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Actualización 1/2

Capítulo 32: Forever

El sol brillaba todavía alto justo encima de nosotros aunque las ramas de los árboles estaban colocadas de manera que no nos daba de lleno, dejándonos un poco de sombra. Enzo se había acostado boca arriba en la manta de picnic que habíamos improvisado cerca de los merenderos donde habíamos almorzado y yo seguía comiendo helado mientras él se dedicaba a pasar las canciones que sonaban en un pequeño altavoz amarillo que había conectado a su móvil. Cuando la última canción que había seleccionado terminó le di un toquecito en la frente con mi dedo. Él abrió los ojos para mirarme.

- ¿Puedo? -pregunté señalando el móvil con la cabeza.

Enzo se limitó a asentir y rápidamente solté el helado para empezar a toquetear la pantalla de su móvil, buscando algo que me gustase en Spotify. Sentí un brinco en el pecho al ver una playlist con mi nombre y la curiosidad me hizo entrar en ella e investigar las canciones que tenía en ella. Me di cuenta de que había guardado la mayoría, por no decir todas las canciones que habíamos escuchado juntos y ese gesto me hizo demasiada ilusión. Había guardado mis canciones y grupos favoritos y cuando vi una canción que me convenció lo suficiente le di al botón de reproducir antes de volver a enfocarme en mi helado. Enzo hizo un mohín al reconocer los primeros acordes.

- ¿Por qué todas las canciones que pones son tristes?

Me limité a encogerme de hombros dejándola sonar. No quise confirmarle que la había elegido de sus guardados aunque supuse que lo debería de haber sabido bien. Me gustaban las canciones que transmiten cosas, aunque fuesen cosas tristes como Enzo decía. Al fin al cabo la música es eso, ¿no? Emociones. Como todo en la vida. Como todo lo que en realidad importa. Creo que no sería capaz de vivir sin música. Debería considerarse algo esencial. Las canciones transmiten muchas cosas, esconden recuerdos en cada acorde. Como este. Porque a partir de aquel momento esa canción, igual que muchas otras a desde entonces, me recordaría a ese instante en el que los dos estábamos sentados sobre la hierba. Al sabor del chocolate que aun cubría mis labios. Al suave tarareo que salía por la boca de él. Tan sutil que casi era imperceptible.

- ¿No decías que no te gustaba? -comenté en voz alta intentando picarlo.

Enzo abrió los ojos de nuevo. Me miró un poco confundido y señalé el altavoz con la cabeza a la vez que la música seguía flotando entre nosotros.

- No he dicho eso, he dicho que me deprime -Se pasó una mano por el pelo, ya de por sí despeinado.

- Pues yo te veo muy feliz.

- Pero eso no tiene nada que ver con la canción -finalizó.

Algo parecido a un pellizco se asentó en mi estómago al escucharlo decir eso. No quise pensar mucho en lo que significaban esas palabras, pero acabé dejando el helado a un lado. Enzo se incorporó un poco y acercó su mano a mi cara para pasar el pulgar por encima del labio llevándose lo que quedaba de chocolate. Un escalofrío hizo que se me pusieran los vellos de punta. Solo un simple roce de Enzo hacía que miles de mariposas revolotearan sin parar. No sabía desde cuando eso era así. Y tampoco ayudó mucho lo que me dijo después de eso:

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