Entre setos y arbustos

270 17 45
                                    

—40—

Cuando llegaron al Ministerio, tal como lo dijo Shacklebolt, Audrey los esperaba en la entrada del Departamento de Aurores. La muchacha, como de costumbre, llevaba consigo una pequeña montaña de pergaminos, y una vuelapluma se movía de un lado al otro sin parar. Los aurores ya presentes estaban ensimismados en sacar sus propias conjeturas sobre qué trataría esa misión tan urgente, pero Percival solo estaba enfocado en los ojos cafés de detrás de las gafas.

— ¡Audrey! —Exclamó Percy, llamando la atención de varios. — ¿Te encuentras bien? —le preguntó, acariciándole el brazo.

En el momento en que fue consciente de su acto reflejo, se separó de ella unos centímetros, y preso de la vergüenza, desvió su mirada al suelo para evitar cualquier contacto visual de su hermano, que ya sabía cuál sería su expresión burlona. Además de la mirada traviesa que le daría Ron, también quería evitar la mirada de la chica. Había invadido su espacio personal, y quizás no eran lo suficientemente cercanos para ello. «¿Cómo pudiste hacer eso?» Se preguntó en su fuero interno.

—Sí, Percy, estoy... bien. —Respondió la muchacha entrecortadamente con un tono rosado decorando sus mejillas.

— ¿Qué sucede? —le preguntó Harry a Audrey, en un intento de sacar al chico Weasley de esa situación cuasi incómoda.

—Kingsley y Brooks volvieron a Estados Unidos. Hemos descubierto algo y... fueron inmediatamente. Yo estoy aquí para reunirlos y llevarlos al lugar indicado.

—Con eso no nos estás diciendo nada. — le respondió Ron de manera tajante. — ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué nos necesitan?

—Me temo que eso se los contará Steven, el Presidente de...

—Sí, ya sabemos quién es. —la interrumpió de nuevo, bufando disimuladamente. Percy lo miró con el entrecejo fruncido, pero a Ron no le importó en lo más mínimo.

En cuanto el grupo terminó de completarse, Audrey sacó de su bolsito un cepillo para el cabello, e indicó que todos se sostuvieran de él, y en tan solo un par de segundos, tocaron suelo americano.

Para sorpresa de todos, no se encontraron con los lujosos pisos lustrados y brillantes del Ministerio de Magia, ni con las hermosas esculturas de piedra que giraban a saludarte cuando pasaban cerca de ellas, ni mucho menos se toparon con la tan apetitosa y elegante mesita repleta de aperitivos que tanto amaba Ron y Vincent. A diferencia de todo aquello, se encontraron rodeados de hierba tierna y fresca de un verde intenso y chillón, repleto de árboles frondosos y setos de todos los colores con combinaciones que jamás creyeron que existieran. Entre estos últimos, habían carpas de campaña, una al lado de la otra como si de una excursión se tratase.

Más de uno se quedó boquiabierto y con las cejas enarcadas, sorprendidos ante la vista que tenían frente a ellos. La voz de Audrey sonó lejana para aquellos que estaban ensimismados en la belleza de la naturaleza que les rodeaba, pero el grupito de Harry, Ron y Percy se acercaron de inmediato al vislumbrarlos a lo lejos. Brooks, Shacklebolt, Growney y Smith, se hallaban conversando en un medio círculo, parecían no haberse percatado de la presencia de los nuevos. El rostro de Austin Brooks era áspero y frío, sus ojos castaños ligeramente entrecerrados, estaban enfocados en un solo sujeto, con el entrecejo fruncido. Edward Smith parecía regocijarse con la incomodidad de Austin, manteniendo una sonrisa falsa y mostrando una postura superior a todos los que lo rodeaban, con la barbilla ligeramente erguida y con los brazos cruzados, guardando sus manos debajo de sus axilas.

—¡Oh! Hasta que llegan. —exclamó Steven Growney, abriendo los brazos en modo de bienvenida. —Díganme, ¿qué opinan de esa belleza?

Extendió lentamente su brazo hacia la derecha, apuntando al horizonte al que ninguno de ellos se había detenido a contemplar. A lo lejos, se podía divisar un enorme castillo de granito sobre un inmenso monte, erguido fuerte y prepotente, generando aquella misma sensación de excitación y emoción que le producían a Harry cada vez que contemplaba algo mágico. Alrededor de éste, una espesa corona de nubes nebulosas, blancas, espesas y pomposas, permanecían en constante movimiento, como si se tratase de una especie de danza elegante que sólo ellas conocían. Desde donde estaban, se podía vislumbrar la entrada a aquel imponente castillo, flanqueada por dos enormes estatuas de marfil, una de mujer y otra de un hombre. La construcción tenía aproximadamente ocho pisos y contaba con una torre en cada esquina, un amplio estanque se ubicaba justo detrás de él y más allá, se veía una especie de campo de Quidditch muy similar al de Hogwarts.

Harry Potter Después de la Guerra (Vol. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora