CAPÍTULO 3

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Luego de haber cerrado su trato con los papeles firmados y el anillo en mano, el rubio decidió dar un pequeño regalo a su falsa prometida como muestra de alguien cumplidor.

—Espero que esto satisfaga tus gastos por ahora. Solo es una extensión de mi tarjeta, prometo que tendrás las tuyas propias una vez se haya realizado la boda.

—Si, funciona por el momento—dijo la mujer tomando la tarjeta en sus manos—necesito probarla, así que si no tienes nada más que decir...

Por supuesto, Terence sabía muy bien que no había cosa en el mundo que pudiera mantener feliz a la mujer que no fuese el dinero y las compras.

—Si me vas a dejar en la ruina... Más te vale armar una gran boda, así que no gastes demasiado en tus caprichos.

—Será mi boda también, así que no te preocupes. Mi amor, te prometo que tendremos la mejor boda del año—aseguro mientras guardaba la tarjeta en su bolso.

Si había algo que ambos tenían en común es que siempre les gustaba hacer las cosas a lo grande, no importaba si eso costaba unos tantos de miles de billetes, incluso millones.

—Mañana irá mi chófer a recogerte, las fotos las tomarán en la mañana—avisó—Ahora si ya vete, tengo demasiado trabajo.

Casi echándola de su lugar de trabajo, Terence abrió la puerta invitándola a salir. Valeria no pudo esperar más y a sus palabras salió del lugar sin decir más.

Aún quedaban dudas por resolver y en las cuales pensar. Sin embargo, Valeria ya no era una niña, mucho menos una adolescente la cual no sabía en que se estaba metiendo, y aunque en muchas otras veces se mostraba inmadura, en esta ocasión sabía lo que implicaba su trato, y el motivo por cual había aceptado. No se arrepentía, después de todo ella también ambiciona a mucho y sabía que con Terence lo tendría todo, solo debía de completar su parte y no debía de molestarse por nada más. Sonaba a una tarea fácil o ¿no?

Las horas que la rubia había pasado comprando la habían agotado, así que decidió regresar a su casa.

—Buena tarde, señorita Valeria—saludaban las personas de servicio que se encontraban a su alrededor.

—Lleven todo esto a mi habitación y dile a la mucama que lo acomode perfectamente en mi closet—todos obedecían ante las órdenes de la mujer—¿Se encuentra mi padre?

—Esta en su despacho, señorita—informaba el mayordomo.

Dejando su bolso en la sala principal, se dirigió rápidamente en  busca del hombre que la había metido en todo este embrollo, encontrándolo sentado en su gran escritorio de sequoia revisando miles de papeles esparcidos en este.

—Acabo de firmar el contrato con Terence Legrand, para que te enteres.

—Lo sé, has tomado una gran decisión, créeme.

—¿Él te lo dijo?—preguntó la mujer con algo de enfado.

—Por supuesto, pronto seremos familia. Es importante que nos mantengamos informados en los negocios ¿no crees?

¿Negocios? ¿Es así como su padre veía su vida? como un negocio..

No sabía quién de los dos era más decrepito. Si su padre por tratar como un negocio la vida de su propia hija, o ella que aún después de saberlo estaba dispuesta seguir con ello. Como si de un negocio de trabajo se tratase.

—Más te vale aprovechar muy bien de la situación en esos tres años que acabo de firmar con mi propia vida. No pienso tener que volver a sacrificarme, aún así de una fortuna se tratase.

—Claro que lo haré, mi niña. Tú también obtendrás mucho de eso, así que pórtate bien—demandó el padre sin dejar de ver los papeles sobre la mesa.

—Mañana vendrán a tomar algunas fotos, pero por supuesto, Terence también ya te lo ha dicho—asumió—estaré en mi habitación.

Sin muchas ganas subió a la segunda planta en donde se encontraba su tan esperado destino. Su cama.

Seguro que dormir ayudaría a mantener despejada su mente, aunque sea solo por un momento. No debía de caer ante la tentación que su cuerpo le pedía o a lo que su boca saboreaba con tanta desesperación. Su paz mental estaría bien, mientras no pensará en otra cosa más que conciliar el sueño. Sin embargo, el ruido que emitía su puerta al ser tocada hizo que mantuviera sus ojos abiertos.

—Señorita, perdón que la moleste. Olvidó su bolsa en la sala principal y su teléfono no ha dejado de sonar.

—Esta bien, gracias—tomó rápidamente sus cosas al abrir la puerta y cerrarla de inmediato. El aparato en su mano seguía sonando y al ver el nombre en la pantalla no dudo en atender.

—Valeria, querida ¿es cierto que volviste de tus vacaciones en Roma?—preguntaba una de sus más cercanas amigas al otro lado de la línea.

—Céline querida, apenas llegue aquí ayer y vaya que las noticias vuelan—dijo la rubia tomando asiento en la cama.

—Entonces es cierto ¿por qué no me dijiste que tenias planeado volver? Te habría preparado una gran fiesta de bienvenida junto con las chicas—le reprochaba su amiga. Céline y Valeria se conocían desde niñas debido a que sus padres eran muy cercanos y desde entonces formaron una sólida amistad.

—Se suponía qué era una sorpresa, por eso no te dije nada—era más que obvio que no le contaría el verdadero motivo por el cual había vuelto—además, tengo una sorpresa aún mayor así que tenía planeado contactarte después de eso.

—¿Sorpresa? ¿Estás embarazada?

—¡Claro que no! Dije sorpresa, no susto. Ya mañana lo sabrás, tú y todo el mundo..

Las últimas palabras sonaban más a perdición que a alegría y quizá el anuncio de su boda si lo era, pero nadie tenía porque saberlo. Su ruina solo sería algo temporal y después podría seguir su vida como antes, solo debía de ser paciente.

 
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Uffffff....Yo también habría aceptado, jsjsjsjsjjsj.

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Luli_0_0

Mi vida a a tu lado [EN PROCESO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora