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★Maratón 2/3★

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Maratón 2/3

Capítulo 2: Still falling for you.

Me había costado mucho tomar la decisión de hacerlo y ya no había vuelta atrás. Compré el billete de avión apenas un par de días antes y lo había guardado en una de las muchas carpetas que llenaban una parte de mi escritorio, como si por no verlo no hubiese estado allí. Como si todavía no hubiese terminado de aceptar que era más real que nunca.

Me retorcí los dedos con nerviosismo en el silencio del salón de mi casa. Sentía las miradas de mis padres sobre mí y eso solo me hizo ponerme más y más nerviosa. No sé si hubiese preferido que se enfadasen conmigo y estallaran en el momento que acabé de hablar o si prefería su silencio. Acababa de decirles que me iba a Milán, así, de repente, y ninguno de los dos me había dicho nada todavía.

La mirada de mi madre se cruzó con la de mi padre todavía en silencio. Aunque estaba sentada algo separada de ellos pude ver que en los ojos de ella se reflejaban las dudas y también algunos miedos.

— Te vas a Milán -intervino mi madre. Aunque fue más una afirmación que una pregunta, aunque su voz afectada me decía que no terminaba de creérselo.

— Sí -respondí yo bajito. Mi madre asintió y la mirada de mi padre viajaba entre ella y yo esperando que siguiésemos hablando.

— Pero Vega, ¿así de repente? —se le rompió la voz con la última parte de su pregunta.

— Marta... —intervino mi padre por primera vez y me entraron ganas de llorar.

Me estaba arrepintiendo de haber aceptado la plaza. No quería que mis padres sufrieran por mí ni tampoco que se pudiesen sentir mal. Tampoco sabía cómo sentirme todavía, pero la mano de mi abuela sobre la mía y el apretón que me dio me reconfortaron un poquito.

— Es lo que ella siempre ha querido —dijo mi abuela en voz alta al ver que yo no hablaba.

Mamá volvió a asentir.

— Cielo, ¿y la carrera?

Recordaba la emoción de mis padres en el momento que me aceptaron en ella. Me acordaba de los abrazos y de las miradas de orgullo.

— Al principio pensé que era lo que quería pero... —Me encogí de hombros. —No me hace feliz, mamá.

A pesar de que había sostenido siempre que sí. A pesar de responder con un "muy bien" a todas las preguntas que me hacían sobre la universidad. Mi padre se movió rápidamente hasta donde yo estaba sentada y se hizo un hueco a mi lado. Agarró mi mano entre las suyas y me dio un apretón.

— ¿Por qué no nos dijiste nada, Vega? No tenías que haber aguantado sola todo este tiempo.

— No quería decepcionaros.

Era la única verdad. Quería que mis padres se sintiesen orgullosos de mí, que pudiesen presumir que tenían una hija que había cumplido sus metas. Quería que sintieran que todo el esfuerzo que habían hecho por mí desde que nací había valido la pena.

— No lo harías ni aunque quisieras —murmuró papá a mi lado y mi madre confirmó sus palabras con una sonrisa nostálgica.

Me dio un beso en la frente y mi madre se acercó a nosotros sentándose al otro lado. Levanté la cabeza de nuevo para mirar a mi alrededor. Confesar lo que me pasaba me había quitado el peso más grande de mi vida de los hombros, uno que ni siquiera debería de haber llevado a cuestas. Volví a sentirme en casa, a ser yo y no una extraña.

— ¿Cuándo te vas?

Miré el billete de avión que sujetaba entre las manos. Habían pasado un par de semanas desde que hablé con mis padres sobre mi viaje a Milán, y me habían apoyado en todo sin pensarlo. Me habían ayudado a llenar cajas con mis cosas mientras soñaba en alto con lo que me esperaría allí y ellos lo hacían conmigo.

Guardé el billete en mi mochila pequeña y fijé la vista en mis padres. Ellos me miraban a mí con una emoción que hizo que empezase a temblar y garganta me ardiese mientras aguantaba las ganas de llorar. Lo habrían dado todo por mí si yo se lo hubiese pedido y les iba a agradecer eso toda mi vida. Me abracé a ellos y me volví a sentir como la niña feliz de siempre. Escuché a mamá sollozar y me costó horrores no ponerme a llorar yo también cuando escuché que anunciaron el embarque de mi vuelo por megafonía.

— Cuídate mucho por favor —susurró mi padre sobre mi pelo sin soltarme todavía.

Asentí ante su casi suplica. Los iba a echar mucho de menos, pero eso era por mí. Abracé más fuerte a mi madre antes de despegarme de ellos y agacharme a recoger la mochila con mis cosas.

— Dile a la abuela que siento mucho no poder llevarme sus cientos de tuppers con comida casera —dije esbozando una sonrisa enorme que contagié a mi padre.

— El que lo va a sentir es el guardia que te los ha quitado, porque estoy seguro de que me va a hacer traerla solo para meterle una bronca de las suyas.

Podría imaginarla haciendo aquello sin duda alguna y se me escapó una risa por ello. Mi abuela era un amor de persona, pero era mejor no enfadarse con ella.

El sonido rompió el silencio cuando volvieron a anunciar el embarque por megafonía y me despedí de nuevo de mi familia y de la antigua Vega, porque la que un día volvería no sería la misma.

Agarré mi mochila y me la colgué al hombro mientras caminaba por los pasillos del aeropuerto intentando capturar hasta el más mínimo detalle de esos últimos minutos. La gente andaba deprisa a mi alrededor, y sin saberlo, estaban compartiendo conmigo uno de los momentos más importantes que viviría nunca. Aquellos pasos que marcarían un antes y un después en mi vida. Porque en el instante que me montara en ese avión todo cambiaría para siempre.

Aunque no lo supiese en ese momento.

Aunque no lo supiese en ese momento

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