Capítulo 32

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Abigail

Cierro mis ojos, resoplando con frustración mientras lo veo marcharse.

Un martirio de emociones me embargan, por un momento pienso en seguirlo, pero luego me pregunto: ¿para qué? ¿qué es lo que debo explicarle? No obstante, no logro mermar la sensación de querer hacerlo entender que las cosas no sucedieron así como las ve en su mente.

Sin embargo, un nudo se instala en mi garganta al saber que sería un intento inútil, pues no es que pueda negar nada de lo último que me dijo.

Me quema por dentro el saber que tiene razón con respecto a lo de Mathea, pero me enferma todavía más el hecho de haber sido tan insensata como para haberlo apartado completamente de mi cabeza sin rigor alguno, necesitando incluso de un tercero que me lo recordara para darme cuenta de lo imprudente de mi comportamiento.

Trago saliva con dureza, decidiendo comenzar a caminar. No sé a dónde me dirijo, no conozco un lugar en el Cielo en el que sea bien visto estar, así que solo guío mis pasos sin dirección alguna mientras un sentimiento de agotamiento me embarga al tener una cosa más de la que preocuparme en mi cabeza.

Me gustaría comenzar a enumerar prioridades, ser capaz de enfocarme en una sola cosa a la vez dependiendo de la importancia que le corresponda, pero en mi mente todo es un nudo, un enredo de situaciones y problemas que se entrelazan entre sí y que no me dejan ordenar mis ideas para saber cómo proceder.

Respiro hondo. Me gustaría ser la Abigail de hace un par de semanas. Pese a todo, por lo menos sabía más o menos organizar sus movimientos. Ahora ni siquiera sé a dónde diablos estoy caminando.

Ignoro el dolor en mi pecho mientras doblo una esquina y atravieso un pasillo que me lleva al jardín del castillo. El sol me abriga la piel una vez salgo, y el aroma floral me inunda el olfato mientras avanzo a través de las grandes y hermosas plantaciones, el agua que corre por las fuentes y esculturas crea un ligero sonido a través de la brisa que corre y los pajaritos que pían, generando un ambiente cálido y agradable que internamente agradezco.

Me termino sentando en una de las bancas, creo que es la misma en la que alguna vez me senté con Madre a conversar hace un tiempo. Me pregunto que será de ella, y recuerdo sus palabras la última vez que nos vimos. Todo tiene sentido ahora.

Me quedo un rato allí, en el jardín, tratando de acomodar mis pensamientos en silencio total, pero no estoy segura de lograrlo, hasta que veo a un par de ángeles pasar a la distancia por lo que me coloco de pie para marcharme y que no me vean.

Regreso a pasos rápidos a mi habitación, ya han pasado unas horas desde que hablé con Derik, sin embargo, no puedo ahuyentar sus palabras de mi mente aún. Y como si fuera poco, el lío psicológico empeora cuando al dirigirme a mi cuarto, me topo con el príncipe del inframundo encaminándose en la misma dirección.

Un nudo se forma en mi garganta. Las palabras del ángel caído vuelven y me golpean como un torbellino, el resentimiento crece nuevamente y los recuerdos comienzan a bombardearme uno a uno. Recuerdo todos los gritos, todo el llanto, todo el sufrimiento y la angustia que alguna vez vivimos, y es todo tan brutal que me deja aturdida en mi lugar.

Cuando me ve, noto como me estudia con cuidado por un momento, y no sé qué expresión es la que tengo, pero rápidamente veo como su gesto cambia a uno un poco más serio al darse cuenta que algo me sucede.

Lo miro y no digo nada. No sé si estoy molesta o no, la verdad, no sé muy bien qué me pasa con él en estos momentos, pero no puedo emitir palabra alguna, y él lo percibe, así que solo se hace a un lado para permitirme caminar primero, y de dicha forma lo hago.

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⏰ Última actualización: Mar 07 ⏰

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