★Epílogo★

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La gente suele decir que el tiempo lo cura todo. No es cierto. El tiempo funciona como la marea. En ocasiones es baja y suave y sube calmada. Otras sube de golpe, con fuerza, e inunda lo que encuentra a su paso.

María Martínez, Tú y otros desastres naturales.



María Martínez, Tú y otros desastres naturales

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Epílogo: Un beso en Madrid

Casi dos años después...

Hacía años que no nevaba en Madrid, sin embargo aquella tarde una capa blanca cubría las calles de lo que un día había sido mi hogar. Llevaba un par de meses en los que la nieve había estado presente en mi vida y me había terminado acostumbrando a ella como lo había hecho con todo Nueva York. Madrid me había recibido de vuelta como lo hacía siempre, cálido y reconfortante, a pesar del frío que estaba haciendo en la ciudad.

Inspiré hondo y los pulmones se me llenaron con el aire frío de la calle antes de volver a marcar el número de Lara en mi teléfono. Era la segunda Navidad que viajaba hasta casa y Lara me había hecho prometer que sería nuestra tradición Navideña ir al mercadillo juntas. Un par de toques y terminaba yéndose a buzón. Había estado de pie frente a la entrada del mercadillo de Navidad de la Plaza Mayor casi cuarenta minutos pero aun así seguía esperando. Entré y me perdí entre los puestos para intentar hacer tiempo, aunque una pequeña parte de mí me decía que la tardanza de mi amiga era totalmente intencionada. Muchas familias paseaban por allí ojeando los puestos y haciendo las últimas compras próximas a Nochebuena y yo miraba el móvil de vez en cuando para ver si mi amiga daba señales de vida. Acabé guardándolo cuando me convencí a mí misma de que no iba a venir.

Un escalofrío extraño me recorrió el cuerpo. Me dije a mí misma que era imposible. Lo sentí incluso antes de girarme. Supe que estaba ahí sin la necesidad de verlo, como si mi cuerpo todavía pudiese reaccionar a su presencia después de más de un año sin verlo. No sabía qué sentir ni cómo reaccionar. Tampoco si de verdad quería que fuese real, que él estuviese ahí. Que después de tanto tiempo hubiese ido a buscarme.

El corazón me retumbaba fuerte en los oídos y una pequeña voz en mi interior me gritaba que lo hiciese, que me girase. Ahí estaba, tan guapo como lo recordaba. Y yo, tan enamorada de él como el primer día. A pesar de que no estaba tan cerca podría haber afirmado que sus ojos brillaban más que todas las luces de Navidad juntas.

No me había dado cuenta de que estaba temblando hasta que el movimiento hizo que mi bolso resbalara y cayera al suelo con un golpe seco. Me agaché a recogerlo pero unas manos lo agarraron antes de que yo lo hiciera. Sabía que era él, su aroma lo había delatado pero quería seguir negándome hasta convencerme a mí misma de que no era real. De que todo aquello era una ilusión, al fin y al cabo no sería la primera vez que mi mente fantaseaba con algo como aquello, pero cuando levanté la vista no pude seguir negando lo evidente: Enzo estaba allí.

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