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Capítulo 19: Mejores amigos

No podía evitar pensar en él. Me había acostumbrado a compartir una parte muy importante de mi vida con Enzo, y eso me había hecho echarlo de menos los días que llevaba en casa. Me llegaban mensajes suyos todo el tiempo y estuve pegada al teléfono como si volviese a tener quince años, esperando cada mensaje como si al no recibirlos me faltase algo. Me había dado cuenta de que mi cuerpo estaba aquí, en Madrid, pero mi mente seguía en Milán, en su casa. Con él. Esa misma tarde me había mandado mensajes deseándome un feliz año nuevo aunque todavía quedasen unas horas para que diesen las doce.

Vega: ¿Feliz año? Son las cinco de la tarde Enzo.

Enzo: Ya, es que quería ser el primero en desearte un feliz año nuevo.

No me gustaba la Navidad, a diferencia de mi madre que le encantaba. De ahí la razón por la que todos llevábamos gorros de Papá Noel en la cena de Nochevieja. Todos menos la abuela claro, que se había encargado de recordarle a su hija que esa moda era bastante old-fashioned. A saber quién le había enseñado esa palabra, pero papá y yo nos echamos unas risas con la cara que se le quedó a mi madre cuando la escuchó decir aquello. Las fiestas de Navidad no eran mi fuerte, no desde que murió mi abuelo y nos tocaba celebrarlas a los cuatro solos. Por eso mi cabeza no paraba de recordarme que esa noche Enzo la pasaría solo y se me encogía un poco el corazón. Chiara me había dicho que esta vez no habían sido capaz de convencerlo para cenar todos juntos y que habían decidido darle su espacio. Me mataba la idea de que estuviese solo. No me gustaba que lo estuviese.

La hora de las uvas llegó pronto, y de nuevo me vi con la boca atascada en uvas mientras mis padres y mi abuela me envolvían en sus brazos y me deseaban un feliz año. Un deseo por cada uva y ese año no supe qué pedir porque sentía que lo tenía todo. Papá llamó a mis tíos para desearles feliz año y yo me separé de ellos porque quise llamar a Enzo para hacer lo mismo pero mi sorpresa fue que él ya me estaba llamando a mí. Salí del salón donde dejé a mi familia hablando por teléfono mientras de fondo estaba puesta la gala de Nochevieja que emiten todos los años en televisión. Me metí en la cocina cerrando la puerta detrás de mí y descolgué la llamada.

- Feliz año, bella -fue lo primero que dijo en cuanto respondí.

- Feliz año, italiano -susurré.

No se escuchaba nada en la llamada, solo su voz. Ni siquiera el sonido de la televisión, mientras que en mi casa se oían las risas de mi familia y los villancicos que sonaban en el programa de la tele.

- ¿Qué estás haciendo?

Giré la cabeza para ver como mi abuela seguía empeñada en negarse a ponerse el gorro de Navidad ante las palabras de mi divertida madre.

- Escuchar a mi abuela y a mi madre discutir sobre cuán pasados de moda están los gorros de navidad.

Y entonces se escuchó como mi abuela le decía a mi madre, un poco bastante más alto de lo normal, que no tenía ni idea de moda. Lo escuché reír a carcajadas al otro lado de la línea.

- Creo que tu abuela me caería bien.

- Probablemente tú le cayeras todavía mejor a ella -contesté sin pensar.

No sabía bien por qué había dicho eso, pero de pronto la idea de Enzo en nuestra cena de Navidad no me sonaba del todo mal. Él no dijo nada más y yo carraspeé un poco incómoda, pensando que quizás lo había descolocado mi comentario.

- ¿Y tú? -rompí entonces el silencio.

- ¿Yo?

- Sí, ¿qué estás haciendo tú?

Se escuchó de fondo el jugueteo de Mino y supuse que se le habría subido encima para que Enzo le hiciese caricias como hacía conmigo siempre que el cachorro me veía.

- Estoy en la terraza, mirando el cielo.

No era la respuesta que me hubiese podido imaginar, pero era lógico que entonces no se escuchase mucho ruido además de él.

- ¿El cielo? ¿Por qué? -pregunté porque de verdad tenía curiosidad por saber qué se le estaba pasando por la cabeza.

- Porque me recuerda a ti. Las estrellas me recuerdan a ti.

Me quedé callada. Incluso el ruido que venía de mi salón quedó bloqueado porque solo era capaz de escuchar los frenéticos latidos de mi corazón en los oídos. ¿De verdad me acababa de decir eso? ¿A mí? Abrí la boca con intención de decir algo, pero las palabras simplemente no salían. Empecé a boquear como un pez y me pareció mejor idea callarme que empezar a tartamudear como una idiota. Enzo interrumpió el silencio que se había creado entre nosotros.

-Te dejo dormir, bella -murmuró a modo de despedida.

- Enzo -lo llamé por última vez antes de que colgara.

- Dime.

Me invadieron las ganas de decirle que yo también me había estado acordando de él toda la cena. Que de manera irónica también lo había imaginado aquí conmigo. Quise decirle que tenía razón y que al final sí lo estaba echando de menos, pero mis palabras cambiaron en el momento que salieron de mi boca.

- Solo quería volver a desearte feliz año de nuevo.

Casi lo vi sonreír al otro lado.

- Feliz año otra vez, Vega.

Y cuando el sonido del salón volvió a mis oídos, me di cuenta de que ya había colgado.

Y cuando el sonido del salón volvió a mis oídos, me di cuenta de que ya había colgado

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