En el mundo de la riqueza cualquier persona es capaz de todo con tal de obtener lo que desee.
Gregorio Murie no era la excepción, un hombre de familia, bien vestido y muy adinerado, pero como toda persona con poder era ambicioso, y como padre adinerado que siempre estuvo presente, pero ausente, tenía una hija a la cual le cumplía cada capricho para hacerla sentir bien. Hasta que sus deudas se apoderaron de él.
—Se puede saber ¡¿Por qué díablos me acaban de informar que cancelaron todas mis tarjetas?! Papá, por favor dime que es un error y que pronto lo arreglaras. Tuve que cancelar todas mis compras en línea—desesperada del otro lado del teléfono la rubia se quejaba por lo que acababa de suceder.
—Lo siento Valeria, pero no es un error, ¿sabes acaso cuánto me costó el desastre que ocaionaste en Las Vegas? sumando lo que hiciste en la Universidad, y tapar todas los artículos y fotos de lo que paso hace un año ¿Tienes alguna puta idea?
Esta vez no estaba tan contento con los caprichos de su hija, desde que esta nació el padre comenzó a darle de todo, sin pero alguno. Sin embargo, ahora tendría que ponerle un límite a todo eso.
—Ya te he dicho miles de veces que ¡ya estoy bien! ¿Por qué no lo crees? Te juro que no volveré a cometer el mismo error que cometí hace un año—jurar en vano era algo que solía hacer siempre para salirse con la suya, aunque ahora dudaba mucho de que su padre lo dejará pasar tan fácilmente—no había necesidad de cancelar mis cuentas, mucho menos de hacerme recordar todo eso.
—No me importa, te quiero subida en un maldito avión ahora mismo sino quieres pasar más tiempo en ese lugar. Ya he mandado a alguien por ti, te necesito de vuelta en Francia.
Si Valeria quería que su padre volviera a confiar en ella, estaba consciente de que debía de colaborar con él para que volviera a darle de todo lo antes posible y no hacer las cosas más difíciles.
—No es justo, pero esta bien—aceptó pensando en ella misma—Después de todo, cualquier lugar es mejor que estar encerrada en una maldita clínica.
—Tú te lo buscaste, así que no te quejes. Tengo que irme, pero llamaré más tarde para saber si ya has llegado y no vayas a tratar de verme la cara de idiota queriéndote escapar o querer beber—amenazó, haciéndole entender que podría ser capaz de cualquier cosa—La gente que envíe tiene ordenes mías de no soltarte en ningún momento, mucho menos de darte si quiera una gota de alcohol.
Su hija creía que se estaba pasando de desconfiado con ponerle a alguien a cargo, pero antes de que pudiera reprocharle por eso. De mala gana y sin dejar que la rubia dijese palabra alguna el padre decidió poner fin a la llamada.
—Señor Murie, la persona a la cuál estaba esperando acaba de llegar—informó el mayordomo parado en la puerta—¿Lo hago pasar?
—Haz qué entre a la sala, es mejor atenderlo ahí. Probablemente lleguemos a ser muy cercanos, después de todo—respondió muy seguro de sus palabras.
Siguiendo órdenes el mayordomo salió de la oficina siendo seguido por el hombre mayor segundos después. Mientras que en el sofá de la enorme sala, la persona que lo esperaba se puso de pie al verlo llegar.
—Señor Murie, un placer, mi nombre es Ter-
—Terence Legrand, se muy bien quién eres—cortándolo de forma inmediata éste se apresura a tomar la mano que tenía alzada el hombre frente a él.
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Mi vida a a tu lado [EN PROCESO]
RomanceValeria, una chica de mundo que con tal de borrar su pasado decide casarse con Terence, el soltero más codiciado de Francia. Para poder aparentar ser el matrimonio perfecto ante todos, estos deben lidiar con múltiples problemas que tienen entre amb...