Capítulo 33. El concierto

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Esa noche dormí en el sofá, si es que se le podía llamar «dormir» a dar vueltas sin parar mientras veía las horas del reloj pasar. Por la mañana escuché la puerta de la habitación de Dallen abrirse y mi corazón empezó a latir con fuerza esperando que se parase delante de mí para hablar.

Pero, después de unos largos minutos, con los ojos cerrados sin escuchar ningún paso, los abrí y sentí el peso del vacío en mi estómago. Después de aquello pude dormir por lo menos una hora más, hasta que la voz de Leo me despertó.

—¿Cómo estás?

Leo me acercó una taza de café con leche recién hecho que yo acepté con una ligera sonrisa.

—He tenido noches mejores.

—Sabes que si quieres puedes quedarte la habitación de nuevo. El sofá no está tan mal.

Negué con la cabeza y di un sorbo largo, sintiendo el alivio reconfortante del calor en mi garganta. Leo ya me había propuesto el cambio de habitación, pero no me parecía algo justo. De todos modos, aunque no había sido capaz de sincerarme con mi madre, la idea de volver a casa seguía en mi cabeza.

Lo que no sabía era si aprovecharía la llegada de Tessa para irme con ella o volvería a casa. De todos modos, fuera cual fuera la decisión haría que esa situación precaria no durara mucho más.

Aunque muy en el fondo era consciente que albergaba aún la esperanza de que todo aquello se quedara en una horrible pesadilla. Y que, al despertarme por la mañana, Dallen volvería con dos latas de café helado en sus manos y volveríamos a estar como al principio.

Pero el sol hacía horas que había salido, no había café helado por ningún sitio y ni la pesadilla se había desvanecido.

—¿Vas a venir esta noche? —Lo miré frunciendo los labios. Se refería al concierto de los «nuevos amigos» de Dallen.

Torcí el gesto.

—No tengo otro remedio —mascullé— Me toca trabajar.

—Sabes que si se lo pides te dejará el turno libre. Creo que también trabaja ese otro chico.

—Lo sé, pero ya me he escaqueado suficientes veces y esta noche va a haber mucho trabajo —suspiré y dejé la taza en un pequeño hueco que quedaba libre en la mesita—. Me mantendrá ocupada y así no tengo que dar una excusa para no sentarme con vosotros en primera fila. Por cierto, no hemos hablado de Simon.

Leo alzó las cejas, sorprendido.

—¿De Simon?

—Sé que vino a pedirte disculpas. O al menos eso espero.

Leo alzó ligeramente una de las comisuras de sus labios y desvió la mirada al frente.

—Sí, que había bebido y justo en el momento en el que le iba a besar, vio a uno de sus amigos de siempre. Un hetero normativo de manual.

Cuando Decidas Saltar ⚠️ ¡27/11/23 en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora