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Capítulo 35: París

El sonido de Enzo trasteando en la cocina me acompañaba a medida que deslizaba el lápiz por el folio, trazando líneas sin sentido. No me gustaba nada de lo que estaba dibujando aquel día y estaba llegando rápidamente al nivel de frustración en el que nada acabaría gustándome al final. Entre los dos diseños que Sandy me había pedido que hiciese, el primero había sido sencillo de crear, pero claro, no había tenido la presión encima. Había sido un dibujo cualquiera, que hice un día cualquiera. Pero aquel no. Aquel era un encargo especial. Enzo salió de la cocina con Dante en brazos y con el biberón preparado. Se sentó en el sofá a mi lado y me miró con curiosidad.

- ¿Qué dibujas?

- Sandy me dijo que podía incluir dos diseños por mi cuenta -le expliqué-. Uno ya lo tenemos pero el otro...

Él miró con atención cuando señalé el cuaderno con la cabeza. Llevaba días pensando en ese diseño, pero simplemente no sabía cómo plasmarlo en el papel. Quería que fuese diferente al primero, pero a la vez que conservase el mismo estilo. Estaba empezando a agobiarme mucho la situación y mi cabeza ya no daba a más. Enzo frunció un poco el ceño mirando mi bloc de dibujo y se volvió a sentar a mi lado con el bebé encima. Lo acomodó bien en sus brazos de manera que su mano derecha quedó libre para agarrar el bloc y mirarlo de cerca. Observé lo bien que se desenvolvía con ello. A pesar de que renegaba y luchaba por hacernos creer que se le daban mal los niños cuando era todo lo contrario. Solo había que ver lo a gusto que estaba Dante entre sus brazos mientras lo miraba fijamente.

- Te queda bien -no pude evitar murmurar.

Enzo levantó su mirada del bloc y la enfocó en mí. Señalé con los ojos al bebé, dándole a entender lo que había querido decir. Sonrió y alzó una ceja.

- ¿Es una proposición bella? -Sentí como me ponía roja-. Si es eso a lo mejor me interesa.

Una sensación extraña me recorrió por dentro.

- ¿Tienes alguna idea en mente? -cambió de tema rápidamente.

Asentí con la cabeza y recuperé mi bloc. Pasé las páginas una por una hasta dar con el primer diseño que había hecho, el que a Sandy le encantó y me pidió ver en clase, y se lo enseñé a él.

- La idea es hacer algo que sea todo lo contrario a este.

Enzo lo miró con atención, yo giré el lápiz entre los dedos mientras lo hacía. El vestido era blanco, con muchas capas de tul y unas pequeñas costuras que simulaban flores. Todo lo que reflejaba era luz. La campaña no tenía un tema concreto definido, pero Sandy me había dicho que la colección final iría en torno a él y eso me emocionaba aunque me ponía nerviosa por igual.

- Pues lo contrario del blanco es el negro -argumentó Enzo. Puse una mueca, el negro no era un color demasiado adecuado ni tampoco uno de mis favoritos para trabajar. Mi cara se lo dijo todo-. Vale, negro no. ¿Y azul marino?

Eso sí que podría ser. Apunté la idea en una esquinita del bloc, con la idea de intentar dibujarlo en cuanto acabásemos de planear algo.

- Azul marino y, ¿qué más?

- El otro es más pomposo, ¿no? -Asentí-. Pues este que sea más pegado.

- Y que sea sencillo pero que lleve muchos complementos -añadí entonces yo.

Enzo sonrió complacido cuando volví a enfocarme de lleno en el bloc. Dibujé siguiendo las anotaciones que había hecho y fui añadiendo también algunas cosas que se me ocurrían sobre a marcha. Dibujé sin parar bajo su mirada mientras él se recostaba un poco y colocaba a Dante, que se había vuelto a dormir, sobre su pecho con delicadeza para no despertarlo. El sonido de que alguien llamaba a la puerta interrumpió nuestro silencio y con un gesto le dije a Enzo que abría yo. Al otro lado de la puerta Mario y Chiara me miraron curiosos, como si no se esperaran haberme encontrado allí. O como si, al contrario, se lo hubiesen esperado demasiado.

- Chico listo. -Mario apuntó a Enzo con un dedo mientras este otro escondía una sonrisa burlona. Dante se removió en sus brazos y abrió los ojos al notar que llegaban sus padres. Chiara soltó una carcajada a su lado y negó con la cabeza.

- Tú ni caso -me dijo a mí antes de volver su mirada al bebé-. ¿Cómo está el bebé de mamá?

Dante abrió las manos y las estiró hasta su madre que lo cogió en brazos y le dio miles de besos.

- ¿Cómo se ha portado? Enzo digo -preguntó Mario mirándome a mí. Enzo ke puso mala cara y se incorporó del sofá para quedar a su lado de pie.

- Qué gracioso, hoy estás que te sales.

Chiara los ignoró y acurrucó a su hijo entre los brazos.

- ¿Quién es el bebé aquí? ¿Él o vosotros? -se burló.

- Definitivamente ellos -le seguí la corriente.

Enzo me miró con ojos suplicantes. Se movió a mi lado y mi pulso se empezó a descontrolar un poco. Mario y Chiara nos miraban con ojos curiosos.

- Bella, tú tienes que estar de mi parte, no de la suya -susurró pasando un brazo por encima de mis hombros y pegándome más a él.

Inspiré hondo, tratando de no pensar en lo cerca que estábamos. En que su brazo me abrazaba contra él. En lo bien que olía.

- ¿Nos vamos, amore?

La voz de Chiara me hizo volver a la Tierra. Mario asintió y agarró el carrito del bebé.

- Creo... que yo también me voy -sugerí yo también en cuanto ellos cerraron la puerta al salir.

- Quédate un rato.

Dije que sí, pero noté que en un momento a otro el aire entre nosotros se había vuelto denso. Cargado de tensión. Ninguno de los dos había vuelto a sacar el tema de los besos y no sería yo la que lo hiciese. Aunque me muriese de ganas de repetirlo. Una y otra vez. Enzo tiró de mí hasta el sofá, donde se sentó y me arrastró a su lado. Me encogí en sus brazos y apoyé la cabeza en su hombro. Quizás sí que debía quedarme. De todas formas, al final la peli había quedado en un segundo plano con Dante con nosotros. Aunque cuando sentí sus manos acariciarme el pelo y los brazos con delicadeza, me dije a mí misma que no era la película. Era él por lo que quería quedarme, por más miedo que me diese pensarlo. Lo miré mientras la veíamos, o al menos, mientras Enzo la veía, porque toda mi atención estaba en sus ojos verdes y en cómo sus manos se movían por mi cuerpo suavemente.

Pensé que ojalá pudiese quedarme así para siempre, con sus brazos envolviéndome toda la vida. Y ni siquiera sé en qué momento acabó la película, porque en un instante me quedé dormida sintiendo un suave cosquilleo de algo nuevo.

Sintiéndolo a él.

Sintiéndolo a él

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