Rapto

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—¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! —Rogaba Neville casi desesperadamente, siguiéndola por todos lados en la cocina.

—Ya te he dicho que no. —Le respondió Hannah con calma, mientras hacía que los platos volaran hacia la olla rebosante de salsa y se llenaran casi por completo.

—¡Oh, vamos! ¿Qué debo hacer para que digas que si? —Insistió el muchacho con el mismo tono desesperado.

—Neville... ¿es que no entiendes? ¡No soy amiga de Harry, ni de Ginny! ¿¡Cómo puedes pretender que asista a su boda, sin siquiera ser una conocida!? —Exclamó con impaciencia. —Incluso... recuerdo haberme burlado de él en cuarto año... —Susurró suavemente. Neville entrecerró los ojos, sin poder creer aquello.

—¿Tú fuiste una de los Hufflepuff que se burló? —Hannah asintió suavemente.

—Solo estaba siendo fiel a mi casa. —Se defendió, mostrando una pequeña sonrisa. —Esa debería ser razón suficiente para que no me quieran allí.

—¡Pero eso pasó hace siglos! —Exclamó Neville, con fastidio. —Harry ni se debe acordar de eso. Además, ya les he hablado sobre ti, y no ha mencionado nada de eso. Vamos... di que sí. —Pidió por sexta vez en el día. Hannah, cansada, suspiró pesadamente.

—¿Qué no te cansas de preguntar? He dicho que...

Hannah no pudo culminar la oración, a causa de que la puerta de la cocina se abrió de repente, con violencia. El rostro enfurecido de Madame Rosmerta los observó desde el umbral, con el entrecejo fruncido.

—¡Basta de tanta cháchara y pónganse a trabajar! ¡Neville, trae esos platos!

El muchacho, cuyo rostro se había enrojecido como la salsa de los platos, asintió levemente y se dispuso a marchar con cinco platos volando tras él, repletos de espaguetis con albóndigas. Hannah lo observó salir de la puerta, un poco encorvado a causa de la vergüenza, y luego se giró hasta fijar la vista en su olla. Si Neville seguía insistiendo de aquella forma, quizás terminaría por convencerla.

Neville sirvió el último plato, y en el momento que se giró, quedó completamente sorprendido de ver a su amigo en la barra. No podía negar que el uniforme le quedaba perfecto. Las personas a su alrededor demostraban respeto, y gracias a eso, también se había ganado una cerveza de mantequilla por cuenta de la casa. Por un instante, sintió un leve arrepentimiento por haber dejado el Cuartel General, pero en realidad, solo se debía al respeto que representaba ese uniforme. Quizás, algún día, él usaría algo especial, digno de ser respetado también.

A paso lento se acercó e intentó tomarlo por sorpresa, pero cuando estaba a menos de medio metro de él, Ron se giró abruptamente y comenzó a reír a carcajadas.

—¡Mejor suerte para la próxima, Nev! —El chico negó con la cabeza divertido, y ambos se abrazaron.

—¿Qué haces por aquí? ¿No deberías estar en el Ministerio?

—Estoy en mi descanso. —Explicó, mientras le señalaba el asiento contiguo, para que Neville se sentara. El muchacho lo miró dubitativamente, y preocupado, desvió la mirada hacia madame Rosmerta, que estaba en el otro extremo hablando animadamente con un cliente. —Vamos, no se enfadará. Ya le pedí permiso por ti.

Neville se sentó, más relajado, y observó a su amigo atentamente.

—¿Pasó algo? ¿Y Harry?

Ron negó rápidamente, sacudiendo sus manos.

—No, no pasó nada de eso. —Dijo con una suave sonrisa en sus labios. Neville lo observó expectante.

—¿Por qué me miras con esa cara? —Preguntó al notar el atisbo de alegría en el brillo de sus ojos. —¿No deberías estar almorzando con Hermione?

Harry Potter Después de la Guerra (Vol. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora