CAPÍTULO 32

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Casi tres meses en Italia y volver a Francia se sentía extraño, pero cómodo.

El viaje que solo sería de visita terminó por convertirse en unas largas vacaciones. Obviamente Terence no quería volver inmediato, por lo que se encargó de convencer a Valeria de quedarse en lo que resolvía un problema de la "empresa."

Al principio la rubia dudo un poco, ya que todo había sido de imprevisto. Sin embargo, su relación con Terence estaba mejorando mucho, así que no quería crear más problemas entre ambos, por lo que, creyó que quedarse en Italia por un buen tiempo le serviría para conocer más de él.

Además, su estadía no fue del todo aburrida. Ambos siguieron divirtiéndose a su "manera" y la casa nunca estaba en silencio gracias a Yulia y Alonzo, la presencia de ellos nunca fue incómoda y se sintió como en familia. Un sentimiento que nunca había tenido en su vida.

Gregorio Murie le daba de todo a su hija y siempre la trataba como una princesa, pero difícilmente le mostraba gran afecto y siempre la mantuvo alejada de otros familiares lejanos. La casa se habitaba únicamente de sirvientes y ellos dos, aunque en muchas ocasiones casi solo era la rubia. Debido a eso le gusto a salir de casa por las noches y vivir de fiesta en fiesta cuando lograba escaparse.

—Listo, ya bajaron todas las maletas.

Ninguno de los dos se fue con algo, pero ahora había unas diez maletas en la sala del pent-house.

—Siempre que estoy aquí siento un aura deprimente.

No solo lo decía por las paredes oscuras y habitaciones vacías. Si no porque era muy cerrado pese a que era demasiado grande.

—Te prometí un lugar que tu quisieras y por supuesto que pienso cumplirlo.

Explicó mientras se recostaba en el sofá, el viaje de regreso no fue tan largo. Sin embargo, el cansancio lo empezaba a invadir.

—Me gustaría un lugar grande, con colores cálidos y mucha área verde. La casa de Yulia es muy hermosa, pero siento que algo así sería demasiado para ambos, aunque claro, después del contrato se podría simplemente vender.

La rubia tomó asiento en el sofá contrario, imaginando todo lo que decía.

—¿Por qué lo venderías? ¿Me has estado exigiendo un lugar perfecto y no te lo quedarás?

—Me sentiría muy sola, por eso.
Confesó con un aire nostálgico.
—Por cierto, debemos ir visitar a mi padre, se molestó por el hecho de que no le avise que estaría fuera de Francia—cambió el tema para evitar cualquier comentario que implicará una conversación seria y triste.

—Estoy seguro de que no querrá verme ni en pintura.

—Bueno... Por lo que me contó mientras hablaba por teléfono, dijo que no querías ayudarle en sus negocios.

Al parecer su padre aún no tenía el coraje para decirle el verdadero motivo y toda la Mierda por la cual lo estaba dejándolo de lado.

—Pues yo firme un contrato contigo, no con él.

Todo lo que implicará a Gregorio Murie le tenía sin cuidado. Hacía tiempo que sus tratos con él habían caducado. Todo lo que habló y firmó en el pasado, no tenía validez con lo que estaba sucediendo ahora.

—Lo único que le quedó fue la agencia, tal vez tú...

—No.

—Ni si quiera termine—se cruzó de brazos, un tanto ofendida.

Mi vida a a tu lado [EN PROCESO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora