Capítulo 1

195 20 9
                                        

En el presente...

En el presente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Frío.

No me muevo, respiro con lentitud, intento no parpadear. La paz y el silencio que me rodea se siente como un manto de protección, todo a mi alrededor es cálido y tranquilo.

Mi madre acaricia mi cabello con ternura mientras reposo mi cabeza en sus piernas, absorbo de su calor con la única intención de no despertar. Nos miramos entre ambas, y le sonrío débilmente.

—Te quiero.— le digo, ella sonríe y aparta un cabello fuera de mi rostro.

—Yo te quiero a ti.—me responde dulcemente.—Con todo mi corazón.

Frío.

—Te extraño mucho, mamá.

—Yo también a ti, mi niña.—un nudo aprieta mi estómago.—Pero tienes que ser valiente.

Niego con la cabeza, mordiendo mi labio inferior con fuerza para evitar llorar:

—Ya no puedo ser valiente, mamá.—le digo.—Antes podía, cuando todo era más normal, pero ya no.

Un suspiro abandona sus labios y eleva los ojos al cielo. Solo puedo mirarla desde mi posición, admirando la belleza de su perfil, mi madre siempre ha sido tan hermosa.

—Tiendes a subestimarte, Abby, yo no te crié así.

—No me subestimo, mamá, me odio.

Sus ojos marrones vuelven a mirarme al escuchar mis palabras, por un momento, creo que va a regañarme por lo que dije, pero en su mirada no hay ni un rastro de enojo, solo pena.

—Tienes demasiado potencial para odiarte a ti misma, para no saber de lo que eres capaz.

—De lo que era capaz.— la corrijo, porque esa es la verdad, ya no tengo las habilidades que tanto amaba y que me hacían sentir tan única.

Cada vez hace más frío.

Mi madre vuelve a suspirar con decepción por no poder hacerme cambiar de opinión, y de repente, me siento culpable por arruinar el momento que compartimos. Nos quedamos en silencio otra vez, sus dedos siguen peinando mi cabello y ahora cierro mis ojos, exhalando para aligerar la tensión.

—¿Mamá?

—¿Si?

—¿Puedes cantar para mí?

Una risita abandona sus labios, y no puedo evitar sonreír al escucharla.

—Claro.— carraspea ligeramente, y luego comienza a susurrar una balada dulce y cariñosa— Voy creciendo despacito, no quiero hacer tanto ruido...Que mi espíritu de niño, no se asuste con sus gritos...

Escucharla me llena el pecho de algo suave y cálido. No puedo evitar sonreír mientras la oigo cantar para mí, como cuando era más pequeña y me hacía dormir.

PERDICIÓN (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora