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★Actualización sorpresa 1/2 ★

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Actualización sorpresa 1/2

Capítulo 16: Déjala que vuelva

Tenía un revuelo dentro que ni yo misma entendía bien. Estaba emocionada por volver a casa pero el día que me fui nunca me habría llegado a imaginar que me invadiesen un millón de sentimientos encontrados. La alegría de saber que tenía otra casa en Milán. La nostalgia de saber que iba a echar de menos a Enzo. Arrastré la maleta por la salida del aeropuerto y escuché como mi madre daba un grito al verme.

- ¡Mi nena! -exclamó abalanzándose sobre mí y llenándome la cara de besos.

Sus brazos se anclaron a mí y me estrujó contra ella hasta el punto que me dolían los brazos, pero no me pude quejar porque había echado de menos sus abrazos. Mi abuela se acercó a nosotras y apartó a mi madre con disimulo para ser ella la que me abrazaba y me acariciaba la espalda suavemente. Me hizo apartarme para verme bien y me dio un apretón en los cachetes como hacía cuando era más pequeña.

Mi maleta prácticamente desapareció y me di cuenta de que mi padre se había encargado de llevarla al ver que mi abuela y mi madre no tenían mucha intención de soltarme pronto. Cada una ancló un brazo en cada uno de los míos y me llevaron así hasta llegar al coche. Dejé que ellas subieran primero y fui en busca de mi padre que abría el maletero para meter dentro mi equipaje. Me sonrió al verme a su lado y me abalancé hacia él para que me abrazara y él me dio un beso en la cabeza.

- Me gusta mucho verte feliz -murmuró todavía sin soltarme-. ¿Cómo te sientes?

Le sonreí antes de volver a abrazarlo más fuerte. Lo había echado mucho de menos.

- Mejor que nunca papá.

Al subir al coche mi abuela se acomodó junto a mí en los asientos traseros mientras papá acababa de cerrar el maletero y mamá rebuscaba entre los viejos discos de música para la radio. Carátulas de discos de música ochentera y noventera me habían acompañado desde que era muy pequeña y de repente me habían entrado ganas de llorar un poco cuando ella me dio una última mirada y la música llenó el interior del coche. Me gustó comprobar que todo estaba como lo dejé. En casa de la abuela siempre olía a café recién hecho. No me di cuenta de lo que me gustaba eso hasta que no pude sentir el aroma por más de dos meses. Y a pesar de saber que los había echado mucho de menos a ellos, a Lara y a las canciones noventeras que a papá le encantaban, me di cuenta que había estado mucho tiempo negándome a ser feliz. Y decidí que eso no iba a volver a pasar.

Un rato después, esperaba a mi amiga a unas calles de su piso cuando el sonido de un mensaje me hizo sacar el móvil del bolsillo de mi abrigo marrón.

Enzo: Te acabas de ir y ya me están haciendo una encerrona. Creo que ya te echo de menos.

Negué con la cabeza al leer el mensaje de Enzo. Solo me dio tiempo a contestarle con unos emojis de risa antes de que alguien me abordase por detrás casi tirándome al suelo.

- ¿A quién le sonríes así y por qué no soy yo? -gritó Lara abrazándome.

Mi amiga me abrazó casi más fuerte de lo que lo habían hecho ya mi madre y mi abuela.

- Yo también te he echado de menos -expresé de manera sincera cuando nos separamos-. Aunque a tus gritos no tanto.

Casi me había dejado sorda al gritarme casi en el oído pero ella se encogió de hombros alegando que me había echado mucho de menos antes de abrazarme otra vez.

- Cuéntamelo todo. Y cuando digo todo es todo -insistió levantando las cejas descaradamente. Sabía por qué lo decía.

- Venga, te invito a un café.

Ella negó con la cabeza y se enganchó a mi brazo echándonos a andar.

- Que café ni que café. Yo quiero una cerveza.

Accedí a su plan para acabar dos horas después en uno de los bares de La Latina que solíamos frecuentar siempre que salíamos. Lara no paraba de hacerme preguntas sobre Milán y de vez en cuando soltaba una que otra indirecta sobre mi nuevo amigo. Lara iba a ser una gran abogada algún día porque según mis cálculos me había sacado mucha más información de la que en un principio pensaba contarle. También puede que fuese un poco de culpa de la jarra de cerveza infinita que tenía delante.

- ¿Y te quedaste? -preguntó mi amiga casi flipando.

El incidente de la lluvia había sido una de las cosas más de película, dicho por ella, que pudiese haberme pasado. Yo solo lo recordaba como una noche sin más con una amigo y daba gracias por no haber pillado un resfriado al mojarme de esa manera. Asentí con la cabeza a su pregunta. mientras daba otro trago a la jarra de cerveza. Lara soltó la suya en la mesa y se pegó más a mí.

- ¿En la misma cama? -insistió. Me podía imaginar lo que su mente retorcida ya se estaba imaginando. Asentí con la cabeza-. ¿Y no pasó nada de nada?

Negué divertida. No sabía por qué eso le causaba tanta curiosidad. Le había dicho de mil maneras que Enzo y yo solo éramos amigos pero ella se había empezado a montar películas en la cabeza.

- Pues vaya mierda -soltó haciendo que casi me atragantase con la cerveza. Resoplé y le coloqué un brazo encima de los hombros.

- Te lo he dicho, es solo un amigo. Ven, vamos a mandarle una foto -añadí sacando el móvil.

A Lara pareció olvidársele su enfado momentáneo en el momento que sus oídos registraron la palabra foto para posar conmigo a la cámara. Con una sonrisa tonta miré la foto que nos acabábamos de hacer. Lara salía sacando la lengua mientras que yo solo sonreía con la cerveza en la mano. Sin pensarlo mucho más le di al botón de enviar y lo volví a meter en el bolso.

 Sin pensarlo mucho más le di al botón de enviar y lo volví a meter en el bolso

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