sus pulgares. — ¿Te gustaría que haga eso?

Mi corazón se encoge, y exhalo profundamente en un intento de liberar la presión en mi pecho para poder hablar, pero mi garganta no responde y no logro hacer fluir las palabras, así que solo asiento con mi cabeza.

—Muy bien. —emite en un respiro a la vez que se pasa una mano por el cabello mojado para apartarlo de su frente. — Vayámonos, entonces.

Con el final de sus palabras, cierro mis ojos en cuanto percibo como las sombras oscuras comienzan a crearse desde nuestros pies hasta crecer por nuestro alrededor, y envolvernos por completo.

Un par de segundos pasan, y las sombras se evaporan en cuanto un rebote ocurre bajo los dos.

Entonces, vuelvo a abrir mis ojos cuando siento una nueva oleada de calor acariciar mi piel y la lluvia dejar de caernos encima. Mi mirada recorre la estancia a la que nos ha traído, y una sensación cálida sucumbe mi pecho.

Es una habitación de hostal, de esas pequeñas y acogedoras que se encuentran un lado de la carretera en medio de la nada. Cuenta con una cama matrimonial, un sillón para 1 a un lado de la ventana, un televisor viejo sobre un mueble de cajones y a un lado se encuentra un reducido baño.

—Nadie nos encontrara aquí. — me dice al notar mi escrutinio por el lugar — Este sitio es...el único en la tierra privado de energía, será imposible que alguien nos localice.

La luz es escasa, lo único que nos ilumina son las ampolletas bajas de unas lámparas en los veladores a cada lado de la cama, y lo otro es...una chimenea

Mis ojos capturan las llamas de fuego quemando lentamente la leña y me vuelvo incapaz de poder desprender la vista. La acción causa un sonido parecido al repasar de las hojas de un libro, y mi mente se pierde por un largo momento en la imagen.

Los recuerdos se reproducen sin detenerse...

—Tesoro. — la voz de Mathea me saca de mi ensimismamiento como si hubiera oído un chasquido frente a mí. Parpadeo un par de veces para volver al ahora, y mi mirada vuelve desconcertada a la suya. Su ceño está fruncido, sus ojos están cargados de preocupación, y se desvían de mí hacía la chimenea con inquietud. —¿Está todo en orden?

Un suspiro me abandona y por poco no me sale la voz: —Si, yo...

—Voy a apagar la chimenea. — da un paso al costado, comprendiendo de lo que se trata

—No, está bien. — lo detengo para tranquilizarlo. —No la apagues, tengo frío. — agrego, realmente lo que me provoca ''frío'' es la sensación de la ropa mojada contra mi piel.

—¿En serio? — asiento con mi cabeza. — ¿Quieres tomar una ducha?

Un escalofrío me recorre con la idea, la verdad es que sumergirme en agua caliente no suena para nada mal.

—Eso estaría bien. — respondo, sintiéndome extraña por alguna razón. — Si, eso voy a hacer.

Se supone que debería comenzar a moverme y dirigirme hacía el baño, pero mis pies se mantienen estancados en su lugar. No me muevo de mi posición, me quedo de pie allí en silencio sin ser capaz de hacer nada y ni siquiera comprendo el porqué.

Mathea no aparta sus ojos de mí, él también como esperando a que haga lo que dije que iba a hacer, pero al darse cuenta de que parezco complicada con hacerlo, su mirada adquiere un aire nuevo.

PERDICIÓN (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora