Capítulo 24. Límites infranqueables

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—Mira, Norita —Tessa sacó la brocheta del fuego y me enseñó su nube quemada y un poco derretida por el calor—. Esta eres tú después del beso de ayer.

—¿En serio, Tess? ¿Otra vez? —pregunté fingiendo estar molesta, aunque las dos sabíamos que no era así.

Había empezado con las bromas sobre el beso entre Dallen y yo por la mañana. Incluso durante la hora de la comida —con él delante —había hecho algún que otro comentario vergonzoso con un frankfurt de por medio.

—Yo solo intento que abras los ojos.

Le envié una mirada asesina y puse mi brocheta al fuego que había improvisado Gabin en la chimenea de esa casa. Era casi como si estuviéramos en una hoguera en verano, pero en otoño, de día y solo nosotros tres; Dallen había vuelto a desaparecer, Cordelia se había ido a descansar un rato y Simon y Leo habían ido a dar una vuelta mientras Gabin, Tessa y yo disfrutábamos de nuevo de tiempo juntos como cuando éramos pequeños.

Con la diferencia de que ya no lo éramos.

Después de la conversación de la noche anterior, Gabin volvía a ser casi el mismo y la distancia que habíamos notado parecía haberse reducido. Los dos habíamos admitido que las cosas habían cambiado y, aun así, Gabin se esforzaba en intentar volver a la normalidad conmigo.

—La verdad es que ese beso fue hasta vergonzoso.

—¿Tú también, Gabin? —repliqué arrugando la nariz en su dirección.

—Si quieres que te diga la verdad, Nora... —Gabin arqueó las cejas y ladeó la cabeza— Fue incómodo.

—Pero valió la pena solo por la cara de Cordelia —rio Tessa—. ¿De verdad vas a ser capaz de dejarlo pasar?

La miré y afirmé con la cabeza. Era algo que me había planteado repetidas veces y siempre llegaba a la misma conclusión; Dallen tenía otras prioridades en su vida. Y aunque él también sintiera cosas por mí, estaba claro que aún no había superado la muerte de su madre y, además, estaba tramando algo.

Por mucho que lo pensara, era una ecuación dónde no entraba yo ni con calzador.

—No es tan sencillo.

—He dormido contigo, Norita —La comisura de sus labios se elevó en una sonrisa pícara—. Sé que no has dejado de moverte en toda la noche y seguro que no ha sido por pesadillas...

Arrugué la nariz y volví a poner otra de las nubes en el fuego.

De acuerdo. Tessa tenía razón y apenas había podido dormir nada esa noche recordando el calor de sus labios y su torso desnudo debajo de mis dedos... Pero la realidad seguía siendo la misma.

—Con Dallen todo es... Complicado —repetí, viendo cómo se quemaba mi trozo de nube—. Nos acabaríamos haciendo daño, o mejor dicho, me lo acabaría haciendo a mí.

Cuando Decidas Saltar ⚠️ ¡27/11/23 en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora