Velada

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—26—

—Tranquila, Ginn, todo estará bien.
Harry y Ginny se encontraban a solas en la planta baja del Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. La sala, era tan blanca inmaculada como todas las demás a las que Harry había entrado.

—¿Ganamos? —Preguntó con voz preocupada. —Me aseguré que la quaffle entrara en ese maldito aro.

—Estás en una sala del hospital, con tus huesos del cráneo hechos añicos, ¿y preguntas que si ganaron? —Harry meneó la cabeza.

—Quiero saber si ha valido la pena. —Le respondió, mostrando una pequeña sonrisa en sus labios.

—Sea cual sea el resultado, debes saber que sí ha valido la pena. —Le remarcó Harry mirándola profundamente a los ojos. Le tomó la mano y le acarició el dorso con su pulgar. —Han... empatado. —Le dijo al fin, sosteniéndole la mirada. —La buscadora búlgara atrapó la snitch, pero... los puntos...

—Ha valido la pena. —Volvió a decir. Cerró los ojos, y se recostó más relajada.

—¿Te sientes mejor?

—Sí Harry, ahora que me has dicho el resultado.

Harry meneó la cabeza, en forma de desaprobación.

—¿Cómo es que te importe tanto el resultado? Estás en el hospital por ese maldito idiota.

—Solo quería asegurarme de no haberlo estropeado todo en mi primer partido. —Confesó, manteniendo los ojos cerrados.

—No podrías estropearlo ni aunque quisieras. —Le aseguró, acariciándole la mejilla. —Apenas entraste, comenzaron a organizarse mejor, y los pasaron en los puntos. Si han podido conseguir un empate hoy, es gracias a ti. No hay duda en ello.

—Gracias Harry.

Harry le besó los labios cuidadosamente, y la examinó con detenimiento, observando cada peca de su rostro.

—Sabes... verte bajando de esa manera... y con la sangre en tu rostro... te juro que jamás tuve tanto miedo de que algo malo te pasara.

—Has enfrentado al mago más poderoso que ha existido jamás... ¿y sientes miedo por un poco de sangre en mi rostro? —Le preguntó, con el mismo tono de voz que él había empleado antes. Harry se rió entre dientes y le besó la mano.

—Aún no lo has pillado, ¿cierto?

—¿Qué? —Le preguntó en tono de desconcierto.

—Tú eres lo más importante que tengo.

Ginny le observo los ojos, y vio que le brillaban con cierto destello que no había visto antes, ni en él ni en nadie. Y entonces, comprendió que sus palabras eran realmente profundas, y sonaban completamente diferentes de aquella vez en la que Michael Corner se lo dijo en los jardines del colegio cuando apenas era una chiquilla. Era Harry Potter, el niño del que llevaba enamorada hace tiempo, el niño al que intentó olvidar saliendo con otros chicos, el mismo Harry Potter que le rompió el corazón cuando comenzó a salir con Cho Chang... le estaba desnudando sus sentimientos más puros en aquella sala del hospital. Se enderezó de la camilla con precaución, tomó el rostro del chico con ambas manos y lo besó con frenesí, como si fuera la última vez que lo haría. Harry no pudo contenerse ante el contacto, y se inclinó sobre ella, quedando casi recostado. Le sostuvo la cintura con fuerza, sus respiraciones comenzaron a agitarse y la sensación de éxtasis empezó a deslizarse por su torrente sanguíneo, expandiéndose a cada parte de su ser. Le sujetó con cuidado la cabeza, mientras ella seguía hundiendo sus dedos en la cabellera azabache para profundizar el beso. Le mordió el labio inferior con fuerza, y Harry gimió ante el dolor, pero siguió besándola con la misma intensidad, apretándole cada vez más fuerte la cintura, apegándose más a su cuerpo, hasta que un minuto después, el molesto golpeteo en la puerta hizo que se detuvieran. Ambos despegaron sus labios cautelosamente, conteniendo sus respiraciones. Se miraron a los ojos, ambos estaban sonrojados y sonrieron como si fueran un par de pequeños niños.

Harry Potter Después de la Guerra (Vol. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora