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Capítulo 31: Always remember us this way

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Capítulo 31: Always remember us this way

Sentía su aroma impregnarme mientras sus manos se sujetaban con fuerza a mí. La carretera estaba prácticamente desierta aunque no era muy tarde, pero al parecer casi nadie se dirigiría hacia donde nosotros íbamos precisamente un martes, lo cual hacía que fuera jodidamente mejor. Había contado los minutos para volver a verla desde que se fue corriendo de la tienda después de la conversación rápida que tuvimos, y también había estado más tiempo pendiente del móvil los últimos dos días que cuando era un adolescente en los ratos en los que tenía muy pocas cosas más interesantes para hacer.

Por el espejo retrovisor veía como Vega contemplaba el paisaje y las calles por las que íbamos pasando, y también, que de vez en cuando cerraba los ojos cuando el viento le agitaba el pelo, disfrutando de la sensación de sentir la brisa en la cara. Y yo me había terminado de dar cuenta de que de lo que más disfrutaba yo era de verla a ella.

Un picnic en un lago me había parecido mejor opción después de que gracias a los «amables» consejos de mis amigos acabé entendiendo que la otra opción no hubiese sido la más acertada. Ellos decían que lo hacían por mí y que intentaban ayudarme, pero a ese punto dudaba que estuviesen haciéndolo por ser buenos amigos cuando en realidad no se habían molestado en disimular que estaban riéndose de mí al verme de aquel modo por una chica.

Nunca me había sentido así con nadie.

Ni siquiera con Marina.

Entramos por un pequeño camino de piedra hasta el sendero que daba al sitio y aparqué junto al pequeño lago que como era de suponer estaba totalmente vacío. Ayudé a Vega a bajarse mientras me echaba la mochila a la espalda y, después de guardar los cascos bajo el asiento, agarraba la mini nevera en la mano contraria a la que había entrelazado con la suya. Ella aceptó mi gesto con una sonrisa pequeña. Me encantaba verla sonreír. Y me encantaba todavía más que confiase en mí. Que hubiésemos llegado a tener el tipo de confianza en el que yo podría haber planeado llevarla al fin del mundo y aun así ella hubiese agarrado mi mano para acompañarme. Sin dudarlo un solo segundo.

- Echaba mucho de menos los paseos en la Vespa.

La miré al escucharla murmurar a mi lado. Le di un apretoncito en la mano que tenía junto a la mía.

- Tendré que hablar con tu profesora para que deje de explotarte tanto -exageré y ella negó con la cabeza con diversión-. Creo que también te ha echado de menos -comenté yo señalando la moto.

Casi tanto como yo. Aquellas palabras habían sido automáticas, sin embargo se me acabaron quedando atascadas en la garganta y carraspeé intentando no sonar muy evidente. Ella pareció ignorar lo que yo había estado a punto de decir porque estaba ocupada inspeccionando el sitio con la mirada. Apreté su mano contra la mía sintiendo el roce de su piel. Vega me sonrió y tiré de ella hasta la zona de merenderos que había donde solté las bolsas en la mesa y fui en su busca, donde se había quedado, de pie en la orilla del lago. Un impulso hizo que no pudiese evitar que la rodease con los brazos desde atrás y le plantase un beso en la mejilla en el mismo momento en que llegué a su lado. Apenas se escuchaba sonido alguno más que el murmullo del agua y poco más. Me encantaban los sitios tranquilos como este, en los que el silencio me dejaba perderme en los ojos marrones de la chica que se giró hacia mí y me rodeó el cuello con los brazos en un gesto cariñoso, pero que me hizo notar que la distancia entre nosotros no era ni mucho menos lo suficientemente grande como para que no tuviese que reprimir el impulso de pegar su boca a la mía al sentir como su perfume se me impregnaba en la piel. Me di cuenta de que sus mejillas habían subido un par de tonos de intensidad y de que me miraba fijamente. ¿Estaría pensando en lo mismo? ¿Estaría pensando en que la besase?

- Gracias -musitó bajito.

Aparté un poco el flequillo que le caía sobre la frente, nuestras narices tan cerca que en un pequeño movimiento por parte de alguno de los dos y acabarían rozándose.

- ¿Gracias por qué, bella? -indagué yo deslizando los dedos por la piel de sus mejillas.

- Por aguantarme.

¿Por aguantarla? La mayoría de las veces Vega apenas era consciente de que todo lo que tuviese que ver con ella nunca iba a ser aburrido para mí. Ella era una de esas personas que llegan a tu vida para llenarlas de color, como una de esas estrellas que aparecen con la única intención de iluminar más tu vida. Vega era ese tipo de persona que te termina brillando en los dedos. A esas alturas ya ni siquiera sabía si podría vivir sin ella y me daba igual que para ello tuviese que conformarme solo con ser su amigo.

Un ratito después, Vega bailoteaba sentada en los merenderos mientras comía el sándwich que le había preparado. Me parecía curioso verla hacerlo porque me había dado cuenta de que era algo que acostumbraba mucho a hacer cuando algo le gustaba mucho. Sonreí al verla distraída en su baile y le di un bocado a mi sándwich.

- Al menos te ha gustado mi plan B. -Ella me miró con una interrogación en su mirada sin dejar de masticar su comida-. Te iba a invitar al karaoke pero Mario me quitó las ganas.

- ¿Por? -acabó preguntando en cuanto acabó con su comida.

- Porque canto como el culo -me sinceré.

Ella soltó una risotada al escucharme decir aquello. Hizo una bola con el papel que envolvía su comida y lo metió en una bolsa pequeña que tiraríamos luego a la basura. Me miró pensativa a la vez que lo hacía.

- No me lo creo -apuntó sin perder la sonrisa.

- ¿El qué?

- Que cantes tan mal. -Negó con la cabeza y cruzó los brazos para dar énfasis a su teoría-. A ver, canta algo -insistió.

Fue mi turno para reírme pero al ver su curiosidad decidí hacerlo y me aclaré la garganta ante su mirada atenta.

- No te rías -le pedí antes de empezar a cantar no muy alto.

"Como si este tiempo nunca hubiera pasado

Dónde hemos estado, qué somos ahora

Límites de corazón sólo que cada uno aguante

Tras las rejas de su orgullo

Pienso en ti

Pienso en nosotros".

Sus ojos no se habían apartado de mí en todo ese instante. Vi que una risa vacilaba sobre sus labios y pensé que tal vez no hubiese entendido muy bien lo que decían aquellos versos. Una canción. Una declaración de intenciones.

- Podría haber sido peor -terminó murmurando con un deje de burla. Aunque yo sabía perfectamente que en realidad ella era incapaz de burlarse de mí en serio-. Me ha encantado esta sorpresa, aunque la quedada para el karaoke la dejamos para otro día.

- Por supuesto que no.

- Bueno, ya veremos -concluyó intentando ocultar una mueca de diversión.

Sonreí y negué con la cabeza a la vez que me inclinaba hacia la neverita para enseñarle el postre que había elegido.

- Tú te estás juntando mucho con Chiara -repliqué poniendo el helado frente a ella.

- Culpa tuya. Tú me la presentaste. -Se encogió de hombros y me quitó el bote de las manos.

Yo la imité y le quité la cuchara de la mano cuando ya la tenía llena para llevarme el poco de helado a la boca. Saboreé el dulzor del chocolate en mi boca y me divirtió verla fruncir el ceño reclamando su cuchara. Volví a hundirla en el bote ante su mirada inquisitiva.

- Me caes muy mal, italiano.

- Ya te gustaría, bella.

            - Ya te gustaría, bella

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