Nora no sabe decir que no.
Quizás es por eso que, sin darse cuenta, se verá inmersa en un viaje con el chico arrogante de ojos verdes al que apenas conoce, pero que pondrá todo su mundo patas arriba.
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Dallen no tiene nada que perder.
Quizás e...
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Dallen condujo la furgoneta en silencio, y con una sonrisa que no podía ocultar, unos cinco minutos hasta que llegó al final de un camino por el interior del bosque. Yo no podía dejar de pensar en que acababa de confesar que yo le gustaba y mi estómago no se había recuperado desde entonces.
—¿Dónde vamos? —pregunté al bajar de la furgoneta.
—Cuando te fuiste a por Gabin di una vuelta por el bosque y encontré este lugar —Me hizo una señal para que lo siguiera por un camino de tierra estrecho y le hice caso—. He supuesto que te gustaría verlo.
Aunque era de noche, se veía bastante bien por la luna llena. Por suerte, el destino no estaba mucho más lejos, porque me sentía un poco insegura en ese sitio de noche.
—Tienes muy buena orientación. Yo no hubiera sabido encontrarlo.
Dallen amplió su sonrisa y paró en seco, provocando que casi me tropezara con él.
—Por suerte para ti, Mapache.
—¡He dicho que no me llames...!
Pero antes de que pudiera terminar la frase, Dallen se hizo a un lado con una carcajada sonora y yo me quedé con la boca abierta, contemplando aquel paraje escondido. La luz de la luna llena iluminaba un claro del bosque con el sonido del agua del río de fondo. Era una imagen sacada de un libro de bosques encantados, de una historia de fantasía.
—Ven.
Su mano se entrelazó con la mía y me arrastró hasta escalar por unas piedras de alrededor del río. Cuando estuvimos encima de una roca plana, se sacó los zapatos y dejó que sus piernas cayeran hasta tocar el agua con los pies.
—Es precioso —solté, imitándolo y sentándome a su lado.
El agua estaba helada. Pero después del primer contacto, mi piel empezó a acostumbrarse a aquella temperatura. Sonreí al pensar que era un poco lo que me había pasado a mí con ellos.
—¿En qué piensas?
Volteé la cabeza y lo descubrí mirándome. Sus ojos brillaban con el reflejo del agua y su sonrisa había desaparecido dejando paso a aquella expresión tan típica de él. Levanté de forma sutil la comisura de mis labios y volví a centrar mi mirada en mis pies.
—Pensaba en esto. En el viaje. En las palabras de Gabin... —sentí como su cuerpo se removía a mi lado al pronunciar su nombre.
—¿Qué te dijo Gabin? —inquirió.
—Que había cambiado, que no era la misma Nora de siempre.
Levanté la mirada hacia el cielo y dejé que las estrellas me apaciguaran por dentro.
—Yo no creo que hayas cambiado —Sus palabras volvieron a captar mi atención—. Supongo que el miedo no dejaba ver quién eras en realidad. Solo eso.
