Capítulo 23. Jugando con fuego y cenizas

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Me había costado unas cuantas súplicas, pero finalmente Tessa había accedido a dejar atrás su obsesión por dejarme a solas con Dallen y había accedido a cambiarse por él.

—Esta noche dormimos juntas, pero si cambias de opinión... —abrió la nevera pequeña de la habitación y metió una botella de licor de melocotón dentro, su favorito.

—Espero que me hayas comprado un poco de zumo.

—Sí, de melocotón —contestó, rebuscando en su maleta sin mirarme—. De melocotón destilado.

—¡Tessa! —repliqué.

Tessa se giró hacia mí y zarandeó un zumo pequeño de manzana.

—Tranquila, aunque depende de cómo vaya la noche, tendrás que beber del de melocotón.

—¿Qué tienes planeado para esta noche? —pregunté cruzando las piernas encima de la cama.

—Carga esto.

Tessa, ignorando mi pregunta, volvió a rebuscar en su maleta hasta sacar un pequeño altavoz cilíndrico de color azul eléctrico, de bastante mala calidad, y su cargador para enchufarlo.

—Lo he comprado aquí —aclaró al tirármelo para que lo cogiera al vuelo—. Un poco de música animará el ambiente.

—¿Qué ambiente?

Suspiré y enchufé ese altavoz a la corriente. Estaba claro que por mucho que le preguntara, Tessa no iba a contarme nada. Y eso me daba mucho más miedo que tener que beber de ese licor.

Me quedé observándola mientras doblaba una manta gris y la ponía en su bolsa de viaje, que había vaciado previamente.

—¿Has visto a Gabin? —pregunté, mordiéndome el labio mientras Tessa acababa de llenar la maleta con unas bolsas de patatas y unos vasos de plástico.

Llevaba rato debatiendo conmigo misma si debía contarle lo que me acababa de pasar con Gabin, o era mejor callarme y dejarlo estar. No quería que aquello la hiciera sentir incómoda o rompiera más aún nuestra amistad.

Gabin me había reprochado que había cambiado. Pero la verdad era que todos lo habíamos hecho; Tessa, aunque seguía siendo la persona rebelde y sin pelos en la lengua que conocí, era aún más sociable de lo que había sido Gabin en el instituto y Gabin... Gabin no era el mismo. El Gabin del instituto no me hubiera besado nunca.

La imagen de sus labios pegados a los míos me encendió las mejillas.

—Desde la cafetería de mala muerte, no —Tessa frunció el ceño al mirarme, seguramente por mi color incandescente de piel—. ¿Qué ha pasado?

—Verás...

—¿Ha pasado algo con el «buenorro de hielo»?

Negué con la cabeza, me hacía gracia que lo siguiera llamando así incluso ahora que lo había conocido.

Cuando Decidas Saltar ⚠️ ¡27/11/23 en físico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora