Capítulo 3

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Salgo casi corriendo de esa oficina, buscando alejarme lo que más pueda de todo lo que queda dentro de ella. Apenas soy capaz de ver con claridad por la cantidad de lágrimas que se escurren por mis ojos, mi nariz está tapada, mi pecho arde, y mi garganta está obstruida por un nudo que no me deja respirar.

Escucho la voz de Azazel llamarme mientras corro hacía el final de pasillo y vuelvo a subir por las escaleras por las que llegamos a toda velocidad. Quiero volver a mi habitación lo antes posible, quiero encerrarme allí de nuevo y no salir jamás, quiero volver al pasado y nunca haber salido de ella en primer lugar.

Me toma lo que se sienten kilómetros estar de vuelta en el ala este, pero cuando lo estoy, camino a paso rápido de regreso a aquel cuarto; mientras avanzo por el pasillo, intento respirar profundo y limpiarme el rostro con las manos, intento calmarme, pero mi cabeza está vuelta un manojo de nervios y sentimientos encontrados, y con cada respiración que tomo, el aire me falta aún más.

Entro al cuarto y me quedo de pie en la mitad, tragando saliva, cubriendo mis ojos con cada palma y con la cabeza ligeramente levantada; siento como si el mundo diera vueltas, como si todo el tormento que había experimentado hace tres días estuviera multiplicado por mil y uno; ahora, siento como si me hubieran arrancado el corazón del pecho y lo hubieran lanzado a un pozo de lava.

Las palabras de Mathea se repiten en mi cerebro una y otra vez, el cómo intentó engañarme de nuevo, cómo soltó en mi rostro que siempre fue parte de su plan entregarme, que gracias a él seguía viva, y que no le importaba en lo absoluto lo mucho que sufriera por ello. Quiero golpearme por haber sido tan estúpida, no puedo creer ser tan ingenua...

Todo tiene sentido ahora, maldita sea.

Expiro con fuerza, un gemido de pena se me escapa en el proceso, me siento tan débil, me siento tan agotada...

La imagen de su mano sobre mi cuello, ahorcándome, se reproduce en mi cabeza. La frialdad en su mirada, su tono macabro, el repentino interés que surgió en su voz cuando mencionó qué es lo que haría para lastimarme en lugar de matarme. Mi Mathea nunca me habría lastimado...

"Nunca fue tuyo, entiéndelo de una vez''

Un sonido incoherente brota de mi garganta, y me llevo las manos hacía la boca para cubrirla, al tiempo que boto aire por la nariz. No quiero escuchar mis propios lamentos, no quiero que nadie me oiga.

"No hagas ruido. No dejes que te escuchen"

Entonces, un par de brazos fuertes y protectores se envuelven alrededor de mi cuerpo.

La calidez que me embarga al sentirlos hace que me desmorone aún más, pero al mismo tiempo, un sentimiento de confort sucumbe entre los rincones helados de mi pecho, su toque reconfortante y fraternal hacen que me derrita completamente y deseé fundirme para siempre.

—Está bien, cariño.— la voz dulce y suave de Azazel susurra cerca de mi oído, el nudo en mi garganta se aprieta con fuerza.— Llora todo lo que quieras, tienes el derecho.

Mi amigo acomoda mi cabello gentilmente detrás de mi oreja, sus brazos se enroscan con más ímpetu en mi cuerpo, como queriendo hacerme saber que no va a soltarme con facilidad.

—É-él dijo q-que...— balbuceo con dificultad, ni siquiera estoy segura de qué es lo que intento decir.—E-él...

—Lo sé, es un imbécil de mierda.— termina por mí.— No merece ni una sola lágrima que derrames por él.

Trago saliva con dificultad, el nudo no se diluye ni un poco, es más, crece vigorosamente. Sus palabras, por más que entiendo sus intenciones, no me hacen sentir mejor en ningún sentido.

PERDICIÓN (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora