La Revelación

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―7―

Luego de una hora, la castaña seguía tumbada en la cama. Se había quedado dormida de tanto llorar, hasta que unos golpeteos suaves en la puerta la despertaron. Lentamente se incorporó, y con la voz más normal que pudo, habló.

— ¿Quién es? — Preguntó despreocupada.

— ¿Puedo pasar?

Ese sonido. Esa voz... su voz. Era la voz que menos quería escuchar en ese momento. Tardó en responder. Se miró al espejo y su imagen no era la más bonita. Intentó acomodarse un poco el cabello, pero lo dejó más enmarañado que antes. Frotó sus ojos y entreabrió la puerta.

— ¿Qué quieres?

—Quería saber si podemos hablar.

En su voz sintió dolor y pena. Ante esto, sucumbió.

—Está bien. —Aceptó.

De mala gana dejó entrar al pelirrojo. Éste pudo ver sus ojos hinchados y el rostro rosado y su mirada decaída, que por más que ella lo intentara, no logró ocultar. Sintió un dolor en el pecho, pues sabía que él era el causante, pero allí estaba firme para intentar justificarse, y con suerte, ella lo entendería.

—Hermione... hay una razón por la que quiero ser auror. — Dijo tomando sus manos con las suyas. Él buscaba su mirada, más ella sólo se limitaba a mirar el suelo.

— ¿Y bien? Dime cuál es Ronald. —Preguntó molesta, esquivando sus penetrantes ojos azules. Él dio un pesado suspiro.

—Quiero serlo para vengar a Fred. —Ella dejó de esquivarlo, castaño y azul se encontraron. —No es venganza, si no que quiero encontrar al culpable de su muerte... y pretendo que se quede en Azkaban por siempre. —Hizo una pausa y la examinó. Su mirada era indescifrable... ¿Pena? ¿Dolor? ¿Temor? No lo sabía, pero supo que podía continuar con aquello. —Te lo quería decir antes de Hogwarts, solo que... ya vería el momento y la forma de hacerlo, —Reconoció. — era algo que ya lo tenía decidido, independientemente de que llegara esa carta. Pero, lo que recibimos hoy fue una señal, algo del destino...al ver esa carta fue... una especie de iluminación. Es algo que debo hacer.

Al terminar de decir esto, permaneció con el semblante serio, pero se podía ver a través de sus ojos que una gran nostalgia en lo profundo de su ser se apoderaba de él lentamente. Hermione se soltó de sus manos y lo abrazó lo más fuerte que pudo, y logró comprender que no se trataba de mostrarse como un chico malo, ni mucho menos de perseguir sueños, se trataba de sed... sed de justicia. Y con esto sabía que no habían alcanzado la paz como ella creía. Se avecinarían tiempos difíciles, como lo había sido siempre, pero también sabía que la necesitaba ahora más que nunca. No era el momento de ponerse los zapatos de juez, sino de ser empática y compañera, ser su sostén. Y por Ronald Weasley sería cualquier cosa que él necesite, como él lo era con ella. Su amor y aliento era recíproco.

— ¡Oh Ron! -Exclamó apenada. -Lo siento, lo siento, lo siento. —Dijo, besando su rostro por cada palabra. — Solo temo perderte. —Se lamentó, acurrucándose en su pecho, sintiendo seguridad.

—Te amo Hermione. —Comenzó a acariciar su cabello cuidadosamente como si de una pequeña niña se tratase. —No me perderás, te lo prometo. —Dijo apretándola más contra él. —Seguiremos adelante, como siempre lo hicimos, ¿sí?

Elevó su vista para encontrarse con él. Necesitaba decírselo a los ojos, como si intentara llegar a su alma.

—Yo también te amo Ron. Te apoyaré en todo lo que decidas. —Una lágrima rodó por su mejilla, pues ya no tenía fuerzas para seguir conteniéndola.

Harry Potter Después de la Guerra (Vol. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora