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Actualización 1/2

Capítulo 29: ¿Y si fuera ella?

Había querido decirle a Vega que me gustaba, negarlo hubiera sido una autentica gilipollez. Porque esa era mi única verdad, ella me gustaba más de lo que nunca me había gustado nadie. Pero también me asustaba, porque me había acostumbrado tanto a ella que la necesitaba y verla mal me dolía. Mucho más cuando pensaba que era por mi culpa.

- ¿Por qué no le dices directamente que te gusta en lugar de seguir con todo el lío que estás armando?

Frené mis pasos en seco con Dante en mis brazos, mientras Mario se dedicaba a sacar cuentas tras la caja registradora de la tienda.

- Porque no quiero asustarla -confesé-. Había pensado en invitarla a salir un rato por ahí.

- Sí, sí. Eso me ha quedado claro. Una «cita no cita» -remarcó mientras yo asentía.

Le había explicado a Mario que quería intentar invitarla a salir pero de una manera que no fuera tan evidente, ya que después de lo que me había dicho el otro día me había hecho replantearme la situación. «Solo fue un beso tonto», me había dicho. Pero yo no lo había sentido así y algo me decía que ella tampoco, e iba a hacer lo que fuese para comprobar que tenía razón.

- El problema es que no sé dónde invitarla. ¿Le gustará el karaoke?

Mario se empezó a descojonar en mi cara.

- ¿Tú quieres ligártela o que salga corriendo a España? -se burló.

Resoplé ante el comentario de mi amigo y Dante me agarró el mentón con sus manitas pequeñas. Me acerqué hasta Mario y le devolví a su hijo, que le hizo una pedorreta en cuanto lo dejé en sus brazos.

- Joder, Mario, ayúdame un poquito. ¡Y deja de reírte de mí!

Sus hombros se movían por la risa que estaba intentando silenciar. El bebé balbuceaba mientras miraba con curiosidad las caras que ponía al reírse el idiota de su padre.

- Estás más pillado por ella de lo que crees. Lo sabes, ¿no?

Asentí. Sí. Sí que lo sabía. Sabía que no era capaz de desviar mi atención a otra cosa si ella estaba a mi alrededor. Sabía que me gustaba hacerla reír. Sabía que la echaba de menos aunque la hubiese visto un par de horas.

- ¿Tanto se nota? -Mario asintió-. Vale, ¿y ahora qué hago?

- Enzo Scianca pidiéndome consejos para conquistar a una chica. Ver y no creer.

Meció a su hijo en brazos y yo me quedé mirando cómo lo hacía. Le volvió a poner el chupete que se le había caído de la boca.

- Estás súper gracioso hoy -gruñí.

- Tampoco te has buscado un gran ayudante. Llevo con Chiara desde los diecisiete. Ya no me acuerdo de cómo se hace eso.

- ¡Más te vale! -exclamó su mujer saliendo del almacén con el biberón de Dante en las manos.

Llegó en un par de pasos hasta donde estábamos nosotros y le dio un beso en los cachetes a su hijo. Le pasó el biberón a Mario y yo volví a preguntar para que ella también me diese su opinión:

- ¿Entonces karaoke?

Chiara puso cara de póquer. Vale, supuse que me había quedado claro el mensaje.

- Llévala a dar un paseo en moto de los que le gusta, compra helado y luego dale un buen morreo.

A veces la sutilidad de Chiara brillaba por su ausencia.

- Te recuerdo que quiero conquistarla no una orden de alejamiento.

- Orden de alejamiento... -murmuró poniendo los ojos en blanco-. Anda hazme caso. Y vete ya, que es tu día libre.

Hizo un gesto con las manos para señalar la puerta en el mismo momento que me puse de pie.

- Tú estás cogiéndole el gustillo a echarme, ¿no?

- Sobre todo por la cara que pones -Señaló la puerta con la cabeza-. ¡Vete ya, pesado!

Negué con la cabeza a la vez que recogía mi chaqueta del mostrador y le di un beso en la cabecita a Dante. No sabía bien cómo podría terminar aquello, pero la única manera que tenía de comprobarlo era yendo a buscarla.

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