Capítulo 27

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Mathea

El caos se absuelve como una ola destructiva.

La intensidad de su grito libera una onda expansiva que me empuja con brutalidad lejos de ella, salgo disparado de mi posición hasta que mi espalda choca contra una muralla y quedo perplejo y desorientado por el ímpetu de su energía.

En aquel instante, el tiempo se ralentiza.

Y en ese corto momento, observo en cámara lenta el tamaño de la devastación que se está generando en el interior del banco.

El ambiente está sumergido en oscuridad, la potencia de la ira y el dolor se enciende ferozmente en forma de llamas de fuego que escalan por las paredes y se desliza por los suelos como serpientes venenosas arrastrándose por doquier. Pedazos enormes de hormigón se desprenden desde el tejado producto del incendio, otro estallido retumba cerca y me cubro el rostro con el antebrazo al sentir el vidrio de los ventanales explotar una vez más.

El desconcierto ofusca mi mente y me impide reaccionar antes, pero parpadeo un par de veces para regresar al presente y vuelvo a colocarme de pie deslizándome hacía arriba. Mi mirada viaja a través de la estancia con suma lentitud y cuidado, una bocanada de aire se expulsa de mis pulmones en el proceso, y algo muy similar al pánico se siembra en mi organismo cuando visualizo la situación.

Los ángeles y demonios se encuentran volando de aquí para allá de forma desesperada intentando evitar el fuego y el concreto que se derrumba con exasperación, pero también con impaciencia buscando conseguir algo que al principio no logro comprender. Sin embargo, solo en ese momento, le hago caso a los sonidos que no había prestado atención antes por todo lo demás.

Agudizo mi audición, y allí oigo con una repentina atención los gritos, los llantos descontrolados y los alaridos de tortura, oigo desorden y desesperación, y así de exorbitantemente, mi cabeza reconoce y recuerda.

''Los humanos'

De tanto pensar en Abigail y en lo que le ha sucedido, olvidé que ellos siguen aquí, y que lo que las legiones están haciendo es luchar con vehemencia por romper las esposas que los mantienen sin escapatoria y poder salvarlos.

Un golpe de poderío llena mis venas y no pierdo más el tiempo.

Me impulso con velocidad hacía el aire y esquivo los bloques de cemento que caen de golpe en un intento de acelerar el proceso que los demás tratan de conseguir. Me acerco a las personas que están esposadas en el fierro de la escalera y comienzo a romper las esposas con mi espada, hago lo posible por apresurarme, pero una sensación de impotencia hunde mi pecho cuando diviso a varios de ellos con pedazos enormes de cristales enterrados en sus cuerpos. 

Intento hacer caso omiso al presentimiento que nubla mi mente por un corto segundo, y me obligo a no aflojar por nada del mundo.

Otra detonación causa un fuerte estruendo y otra corriente de fuego comienza a incinerar los pisos superiores a nosotros. 

—Por favor, Abigail... —murmuro con los dientes apretados sin rendirme. Hay que liberar a los rehenes ahora o quedaran atrapados en el incendio que está generando.

El humo llena el espacio e impide la vista, el lugar no deja de sacudirse y se escuchan golpes por doquier producto de los derrumbes. Comienzo a desesperarme con cada segundo que pasa, y al cabo de unos minutos que se sienten como horas, enfoco a Lilith venir volando apresuradamente en mi dirección en cuanto me ve.

Pienso que va a darme buenas noticias, pero lo que me dice no ayuda para nada mi estado mental.

—¡No hay salida! —grita con dificultad debido al desastre a nuestro rededor, un recorrido de sangre le cae por la frente, asumo que producto del escombro. — ¡El infeliz escapó y bloqueó las putas salidas!

PERDICIÓN (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora