—¿Dónde está?
Pregunto en dirección a Azazel, quién suelta su labio inferior, desvía la mirada y se cruza de brazos para luego encogerse de hombros:
—No tengo ni la menor idea, Saril se lo llevó luego de lo que los ángeles saltaron sobre él, pero no sé a dónde.
Siento mi corazón latir con fuerza contra mis costillas, mis puños están apretados sobre la tela del camisón sin mangas que traigo puesto, mi mandíbula cada vez se siente más tensa. Pese a que no he podido dejar de pensar en aquel bastardo desde que desperté aquí, y a todas las ganas que tengo de gritarle, no estaba segura de cuando iba a ser la próxima vez que lo volviera a ver.
—¿Por qué piensas que está buscándome?— aclaro mi garganta, mi voz se siente inestable ante la simple idea de reencontrarme con él luego de todo lo que ha pasado.
El demonio alza las cejas en mi dirección
—Porque el cabrón sabe que despertaste.
—¿Y que con eso? Si ese fuera el caso, habría venido apenas...
—Diablos, Abigail, no tenemos el tiempo para esto.—me interrumpe sacudiendo las manos.— Lo que debemos hacer es sacarte de aquí ahora mismo.
Bajo la mirada a mis pies descalzos. No, no quiero ir a ningún lado. El hecho de seguir ocultándome me parece más repulsivo que mi misma, de no enfrentarlo cara a cara o de simplemente buscar una respuesta clara y concisa de su parte, por más que me quiebre en mil formas distintas, se me hace inaceptable. Aunque la idea me aterre, o me haga sentir incluso más odio del que ya siento hacía él, no puedo permitirme a mi misma el ser igual de cobarde que lo que él fue.
—No.— niego con mi cabeza, mi cuerpo lleno de valor.— Voy a ir yo misma por ese hijo de perra.
Intento pasar por el lado de Azazel para irme, pero él me sujeta por el hombro para detenerme.
—Abby, piénsalo bien.—me dice.—Todo lo que pasó es mucho para procesar, solo han pasado tres días, es entendible si no estás lista aún.
Trago saliva con disimulo, tiene razón, no lo estoy, pero si estoy furiosa, si me siento jodidamente traicionada y engañada, y ahora mismo, eso es todo lo que me guía para funcionar.
—Necesito hacerlo...—murmuro, más hablando para mí misma que para él.— Necesito que me mire a los ojos y me diga el por qué.
Mi amigo sacude su cabeza:—Es peligroso, la energía demoníaca aún no se asienta en él...
—No me importa.
—Es mucho peor que el Mathea de antes, no tiene vida en los ojos, Abigail. Tienes que recordar que tiene a 7 príncipes del infierno en su interior, no va a actuar o a responder de ninguna manera que te esperes.
—Nunca lo hizo.— mascullo con voz determinada, recordando los momentos del pasado.— Y no le tengo miedo.
Azazel me mira durante un par de segundos más, quizás pensando que no es una buena idea, que no sabe por qué hago lo que hago, pero no me interesa; ahora mismo, todo se siente como el momento indicado para salir de esta habitación y no solo enfrentarme a él, sino al resto de mis días también.
—De acuerdo.— acepta por fin.— Vamos, te ayudaré a guiarte en este lugar.
Asiento con mi cabeza, soltando aire con fuerza para aligerar la tensión en mis músculos. Rodeo al demonio para dirigirme hacía la puerta que está entre abierta, y él me sigue de igual manera.
Mis alas se contraen por sí mismas cuando atravieso el marco para no golpearse en un acto fugaz. Me detengo durante un instante para mirarlas sobre mi hombro, sin entender como logran reaccionar solas, su forma acampanada está cubierta por una cantidad incontable de plumas brillantes que me ponen los cabellos de punta.
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PERDICIÓN (#2)
FantasySECUELA DE ''DESTRUCCIÓN'' ''El dorado de su iris luce despiadado, la sangre que salpica en su rostro y alas la hacen ver más siniestra, más aguerrida, más letal... En medio de la brisa, y de toda la tempestad, nuestros ojos se encuentran, y el vací...