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—Mierda.
Introduje con rabia la tarjeta de visita en el bolsillo de mi chaqueta y salí apresurado de aquel lugar.
Encontrar ese sitio era como buscar una aguja en un pajar. Había ido a veinte psicólogos de los veintitrés que había en la lista de mi abuelo, pero nada. Empezaba a pensar que encontrar a aquella mujer era imposible y que el plan de mi abuelo era una completa mierda.
Golpeé el muro de piedra con mi puño con tanta fuerza que noté el escozor de la piel al rasgarse. Pero me daba igual. Llevaba meses preparándolo todo, buscando entre las cosas de mi abuelo para entender sus misteriosas notas y conseguir resolver lo que él no pudo en vida. Lo que él me había suplicado cuando había ido a verlo en el hospital horas antes de que me dejase.
Me senté en el suelo de la calle, apoyando mi espalda en el mismo muro en el que había impactado mi puño, estaba cansado y agotado.
Una mujer mayor pasó por mi lado y noté su miraba de desprecio recorrer todo mi cuerpo. Seguro que creía que era un mendigo, pero ni siquiera me importó. Solo deseaba una cosa en esos momentos: no equivocarme de nuevo.
De verdad pensaba que aquel era el definitivo, era el que mi abuelo había subrayado en la lista y tenía todas las esperanzas de poder encontrar el inicio del hilo del que tenía que tirar. Sin embargo, solo había malgastado cuarenta y cinco minutos absurdos contando una parte de mi vida a una desconocida. Volví a pasarme las manos por la cara, desesperado.
¿Y si no era ninguna de esa lista? ¿Y si mi abuelo no tenía ni idea?
Saqué la libreta y taché ese último lugar. Solo quedaban tres más por mirar, pero mi optimismo estaba por los suelos. Suspiré y cerré los ojos. Si no lo encontraba solo me quedaba una opción. Una opción que me había prometido no escoger, pero que cada vez parecía la única salida si quería cumplir mi promesa.
Mi maldita promesa.
—¡Joder! —grité, ignorando que me encontraba en medio de la calle y que toda la gente a mi alrededor me miraba.
Me levanté del suelo, saqué una tarjeta gris de mi cartera y suspiré al recordar cómo aquel hombre misterioso se había acercado hasta a mí, en el entierro de mi abuelo, y me dio esa tarjeta con solo una frase que no paraba de retumbarme en la cabeza.
«Si quieres respuestas. Búscame»
Pero, por mucho que las quería, ese hombre me había dado muy mala espina. Pero a estas alturas, la opción de pedirle ayuda no era tan disparatada... Podía perder tiempo y dinero buscando los tres últimos sitios o ir directamente allí.
¡A la mierda!
Empecé a caminar decidido, cuando me pareció ver el reflejo de Leo y Nora a través del escaparate.
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Cuando Decidas Saltar ⚠️ ¡27/11/23 en físico!
أدب المراهقينNora no sabe decir que no. Quizás es por eso que, sin darse cuenta, se verá inmersa en un viaje con el chico arrogante de ojos verdes al que apenas conoce, pero que pondrá todo su mundo patas arriba. ༺♥༻❀༺♥༻ Dallen no tiene nada que perder. Quizás e...