SECUELA DE ''DESTRUCCIÓN''
''El dorado de su iris luce despiadado, la sangre que salpica en su rostro y alas la hacen ver más siniestra, más aguerrida, más letal...
En medio de la brisa, y de toda la tempestad, nuestros ojos se encuentran, y el vací...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Frío.
No me muevo, respiro con lentitud, intento no parpadear. La paz y el silencio que me rodea se siente como un manto de protección, todo a mi alrededor es cálido y tranquilo.
Mi madre acaricia mi cabello con ternura mientras reposo mi cabeza en sus piernas, absorbo de su calor con la única intención de no despertar. Nos miramos entre ambas, y le sonrío débilmente.
—Te quiero.— le digo, ella sonríe y aparta un cabello fuera de mi rostro.
—Yo te quiero a ti.—me responde dulcemente.—Con todo mi corazón.
Frío.
—Te extraño mucho, mamá.
—Yo también a ti, mi niña.—un nudo aprieta mi estómago.—Pero tienes que ser valiente.
Niego con la cabeza, mordiendo mi labio inferior con fuerza para evitar llorar:
—Ya no puedo ser valiente, mamá.—le digo.—Antes podía, cuando todo era más normal, pero ya no.
Un suspiro abandona sus labios y eleva los ojos al cielo. Solo puedo mirarla desde mi posición, admirando la belleza de su perfil, mi madre siempre ha sido tan hermosa.
—Tiendes a subestimarte, Abby, yo no te crié así.
—No me subestimo, mamá, me odio.
Sus ojos marrones vuelven a mirarme al escuchar mis palabras, por un momento, creo que va a regañarme por lo que dije, pero en su mirada no hay ni un rastro de enojo, solo pena.
—Tienes demasiado potencial para odiarte a ti misma, para no saber de lo que eres capaz.
—De lo que era capaz.— la corrijo, porque esa es la verdad, ya no tengo las habilidades que tanto amaba y que me hacían sentir tan única.
Cada vez hace más frío.
Mi madre vuelve a suspirar con decepción por no poder hacerme cambiar de opinión, y de repente, me siento culpable por arruinar el momento que compartimos. Nos quedamos en silencio otra vez, sus dedos siguen peinando mi cabello y ahora cierro mis ojos, exhalando para aligerar la tensión.
—¿Mamá?
—¿Si?
—¿Puedes cantar para mí?
Una risita abandona sus labios, y no puedo evitar sonreír al escucharla.
—Claro.— carraspea ligeramente, y luego comienza a susurrar una balada dulce y cariñosa— Voy creciendo despacito, no quiero hacer tanto ruido...Que mi espíritu de niño, no se asuste con sus gritos...
Escucharla me llena el pecho de algo suave y cálido. No puedo evitar sonreír mientras la oigo cantar para mí, como cuando era más pequeña y me hacía dormir.