★47★

401 27 5
                                    

En Instagram ganó que lo subiera en cuanto lo acabara, así que aquí está :)

En Instagram ganó que lo subiera en cuanto lo acabara, así que aquí está :)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 47: 5 sentidos

- Deja de peinarte.

Enzo me miró ofendido y volvió a alisarse la camisa. Yo me reí más fuerte. La noche anterior había llegado tarde a casa después de que se nos fuera el tiempo hablando y poniéndonos al día de nuevo. Yo tenía pensados otros planes para hacer, pero en cuanto me levanté por la mañana mi madre había insistido en invitar a Enzo a comer en casa.

- Estoy nervioso.

Puso una mueca de desagrado al verme muerta de risa pero la cambió rápidamente al ver que alguien abría la puerta. Mi padre apareció en el umbral de la puerta y me envolvió en un abrazo cariñoso. Después se volvió hasta Enzo que contuvo el aliento al verlo acercarse y estrechar su mano. No me podía imaginar cómo Enzo podía pensar que no le iba a caer bien a este señor con personalidad de Golden Retriever y que nos abría la puerta con la cara llena de harina.

- Hola, encantado de conocerte -chapurreó mi padre en un italiano medio decente. Después de todo le había servido el libro, sí.

Enzo estrechó su mano de vuelta y con una sonrisa se dirigió a él.

- Un placer conocerte, Luis.

Mi padre asintió con la cabeza y se hizo a un lado cuando mi abuela apareció tras él para saludarnos también. No me di cuenta de que me había quedado paralizada mirando a Enzo hasta que ella me agarró de la mano para arrastrarme dentro de casa. ¿Por qué me parecía tan sexy escucharlo hablar en italiano? Al escuchar cerrarse la puerta, mi madre salió de la cocina con el delantal y las manos llenas de harina y deduje rápidamente la apariencia de mi padre. Ella fue un poco menos discreta y abrazó a Enzo, saludando con dos besos en las mejillas.

- ¡Qué ojazos! -lo halagó ella y Enzo sonrió avergonzado.

Mi abuela y yo nos reímos con complicidad. Mis padres adoraban a Enzo y estuvieron toda la comida más pendientes de él que de otra cosa. Le preguntaron qué estudiaba y también como le iba con ello, además de muchas cosas más a las que él respondió encantado sin perderme a mí de vista, que también lo escuchaba atenta a pesar de saberme todas las respuestas. La abuela me daba pataditas por debajo de la mesa con cada comentario indiscreto que soltaba mi madre y fingió una tos cuando ella le preguntó si tenía novia. El corazón me dio un salto dentro del pecho cuando pronunció un «todavía no» con sus ojos clavados en mí.

Sabía que Enzo iba a conquistarlos a todos rápidamente, pero ni siquiera en mi mente llegué a imaginarme que se llevara tan bien con mi padre. Él y Enzo se habían sentado en el sofá juntos después de comer y llevaban horas hablando de quién sabía qué. Él se mostraba interesado por aquello que mi padre le contaba y solo desviaba su mirada de vez en cuando para mirarme a mí. Yo le sonreía y él me devolvía la sonrisa antes de volver a centrarse en lo que le estaba contando. El timbre sonó y Lara entró como un torbellino. Abrazó a mi abuela, llenándole la cara de besos y ella le hizo un hueco para que se sentase donde estábamos junto a nosotras.

- Te tengo una propuesta.

Cuando Lara había venido hasta mi casa a hacerme esa propuesta es porque sabía que yo no diría que sí tan fácilmente.

- Que miedo me das.

- Que poca fe me tienes, mala amiga -murmuró indignada-. Esta noche nos vamos a encontrar en un pub los de clase para celebrar el fin de exámenes. Tienes que venir.

Miré a Enzo y volví a mirarla a ella.

- No sé, Lara.

- Solo un rato -negoció en voz alta-. Una copa y te vas.

- ¿Como la cerveza de Navidad? -le recordé.

Solo tendríamos un par de días más para que Enzo conociese Madrid y no quería trasnochar aquella noche para perder otro día durmiendo por estar cansados. Al verme dudar acudió a Enzo que parecía divertido con nuestra charla y que nos miraba conteniendo la risa.

- Enzo, convéncela tú.

El aludido me miró y la comisura de sus labios se alzó en una sonrisa.

- ¿Quieres ir? -averigüé y él solo se encogió de hombros ante mi pregunta.

- Adonde me lleves.

Miles de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora