Los Botes

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―19―

La música lenta terminó en el instante que se besaron. Las luces se encendieron y el ritmo musical fue cambiado por uno mucho más dinámico, similar al punk muggle, y todos los alumnos volvieron a bailar desenfrenadamente, más Ron y Hermione se quedaron estáticos, mirándose el uno al otro. Ron estaba tan colorado como su cabello, y se rascó la nuca nerviosamente, sonriéndole ligeramente avergonzado. En un par de segundos, comenzaron a ser golpeados y empujados por los movimientos de algunos chicos que estaban bailando a su alrededor. Para evitar aquello, él la tomó de la mano y se abrieron paso entre la marea de alumnos hasta llegar a la mesa, que en ese momento se encontraba vacía.

—¿Quieres una bebida? —Ella asintió, aun sonrojada. —Te traeré cerveza de mantequilla, ¿te parece bien? —Ella asintió nuevamente y él se alejó con una boba sonrisa.

A los pocos minutos volvió y se sentó a su lado. Le entregó el vaso y él de un solo sorbo se terminó el contenido. Disimuladamente se desajustó el moño que le adornaba el cuello y se atrevió a mirarla por primera vez.

—Hermione... ¿te parece si vamos a los jardines para conversar en privado? —Le preguntó casi a los gritos para hacerse oír por sobre la música. Ella volvió a asentir y ambos, tomados de las manos, salieron a los jardines.

Los jardines estaban adornados por pequeñas lucecillas tenues amarillas flotantes, las rosas estaban todas encantadas para que permanecieran abiertas y pomposas, y unos pequeños destellos coloridos les brotaba al instante en que alguien pasaba cerca de ellas. Algunas parejas ya se encontraban allí, unas simulando hablar, otras intentaban besarse sin cohibiciones, pero el profesor Flitwick con un movimiento de varita separaba a los enamorados rápidamente, porque el hecho de estar en un baile de graduación, no quitaba que se encontraban en un colegio, con reglas y normas que seguir. Caminaron por un par de minutos hasta llegar a un rincón levemente iluminado, para quedar completamente a solas. Durante el trayecto a Hermione no le había dejado de palpitar estrepitosamente su corazón contra el pecho, la había besado, pero sin entender por qué se sentía tan nerviosa como aquella vez que él le pidió ser su novia. Quedando cara a cara, Ron le acomodó uno de los rizos traviesos en vano, porque al segundo, volvió a quedar en el mismo lugar que antes.

—He... encontrado esto, en mi cuarto del ministerio. —Y de dentro del bolsillo de su túnica, sacó un pequeño tumulto de cartas ordenadas y atadas con un listón dorado. —Las leía cada noche. —Confesó, agitándolas frente al rostro de Hermione. —Para rememorar cada conversación que mantuvimos en la distancia. —Ella le sonrió, tímidamente. —¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque cada vez que me planteaba hacerlo y me acercaba a ti, estabas recordando cosas, cosas que te hacían tener dolores de cabeza, y sabía que estabas sufriendo y... yo solo no... no quería empeorar las cosas y...

Pero Hermione no pudo continuar porque Ron tomó su cara entre sus manos y la besó con ímpetu, y poco a poco, posó una mano en su cintura y la atrajo más hacia él. Ella respondió al beso con la misma intensidad, enterrando sus dedos en su cabellera como hace tiempo no hacía, mordisqueándose de vez en cuando, y solo pararon de besarse porque necesitaban respirar. Ambos estaban sonrosados, sintiendo sus labios palpitar y arder ante la ferocidad en la que se los habían devorado.

—Hermione... ¿quieres ser mi novia, por segunda vez?

Ella soltó una risita y volvieron a besarse, pero esta vez fue un beso mucho más suave y paulatinamente se separaron. Comenzaron a caminar abrazados por los caminos entre el jardín, y Ron le contó poco a poco sobre todos los sueños que había tenido sobre ambos juntos, besándose en más de una ocasión y a juzgar que sus sueños generalmente se entremezclaban con los recuerdos perdidos, tenía una vaga certeza de que aquello quizás no fueran simples sueños, y fue entonces cuando en su mesa de noche en su cuarto del ministerio encontró un montón de cartas apiladas y poco a poco los recuerdos le fueron llegando de una manera mucho más suave que los demás. Mientras conversaban, un relámpago iluminó el cielo y un milisegundo después, comenzó a llover. Ron le pasó su túnica por encima de ella y ambos entraron corriendo al castillo, para volver a unirse a la fiesta. Dentro, los alumnos graduados no se inmutaron ante los fuertes truenos que resonaban fuera, porque allí la música sonaba demasiado alta y la diversión era la reina de la noche. Las Brujas tocaron enérgicamente y todas las chicas estaban descontroladas, sobre todo Ginny, que no dejaba de moverse al compás de la música junto a Harry, y el grupo solo se detuvo, dejando a los instrumentos tocándose por sí mismos, para que los estudiantes se tomaran las fotografías del baile de graduación.

Harry Potter Después de la Guerra (Vol. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora